12. Back to the Burrow

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DE VUELTA A LA MADRIGUERA
 

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El señor Weasley los despertó cuando llevaban sólo unas pocas horas durmiendo. Usó la magia para desmontar las tiendas, y dejaron el cámping tan rápidamente como pudieron. Al pasar por al lado del señor Roberts, que estaba a la puerta de su casita, vieron que tenía un aspecto extraño, como de aturdimiento. El muggle los despidió con un vago «Feliz Navidad».

—Se recuperará -aseguró el señor Weasley en voz baja, de camino hacia el páramo—. A veces, cuando se modifica la memoria de alguien, al principio se siente desorientado... y es mucho lo que han tenido que hacerle olvidar.

Al acercarse al punto donde se hallaban los trasladores oyeron voces insistentes. Cuando llegaron vieron a Basil, el que estaba a cargo de los trasladores, rodeado de magos y brujas que exigían abandonar el cámping lo antes posible. El señor Weasley discutió también brevemente con Basil, y terminaron poniéndose en la cola.

Antes de que saliera el sol tomaron un neumático viejo que los llevó a la colina de Stoatshead. Con la luz del alba, regresaron por Ottery St. Catchpole hacia La Madriguera, hablando muy poco porque estaban cansados y no pensaban más que en el desayuno.

Cuando doblaron el recodo del camino y La Madriguera apareció a la vista, les llegó por el húmedo camino el eco de una persona que gritaba:

—¡Gracias a Dios, gracias a Dios!

La señora Weasley, que evidentemente los había estado aguardando en el jardín delantero, corrió hacia ellos, todavía calzada con las zapatillas que se ponía para salir de la cama, la cara pálida y tensa y un ejemplar estrujado de El Profeta en la mano.

—¡Arthur, qué preocupada me han tenido, qué preocupada!

Le echó a su marido los brazos al cuello.

—Están todos bien —murmuraba la señora Weasley como ida, soltando al señor Weasley y mirándolos con los ojos enrojecidos—. Están vivos, niños... Annie... tus padres están aquí.

—¿Qué? —preguntó Annie corriendo hacia la Madriguera.

Al entrar, estaban sus padres sentados en la cocina y Alex caminaba observando todo.

—¡Annie! —exclamó su madre levantándose rápidamente y abrazándola— estás bien...

—Sí, estoy bien.. —murmuró. Se separó de ella y abrazó a su padre mientras los Weasley entraban.

—Me asusté demasiado.. —murmuró su padre.

—Aquí estoy, papá —susurró. Se separaron y besó su cabeza.

—Que bueno que todos estén bien —dijo su madre. Después se presentaron Hermione y los demás Weasley que su madre no conocía.

La señora Weasley preparó té mientras se acomodaban en la sala, el señor Weasley leía El Profeta.

—Me lo imaginaba —dijo resoplando el señor Weasley—. «Errores garrafales del Ministerio... los culpables en libertad... falta de seguridad... magos tenebrosos yendo por ahí libremente... desgracia nacional...» ¿Quién ha escrito esto? Ah, claro... Rita Skeeter.

—¡Esa mujer la tiene tomada con el Ministerio de Magia! —exclamó Percy furioso—. La semana pasada dijo que perdíamos el tiempo con nimiedades referentes al grosor de los calderos en vez de acabar con los vampiros. Como si no estuviera expresamente establecido en el parágrafo duodécimo de las Orientaciones para el trato de los seres no mágicos parcialmente humanos...

Annie y el Cáliz de FuegoDove le storie prendono vita. Scoprilo ora