27. Winky and Dobby

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WINKY Y DOBBY

Cuando entraron en la sala común después de haber ido a la lechucería, todos prorrumpieron una vez más en gritos y vítores. Había montones de pasteles y de botellas grandes de zumo de calabaza y cerveza de mantequilla en cada mesa. Lee Jordan había encendido algunas bengalas fabulosas del doctor Filibuster, que no necesitaban fuego porque prendían con la humedad, así que el aire estaba cargado de chispas y estrellitas.

Dean Thomas, que era muy bueno en dibujo, había colgado unos estandartes nuevos impresionantes, la mayoría de los cuales representaban a Harry volando en torno a la cabeza del colacuerno con su Saeta de Fuego, aunque un par de ellos mostraban a Cedric con la cabeza en llamas.

Annie fue directo a la mesa de comida y tomó dos platos, uno para Harry.

Se sentaron los cuatro a disfrutar de la fiesta y la comida, sin tener que preocuparse hasta en tres meses más.

—¡Cómo pesa! —dijo Lee Jordan  tomando el huevo de oro, que Harry había dejado en una mesa, y sopesándolo en una mano— ¡Vamos, Harry, ábrelo! ¡A ver lo que hay dentro!

—Se supone que tiene que resolver la pista por sí mismo —objetó Hermione—. Son las reglas del Torneo...

—También se suponía que tenía que averiguar por mí mismo cómo burlar al dragón —susurró Harry para que sólo Hermione pudiera oírlo, y ella sonrió sintiéndose un poco culpable.

—¡Sí, vamos, Harry, ábrelo! —repitieron varios.

Lee le pasó el huevo a Harry, que hundió las uñas en la ranura y apalancó para abrirlo. Estaba hueco y completamente vacío. Pero, en cuanto Harry lo abrió, el más horrible de los ruidos, una especie de lamento chirriante y estrepitoso, llenó la sala. Lo más parecido a aquello que Annie había oído había sido la orquesta fantasma en la fiesta de cumpleaños de muerte de Nick Casi Decapitado, cuyos componentes tocaban sierras musicales.

—¡Ciérralo! —gritó Fred, tapándose los oídos con las manos.

—¿Qué era eso? —preguntó Seamus Finnigan, observando el huevo cuando Harry volvió a cerrarlo—. Sonaba como una banshee. ¡A lo mejor te hacen burlar a una de ellas, Harry!

—¿Quieres un trozo de tarta de mermelada, Annie? —le ofreció Fred.

La castaña entrecerró sus ojos con desconfianza. Fred sonrió.

—No te preocupes, no le he hecho nada —le aseguró—. Con las que hay que tener cuidado es con las galletas de crema.

Neville, que precisamente acababa de probar una de esas galletas, se atragantó y la escupió. Fred se rió.

—Sólo es una broma inocente, Neville...

Hermione se sirvió un trozo de tarta de mermelada y preguntó:

—¿Has tomado todo esto de las cocinas, Fred?

—Ajá —contestó Fred muy sonriente. Adoptó un tono muy agudo para imitar la voz de un elfo—: «¡Cualquier cosa que podamos darle, señor, absolutamente cualquier cosa!» Son la mar de atentos... Si les digo que tengo un poquito de hambre son capaces de ofrecerme un buey asado.

—¿Cómo te las arreglas para entrar? —preguntó Hermione, con un tono de voz inocentemente indiferente.

—Es bastante fácil —dijo Fred—. Hay una puerta oculta detrás de un cuadro con un frutero. Cuando uno le hace cosquillas a la pera, se ríe y... ¿porqué quieres saber?

—Por nada —contestó rápidamente Hermione.

—¿Vas a intentar ahora llevar a los elfos a la huelga? —inquirió George—. ¿Vas a dejar todo eso de la propaganda y sembrar el germen de la revolución?

Annie y el Cáliz de FuegoWhere stories live. Discover now