19. Imperius

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IMPERIUS

—Le has dicho una mentira, Harry —le espetó Hermione en el desayuno, después que él les contó lo que había hecho—. No te imaginaste que la cicatriz te doliera, y lo sabes.

—¿Y qué? —repuso Harry—. No quiero que vuelva a Azkaban por culpa mía.

—Déjalo —le dijo Ron a Hermione bruscamente, cuando ella abrió la boca para argumentar contra Harry. Y, por una vez, Hermione le hizo caso y se quedó callada.

Annie prefería mantenerse en silencio. No le gustaba para nada pelear con sus mejores amigos.

(...)

Para Annie, las cosas no podrían ir mejor. Harry siempre estaba en las nubes y apenas pasaban tiempo a solas. Y ahora con la noticia que Moody les aplicaría el Imperio a cada quién, mejoraba los ánimos de la castaña, nótese el sarcasmo.

Moody empezó a llamar por señas a los alumnos y a echarles la maldición Imperius. Annie vio cómo sus compañeros de clase, uno tras otro, hacían las cosas más extrañas bajo su influencia: Dean Thomas dio tres vueltas al aula a la pata coja cantando el himno nacional, Lavender Brown imitó una ardilla y Neville ejecutó una serie de movimientos gimnásticos muy sorprendentes, de los que hubiera sido completamente incapaz en estado normal.

Ninguno de ellos parecía capaz de oponer ninguna resistencia a la maldición, y se recobraban sólo cuando Moody la anulaba. Annie tuvo que cantar el himno de Hogwarts frente a todos, aunque hubo momentos en los que se rehusaba a hacerlo.

—Bien, Roberts. Vas bien —gruñó Moody.— Potter, te toca.

Harry se adelantó hasta el centro del aula, en el espacio despejado de mesas. Moody levantó la varita mágica, lo apuntó con ella y dijo:

—¡Imperio!

Annie observaba al azabache que parecía estar teniendo una batalla consigo mismo. Se asustó cuando Harry se golpeó contra una mesa, volcándola.

—¡Miren esto, todos ustedes... Potter se ha resistido! Se ha resistido, ¡y el condenado casi lo logra! Lo volveremos a intentar, Potter, y todos los demás presten atención. Mírenlo a los ojos, ahí es donde pueden verlo. ¡Muy bien, Potter, de verdad que muy bien! ¡No les resultará fácil controlarte!

—Por la manera en que habla —murmuró Harry una hora más tarde, cuando salía cojeando del aula de Defensa Contra las Artes Oscuras (Moody se había empeñado en hacerle repetir cuatro veces la experiencia, hasta que logró resistirse completamente a la maldición imperius)—, se diría que estamos a punto de ser atacados de un momento a otro.

Todos los alumnos de cuarto habían apreciado un evidente incremento en la cantidad de trabajo para aquel trimestre. La profesora McGonagall les explicó a qué se debía, cuando la clase recibió con quejas los deberes de Transformaciones que ella acababa de ponerles.

—¡Están entrando en una fase muy importante de su educación mágica! —declaró con ojos centelleantes—. Se acercan los exámenes para el TIMO.

—¡Pero si no tendremos el TIMO hasta el quinto curso! —objetó Dean Thomas.

—Es verdad, Thomas, pero créeme: ¡tienen que prepararse lo más posible! Granger y Roberts son las únicas que pueden convertir un erizo en un alfiletero como Dios manda. ¡Permíteme recordarte que el tuyo, Thomas, aún se hace una pelota cada vez que alguien se le acerca con un alfiler.

Annie se sonrojó un poco, pues no le gustaba demasiado presumir.

Caminaban al vestíbulo cuando Annie divisó a Annissa. La había visto en algunas ocasiones y le iba muy bien a la niña.

Annie y el Cáliz de FuegoWhere stories live. Discover now