Capítulo 4

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Hacía casi un año que no salía a correr por la mañana. Aproveché que era viernes —y no tenía clase— para empezar, pero no tardé en arrepentirme.

De pequeña había hecho atletismo e ir a correr por la mañana era casi obligatorio, así que lo hacía antes de ir a clase. Ahora, me costaba levantarme de la cama y encontrar el coraje suficiente como para ponerme los zapatos.

Llevaba solo media hora y ya estaba agotada. Volví a la residencia hiperventilando y me di una ducha. Menos mal que mi hermano Spencer no estaba ahí... 

—Buenos días —le dije a Naya al salir de la ducha y ver que se estaba despertando.

—¿Qué hora es? —preguntó, bostezando.

—Las once.

—¿Tan pronto?

—¿No habías quedado en ir a desayunar a casa de Will? —pregunté, secándome el pelo.

Ella resopló y se incorporó lentamente, estirándose.

—Es verdad —suspiró—. Ya me ducharé en su casa. Si tengo la mitad de mi armario ahí...

Parecía que hablaba más para sí misma que a mí, así que me centré en buscar algo que ponerme en el armario.

—¿Te vienes? —me preguntó, poniéndose las zapatillas.

—¿Yo? A mí no me ha invitado.

—¿Y qué? —puso los ojos en blanco—. Vamos, ven. Si Ross o Sue se quedan solos con nosotros se ponen de mal humor.

Sonreí y acepté ir con ella.

Ya en el metro, ella no dejaba de bostezar y ajustarse las gafas de sol, como si viniera de la mejor fiesta de su vida. Seguía teniendo la misma expresión de dormida cuando llamamos a la puerta de casa de Will.

Sue abrió la puerta y suspiró al vernos.

—¿Otra vez aquí?

—Yo también me alegro de verte —le dijo Naya, pasando por su lado.

Sue volvió a entrar sin decir nada más, así que me tocó a mí cerrar la puerta y entrar en casa de Will. Él y Naya ya estaban besuqueándose en la cocina mientras Sue los miraba con mala cara.

—Buenos días, Will —sonreí.

—Oh, buenos días —me sonrió, separándose de Naya.

—¿Y Ross? —pregunté, mirando a mi alrededor. Era extraño no verlo revoloteando por ahí.

—Durmiendo.

—¿Puedo ir a despertarlo? —Naya sonrió malévolamente y se marchó sin esperar respuesta.

Vi que Will suspiraba mientras ella abrí la habitación de Ross de un portazo y empezaba a gritarle que se despertara. Vi una almohada volando por la habitación y, diez segundos después, apareció Ross bostezando un frotándose la cara.

—¿Quién la ha dejado suelta por la casa? —protestó con voz adormilada, sentándose a mi lado en la barra.

—Oye, que no soy un perro.

—No, eres peor. Un mosquito molesto.

Naya le sacó el dedo corazón y él la ignoró.

—¿No hay nada para desayunar? —preguntó Naya, abriendo la nevera.

—Claro que hay algo —Ross me sonrió—. Pizza fría, agua tibia y cervezas. Un desayuno rico en proteínas.

—Ross, ve a comprar algo —le pidió Will.

Antes de diciembre / Después de diciembreWhere stories live. Discover now