Capítulo 16

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No me podía creer que estuviéramos todos con caras tristes cuando llegamos al aeropuerto. Naya incluso se había preparado un paquete de pañuelos. Me di la vuelta junto a la entrada y los miré.

—Son solo dos días —dije, viendo que a Naya empezaba a temblarle el labio inferior.

—¡Dos días y medio!

Dejé que me abrazara, entre divertida y sorprendida. No estaba muy acostumbrada a que alguien me dijera tan abiertamente que me echaría de menos. Alguien que no fuera mi madre, claro.

—Pásatelo bien —Will me dedicó una sonrisa afable, dándome una palmadita en la espalda.

Sue parecía incómoda. Cuando la miré, puso cara rara y luego asintió una vez con la cabeza. Siendo ella, era casi como si me hubiera dicho que me amaba.

Dudé un momento al mirar a Ross. Él parecía estar esperando a que yo hiciera lo que quisiera. Una vocecilla en mi interior me dijo que no quería hacer nada que no supiera si iba a gustarme... como besarme, por ejemplo.

Nunca lo había besado en público. No lo había pensado hasta ese momento. Siempre había sido estando a solas. Ni siquiera le había contado nada a Naya, y eso que le hablaba a menudo de casi todos mis problemas.

Estuve a punto de dar un paso más allá pero, entonces, me acobardé y me limité a abrazarlo por la cintura.

Si estuvo decepcionado, no lo demostró. Se limitó a sonreírme y a desearme un buen viaje.

Ay, Ross, eres demasiado bueno...

***

Estaba bajando del avión con un nudo en el estómago. Nada más llegar a la zona de salidas, se me paró el corazón a ver a mis padres y a mi hermano mayor Spencer. Él sujetaba un cartelito de bienvenida a casa. No pude evitar sonreír con los ojos llenos de lágrimas. No me podía creer que los hubiera echado tanto de menos en tan solo unos meses.

Mi padre seguía siendo bajo, con barbita blanca y sus polos de golf. Mamá, a su lado, se había atado el pelo castaño en un pequeño moño y ya tenía un paquete de pañuelos preparados para el drama. Me recordó a Naya. Mi hermano mayor, mucho más alto que yo, tenía el pelo castaño corto y un tatuaje de una mujer pirata en el brazo. Fue el primero que me vio, pero mi madre fue la que soltó un grito al verme, haciendo que medio aeropuerto se girara hacia nosotros.

—¡Ay, cariño! —empezó a besuquearme las mejillas—. ¡No sabes cuánto te he echado de menos! ¡Ya estás aquí, por fin! ¿Me has echado de menos tú a mí?

—Sabes que sí, mamá —reí, dejando que me besuqueara y apretujara.

Mi padre se acercó y me dedicó una sonrisa. No le gustaban los abrazos.

—¿Estás más delgada? —preguntó, frunciendo el ceño.

—¡¿No estás comiendo bien?! —exclamó mi madre.

—Como perfectamente, mamá, es que he vuelto a correr por las mañanas.

—Sigues sin ser más rápida que yo —Spencer sonrió y se acercó.

Me dio un abrazo de oso, levantándome del suelo y apretujándome. Se lo devolví con ganas antes de que volviera a dejarme en el suelo.

—Mírate, toda una mujercita —bromeó, revolviéndome el pelo con ganas.

—¡Deja de despeinarme!

—Cada vez que te veo, me pareces más baja.

—Y tú cada vez me pareces más viejo.

Antes de diciembre / Después de diciembreWhere stories live. Discover now