Capítulo 3

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III

Inés llegó a su casa donde su hijo y Cristina la esperaban ansiosos, su rostro mostraba estupefacción ya que no entendía muy bien qué había pasado puesto que derramó el café de la que ahora sería su jefa y había terminado consiguiendo el trabajo, era surrealista y no sabía si alegrarse o empezar a temblar.

Había podido observar que la señorita Montero tenía mucho carácter y pensó que no sería nada fácil trabajar para ella, además de que no habían hablado de contrato ni de salario, iba un poco a tientas sin saber a qué se enfrentaba.

La mirada ansiosa de su hijo le hizo sonreír y lo abrazó con fuerza puesto que había logrado su objetivo, conseguir trabajo en la ciudad para poder mantenerse sin depender de sus padres.

-¿Fue bien mami?

-Fue muy bien, pequeñajo me han contratado, mañana empiezo.

-Eso es muy bueno mami.

-Sí lo es, y recuerdo que tenemos pendiente una noche de películas tú y yo.

Entre risas infantiles y momentos tiernos con aquel que era el motivo de su sonrisa, se les fue la tarde y parte de la noche, en la que Inés se encontró pensando más de una vez cómo sería su vida a partir de ese momento, como le iría en su nuevo trabajo.

***

Vio salir con su chaqueta a aquella que hizo su vida imposible durante su infancia y parte de su adolescencia, con un nudo en el estómago.

Hacía años que no pensaba en ella, años que no había visto su rostro y tenerla justo en frente hizo hervir su sangre en las venas.

Estaba muy cambiada, sus enormes ojos marrones estaban escondidos tras unas gafas que le sentaban como un guante, miss perfecta siempre estaba hermosa y eso le provocaba una rabia incontrolada, su melena que en su juventud llegaba por su cintura había sido cortada, el tiempo había pasado por ella moldeándola y transformándola en una mujer hermosa, aun más hermosa que en su tierna juventud cuando usaba su belleza para atormentar a aquellos que consideraba inferior y manipular a todo el instituto a su antojo.

Se regodeó en sí misma al ver que su presencia provocaba en Inés temblor, por mucho que intentase disimularlo estaba nerviosa, era inferior a ella y eso hacía que se sintiera invencible. Tratarla como a una basura había conseguido que su sonrisa no se borrara de su rostro, el gusanito de la venganza estaba haciendo mella en ella y no pensaba parar, iba a arruinarle la vida, a humillarla hasta que la castaña sucumbiera, quería verla hundida en lágrimas, sufriendo, sintiendo que no valía para nada, igual que ella cuando era joven.

Al día siguiente empezaría a trabajar en su empresa y se arrepentiría de haber cruzado su camino con Irene Montero, iba a conseguir que se arrepintiese de corazón.

***

Se levantó con prisa pues no quería llegar tarde y no conocía muy bien el horario de los autobuses de esa ciudad, coger el coche no era opción ya que no tenía gasolina. Vistió a su hijo con prisa y gran dificultad ya que se habían quedado despiertos hasta tarde y el pequeño luchaba contra el sueño que le invadía, lo dejó con Cristina y salió corriendo a su nuevo puesto de trabajo. Eran las ocho y tres minutos cuando entró, impecable, por la puerta del despacho de la señorita Montero, esta estaba sentada en su gran mesa y la miró con tanta intensidad que le cortó el aliento, no pudo llegar a su altura cuando, con voz suave y aterradora, su jefa se dirigió a ella.

-Creí haberle dicho a las ocho en punto ¿No es usted amiga de las normas?

-Disculpe... el autobús tardó un poco más de lo que tenía previsto...

-No admito excusas, si le digo a las ocho espero que sea puntual, la próxima vez se va a la calle ¿Quedó suficientemente claro?

Tragó saliva con dificultad, sintiendo el peso del mundo sobre sus hombros. Pensó en su hijo, en lo feliz que estaba al saber que tenía un empleo y mantuvo la compostura.

-Quedó muy claro, no volverá a pasar.

Ella la miró una vez más, antes de mandarla a buscar a Gloria para firmar su contrato y empezar cuanto antes, la mandó también a buscar un café, haciéndole burla, recordándole que no debía tirarlo.

Una vez firmado su contrato y analizándolo al detalle, viendo que no estaba mal, el salario era bueno y el horario el normal, se dirigió nuevamente al despacho de Irene, que sería también el suyo ya que era su secretaria. Tras horas memorizando su agenda, revisando papeleo y aburriéndose la mayor parte del tiempo ya que su jefa parecía disfrutar mandándole recados absurdos y soltando comentarios mordaces sobre ella que la ponían histérica.

Llegó por fin el momento de marcharse y, tras un recordatorio mordaz de su jefa para que no se repitiera su retraso de esa mañana, se marchó a casa visiblemente cansada, había sido un día largo y tenía la leve impresión de que su jefa tenía algún problema con el mundo, ya que parecía amargada.

Dejó de pensar en Irene Montero y en sus comentarios en cuanto pisó el pequeño apartamento que compartía con Cristina y su hijo corrió a sus brazos lleno de alegría, acostumbrado a pasar con ella la mayor parte del tiempo la había echado de menos.

***

Llegó a su ático vacío, sintiéndose un poco mejor que el día anterior. Sutilmente había estado humillando a Inés Arrimadas y se sentía bien, había sido suave en comparación a lo que tenía pensado, se puso un vaso de whiskey y disfrutó de su sabor mientras cerraba los ojos y se acrecentaba su sonrisa, iba a ser suave los primeros días, después Inés se iba a dar cuenta de que la esclavitud no había sido abolida, de que el empresario era Dios y, si tenía problemas económicos, debía quedarse calladita y aguantar el tsunami que le venía encima. Su sonrisa derivó en risa y esta en carcajada, iba a disfrutar mucho teniendo a esa castaña como su secretaría.

Continuará...

Irene malota.

La última miradaWhere stories live. Discover now