Capítulo 23

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XXIII

Despertó, sintiendo frío pues le faltaba el cálido cuerpo de su esposa a su lado en la cama. Intentó fijar la mirada pero era inútil, demasiado tarde o demasiado pronto, depende de cómo se mirase, el reloj marcaba las tres de la mañana e Inés aun no se había acostado.

Se levantó perezosa y resoplando, por fortuna esa era la última noche en vela que su castaña padecía, al menos por los estudios. Se dirigió a la cocina, echando un vistazo a la habitación de Iván donde el muchacho yacía completamente dormido. Preparó café descafeinado en silencio, sin olvidarse de la canela con una sonrisa en el rostro, su mujer le había cogido el gusto a beber así ese brebaje. Con paso seguro y sin hacer ruido, entró en el despacho que había habilitado para que Inés pudiera estudiar, la castaña estaba concentrada en sus apuntes, colocándose las gafas de vez en cuando como síntoma de nerviosismo, era la recta final de su carrera y le estaba pasando factura. Para Irene seguía siendo la mujer más hermosa del planeta, aunque se desvelara y la arrastrara inevitablemente con ella. Cerró la puerta con cuidado, llamando la atención de su mujer que levantó la vista de los papeles y se la quedó mirando, con media sonrisa en el rostro. Sus ojos cargados de ternura y un mudo agradecimiento cuando su mujer le tendió la taza de café. En silencio se sentó a su lado, mientras bebía un sorbo de ese brebaje e, inconscientemente, llevó su mano al vientre de Inés, provocando que la castaña dejase de estudiar y ambas se miraron entre inquietas y sonrientes.

Inés colocó la taza de café sobre la mesa y se acurrucó en los brazos de su esposa, dejando que esta acariciase su vientre con cariño, antes de romper el silencio con un susurro.

-¿Crees que fuimos muy deprisa?

Irene besó su cabeza con cariño, últimamente hablar con Inés era muy difícil pero sabía que valía la pena pasar por ese momento, después del último examen sería licenciada en empresariales y el hecho de que llevara a su hijo en su interior dejaría de preocuparle.

-Creo que tras cuatro años casadas era el momento de ser mamás otra vez.

-Sé que te insistí mucho, y que tú querías esperar a que terminase la carrera...

-Inés está bien, las cosas han salido como debían, a su debido tiempo.

-Te amo ¿Sabes?

-Yo también a ti, ¿Es necesario que sigas estudiando? Estoy convencida de que no lo necesitas.

-Tienes razón, solo estaba repasando ya que no podía dormir, estoy nerviosa.

Irene levantó con relativa facilidad a su esposa en sus brazos, provocándole una leve risa y besó sus labios con cariño.

-No tienes por qué dormir, pero quédate a mi lado en la cama, te prometo desvelarme contigo.

Un nuevo beso robado, sonrisas y susurros para no despertar a Iván, mientras Irene la conducía hacia la cama en brazos. La tumbó con delicadeza, como si fuese de cristal, besando sus labios, su rostro, su nariz, bajando por su cuello, viajando por su piel con dulces besos que le provocaban cosquillas, mientras su amada entrelazaba sus dedos entre sus cabellos, mordiéndose el labio inferior, intentando calmar sus hormonas alteradas debido a su reciente estado.

De pronto Irene dejó de besarla y la miró a los ojos pensativa, la castaña acarició su rostro, depositó un beso suave en la punta de su nariz y le preguntó sin rodeos.

-¿Qué te pasa por la mente?

-Que mañana terminas por fin de estudiar.

-Por fin... se hizo eterno pero voy a ser licenciada.

La última miradaWhere stories live. Discover now