Veinteavo Capítulo.

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No había querido dejarla, y mientras escuchaba los sollozos de Chaeyoung desde el lado contrario de la puerta supo que estaba equivocada, supo que debía haberse quedado y decir algo, es solo que las palabras de Chaeyoung estaban matándola lentamente, necesitaba respirar, necesitaba pensar con claridad pero lo único que podía hacer era sentir las palabras de la castaña repitiéndose una y otra vez, atormentándola.

Así que hizo lo que siempre le funcionaba, corrió. Fue una carrera improvisada y al salir a la calle y sentir el viento frío golpearle el rostro, se sintió satisfecha de haberse cambiado de ropa. Antes de que los policías pudieran reaccionar desde la patrulla que vigilaba la única entrada del edificio, Mina reanudó su carrera sin destino fijo. Corrió sintiendo las lágrimas empapando su rostro y el viento erizandole la piel, corrió por calles enteras, evitando personas, objetos y mascotas. Corrió hasta que las piernas le dolían y se sentía sin aliento.

Terminó en el parque en el que solían pasar tardes enteras jugando, el parque donde se conocieron, en donde rieron juntas por primera vez. Caminó con decisión al rincón más apartado y poco transitado buscando su sitio especial, necesitaba verlo...necesitaba ir al árbol, su árbol. Ahora estaba más escondido que en ese entonces, caminó y saltó esquivando obstáculos. Cuando llegó acarició con nostalgia la madera rugosa del tronco, movió sus dedos hacia abajo contando mentalmente y cuando llegó a siete sonrió entre lágrimas al verlo. Estaba ahí. Chaeyoung lo había tallado para marcar su casa del árbol, una casa que aún se alzaba orgullosa en lo más alto de aquel viejo y majestuoso cerezo. Ella era quien años después había terminado el dibujo.

—¿Qué estoy haciendo?—Se preguntó a sí misma después de dejarse caer recostada contra el árbol tratando de recuperar el aliento mientras sentía las lágrimas nublarle los ojos. Las limpió con rabia.—¡Maldita sea! Lo estoy haciendo todo mal.

Así que dejó de llorar y se levantó.

Había mucho que hacer. Subió con cuidado, buscando los peldaños secretos que habían diseñado cuando eran unas niñas, los subió con más facilidad que en ese entonces y logró llegar a la trampilla. Todo estaba intacto salvo por el polvo que se acumuló con los años. Tuvo que bajar y correr al primer supermercado que encontró. Ahora tenía una misión.

Misión que completó más rápidamente de lo que tenía planeado. A pesar de todo no tuvo tiempo para descansar, tenía una misión más esa noche.

Volvió a correr.

Esta vez hacía la dirección que se sentía correcta, con la esperanza de no haber destrozado totalmente su relación con Chaeyoung.


[...]


Un suave movimiento la despertó. Se había quedado dormida de un momento a otro en la habitación a oscuras por culpa del cansancio. Miró el reloj de su habitación y descubrió que habían pasado al menos seis horas desde que Mina se había ido. Sintió como el corazón se le encogía en el pecho. Se talló los ojos aletargada y mientras volvía en sí completamente empezó a notar varias cosas, se extrañó al verse cubierta con una cobija y, sin embargo, eso no era todo, la sensación de un cuerpo cálido contra su espalda la sobresaltó y se dio cuenta de que no estaba sola. Se giró rápidamente y ahí la vio, lo suficientemente cerca para transmitirle su calor pero con el espacio justo para no tocarse. Los ojos negros de Myoui normalmente brillantes y alegres le devolvieron la mirada algo opacados. Vio tristeza en ellos pero el amor que se reflejaba en esas pupilas negras fue lo que le impactó.

—¿Mina?— INquirió creyendo que quizá todo era un sueño.

Mina se inclinó y cepilló sus labios castamente contra los de la castaña como para demostrarle que estaba ahí. La incredibilidad con la que la miraba le dolió, había sido su culpa darle entender a Chaeyoung  que la iba a abandonar. Son se mantuvo impasible sin poder dejar de mirar a la pelinegra, tratando de entender lo que estaba pasando.

➤Miénteme | 𝑴𝒊𝑪𝒉𝒂𝒆𝒏𝒈Where stories live. Discover now