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No había pasado desapercibido para el demonio el cambio de actitud de su amado ángel. Era obvio, lo conocía mejor que a la palma de su mano, después de todo, lo amaba ¿No?

Habían pasado casi tres años desde que lograron evitar el apocalipsis, así como ambos se alejaron de sus respectivos bandos. Crowley había disfrutado de ese tiempo, por que sólo se trataba de Aziraphale y el, nadie más importaba, solo ellos.

Gracias a eso, ambos entendieron que su relación quizá iba más allá de una amistad. Como si después de más de seis mil años hubiesen entendido que tomarse de las manos y robarse pequeños besos en aquel auto —Aúnque, claro, Aziraphale al escuchar el término "robar un beso" había perdido la cabeza, por lo que siempre pedía permiso antes de posar sus labios en la piel de Crowley. El no era un demonio como para robar cosas, y menos a Crowley, nunca a él— fuese algo que no solían hacer los amigos.

Ese tiempo juntos les dio rienda suelta a explorar esos sentires en su interior, comprendiendo que iban más allá.

Por más que Crowley se esforzaba por poner un nombre a lo que había entre ellos, Aziraphale parecía algo rejego, y no podía culparlo; era un ángel, un aburrido, correcto y puro ángel que temia a la ira de Dios. Irá por estar con un demonio, por detener el apocalipsis y sobre todo, sentirse atraído a una figura masculina. Cada vez que Aziraphale lo llamaba "compañero" "amigo" "colega" sentía que algo dentro de él burbujeaba y no de una buena manera. No eran amigos, ya no.

—¿Que te parece si dejamos las tonterías de "novios" a un lado?

Creo que es una excelente idea... Tu y yo no somos novios. —Comentó Aziraphale mientras daba un pequeño sorbo a su humeante taza de té.

No, no lo somos.— Afirmó Crowley— En este punto, creo que tu y yo somos esposos. — El pobre ángel Escupió el te ante tal comentario por parte del demonio que, de hecho, estaba teniendo un monólogo consigo mismo y al que Aziraphale se colo sin invitación.

¡Pero Crowley! ¿De qué estás hablando? ¡Has perdido la razón..! —Dejo la taza sobre la mesa de madera, buscando una servilleta para limpiar sus labios y dirigió su azulada mirada al demonio de gafas oscuras que tenía la vista fija en el suelo.

Ángel.— El mencionado guardo silencio así como sintió un calor invadir sus mejillas. — Se que jamás podríamos casarnos... Pero eso no evitará que te jure amor eterno. —Crowley se retiro los anteojos, posando sus curiosos y llamativos ojos sobre los del ángel. Pareció sonreír de lado. —Creo que, sin siquiera jurarlo, mi amor ha sido fiel a ti desde que te vi en el Edén.

Crowley... — Y por primera vez, desde que se vieron, Aziraphale tomó las mejillas del demonio, para juntar sus labios en un beso suave y dulce que ninguno de los dos quizo deshacer.

Más sin embargo, no volvieron a tocar el tema. De nuevo, lo que había entre ellos seguía sin tener nombre. Solo sabían que se pertenecían mutuamente, eso debía bastar... Quizá...

Crowley dejó de insistir, sabía que Aziraphale era bastante tímido con respecto a ese tema. Vivían juntos, se daban besos, caricias, salían en citas, hacían... Bueno, se apareaban y usaban unas lindas argollas a juego que el Ángel "encontró por ahí" pero que Crowley sabía que habían sido compradas específicamente con el propósito de servir como un símbolo de su unión. ¿Eso los hacía esposos?

Lamentablemente, la miel sobre hojuelas había terminado y podía ver a su dulce ángel vagar por la casa en la que vivían juntos. Daba tristes suspiros y miraba a la ventana por largo rato. Por mas que Crowley intentaba saber que sucedía, Aziraphale se escabullia en la conversación, cosa que estaba haciendo al Demonio perder los estribos.

—¿No vas a comer? —Inquirió el pelirrojo mirando la mesa que había llenado con majares que sabía fascinaban a su ángel. Este solo jugó con el cubierto entre sus dedos.

—No tengo hambre...— De no ser por las gafas del demonio, el de blancos cabellos habría visto como Crowley abría los ojos totalmente aterrado. ¿No tenía hambre? Eso era imposible, Aziraphale siempre tenía espacio para un almuerzo. Lo que sea que estuviera pasando debía ser grave...

—Angel, no juegues conmigo. Vamos, se que quieres un poco. ¡Mira! Es el sushi que tanto te gusta y los emparedados que siempre has dicho que son tus favoritos. —Intento desesperado. No hubo ningún cambio, el ángel solo seguía con la mirada fija en el cubierto. —Esta bien, esta bien, olvida el sushi y lo demás. ¿A quien le importa? — Sonrió forzadamente. — Tengo una sorpresa para el postre... ¿Tienes idea de lo que puede ser? —Arqueo las cejas incitando a su amado a adivinar.

—No lo se. ¿Crepas? —El corazón de Crowley se rompió por la mitad al ver como la voz de su ángel desdeñaba las Crepas. Si no lo amara, lo hubiese golpeado en ese momento. —Lo siento, Crowley, pero no tengo hambre. —Dejo el tenedor al lado del plato y se levanto dándole una corta mirada al demonio que estaba petrificado en su lugar. Se dio la vuelta para alejarse.

—Angel... —Crowley apareció frente a Aziraphale con los brazos cruzados y el ceño serio. —Necesito que me digas que ocurre... No me gusta verte de este modo. —Le acaricio la mejilla con suavidad. Temia que su ángel no confiara más en el. ¿Y si era así? ¿Que pasaría ahora?

—Yo... —Hizo una pausa, acomodando sus ideas antes de hablarlas. —¿No has pensado que seria lindo si fuéramos una familia?

Crowley solo lo miro. No dijo nada, ni siquiera aparto su toque del rostro del ángel solo se quedó ahí, estático.

—¿Una... Familia? —Logró articular después de varios segundos. — Ángel... Se que sería lindo pero, no seas iluso, no hay manera en la que tu y yo podamos tener... Algo como eso, a menos que quieras tener algúna mascota, en ese caso, podemos tener las que quieras, ser una familia grande y... —Aziraphale rompió en un llanto devastador que aterro por completo a Crowley. Lo abrazo de inmediato, acariciando los suaves y blanquecinos rizos de su pareja.

—Se que es imposible... O eso pensé, pero... Yo, algo paso y... No se, no quiero... —Sollozaba sin sentido. —No quiero que me odies.

—Jamas te odiara, ángel. No digas tonterías.

—Creo que vamos a tener un bebé.

Y de nuevo el ángel rompió en llanto y el demonio quedó estático.

—En ese caso, insisto. Tienes que comer.

A unexpected miracle. //Innefable Husbands//Mpreg//Where stories live. Discover now