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Había pasado un mes, y Crowley, a pesar de estar paranoico casi todos los días revisando si había alguien cerca o, si sentía la presencia de un ángel o demonio, no podía estar más contento. Sentía que esa era una oportunidad, la oportunidad de que el y su angel pudieran ser aún más felices, Apesar del peligro y la posibilidad de muerte constante, las cosas podían salir bien. ¿Verdad?

¿Verdad?

Ese día en específico, el demonio dormia plácidamente en la cama, sus gafas descansaban en la mesa de noche que estaba de su lado de la cama. Se removió entre sueños y estiró un poco su brazo para abrazar a su ángel. Le gustaba sentírlo cerca, sentir su calor y aspirar el aroma a vainilla y colonia que era tan característico de él, pero al no sentir el usual bulto junto a su cuerpo, se aterro, además de escuchar quejidos y lo que parecían ser arcadas lo hizo abandonar la cama de un salto, ni siquiera se puso las gafas.

—¿Ángel? —Llamó algo asustado y casi en un grito. Sus ojos se posaron sobre la puerta que daba al baño de su habitación, estaba entre abierta y de ella parecían provenir los quejidos. Se acercó y con su mano derecha la empujo.

Vio a su hermoso ángel en el suelo, con un brazo sobre la taza del escusado, luciendo notablemente cansado. De inmediato se agachó para quedar a la altura de Aziraphale. Le acaricio la mejilla.

—¿Que pasa? ¿Esta todo en orden? —El ángel negó, no logro dar una respuesta debido a que volvio la cabeza al asiento de porcelana, dando arcadas algo violentas y dolorosas. Crowley se precupo, le sobaba la espalda así como le sujetaba los rizos blanquecinos. Aun así, el ángel no devolvió ningún alimento, nada salió por su boca, solo se le escaparon unas lágrimas por el esfuerzo. Cuando se aparto, dio un suspiro junto a una exhausta sonrisa.

—Llevo casi una hora en esto. —Le dice al demonio. Aziraphale sorbio la nariz —Ya no me queda nada para vomitar. —El ángel recarga su espalda contra la pared. Crowley se sienta a su lado.

—¿Te sientes un poco mejor? —Aziraphale niega con la cabeza. — Debi despertar... Lo siento. —pasa su brazo por detrás de la espalda del ángel para poder abrazarlo y pegarlo a su cuerpo. Sonrie un poco al sentír como el ángel recarga su cabeza sobre el pecho del demonio. Aprovecho para besarle la coronilla. —Vas a estar bien...

—No me siento bien... —Responde con un puchero. — Me duele la cabeza, siento que todo da vueltas. —Gimotea y Crowley vuelve a besar esos esponjosos rizos.

—Es normal. He visto a otras mujeres en estado y...

—No soy una mujer.

—Aziraphale, ni siquiera eres humano. — El ángel sonrió ante aquello. —Solo... Quiero decir que esto es tan nuevo para ti como para mi. — sintió como Aziraphale se apegaba un poco más. —Pero, vamos a poder con esto ¿De acuerdo? Juntos.

—Juntos... —Murmuró.

—Así es, tonto. Ambos estamos en esto, no voy a dejarte solo, menos ahora. —Hubo una pausa, Aziraphale sonrió en sus adentros.

—Te quiero, Crowley.

—Y yo a ti, ángel.

Y se quedaron Justo así, abrazados y repartiendose mimos por un largo rato, que no deseaban que terminará.

*

Después de un rato, Crowley se encargo de ayudar a Aziraphale a incorporarse. Se dieron una ducha y en medio de esta, noto que Aziraphale tenía hambre. El estómago de este Gruñia, y no podía culparlo, había vaciado el contenido de su estomago por culpa de esas malditas náuseas matutinas.

Una vez estaban vestidos, bajaron a la cocina.

—¿Que quieres hoy? —Pregunta el demonio mientras ponía la cafetera. —Puedo hacer uno de mis milagros demoníacos... —Ofreció con una sonrisa.

—No lo se, Crowley. Aún no me siento bien. No quiero que mi estomago enloquesca otra vez.

—Pero tienes que comer algo, no es sano que estés en ayuno y...

—No soy humano, sabes que no necesitamos comida.

—Lo se, lo sé. Pero, quizá el bebé sí. —El pelirrojo desvío la mirada llendo hacia la estufa. Aziraphale suspiro derrotado.

—Bien... —Crowley parece satisfecho. Saca un par de huevos y algo de tocino. No era precisamente lo que su ángel más disfrutaba pero, quería hacer algo por el.

Minutos más tarde, sirvió dos platos. Vio cómo el ángel no parecía convencido, miraba el plato con las cejas encontradas y una expresión algo triste y temerosa.

El demonio abrío los labios, dispuesto a hablar, pero el timbre lo Interrumpió. Gruño y Mascullo algunas malas palabras al levantarse e ir a abrir, dejando al ángel en esa incomoda situación con su desayuno.

Abrió y Anathema saludo con un asentimiento de cabeza. Gruño, la chica iba a verlos al menos tres veces por semana.

—¿Por qué no me sorprende que estés aquí?

—Por qué dudo que tengan amigos que quieran venir a visitarlos en medio de la nada... O bueno, amigos en general.  —Sin más, se hizo paso para entrar en la casa. El demonio suspiro y cerró la puerta.

—Anathema. —Aziraphale sonrió al ver a la chica. — Buen día. ¿Quieres desayunar? —Le extendió su plato, solo quería deshacerse de él.

—Buen día, Aziraphale. Y no, gracias, comí algo en el camino. —El ángel suspiro. —¿Esta todo bien? Te vez algo cansado.

— Tuvo un inconveniente hace un rato. Náusea, mareo... Ya sabes. —Explicó Crowley.

—Debo admitir que no fue agradable. —Comentó el de ojos azules. —Incluso ahora...

—¿Aun tiene náuseas? —Pregunta la joven.

—No han parado desde que desperté esta mañana. — la joven de negros cabellos sonrió.

—Creo que  puedo hacer algo al respecto. —Crowley enarco sus cejas. ¿Que se supone que una chiquilla podría hacer por su ángel?

La vio ir a la cocina, puso una tetera a hervir. En vez de poner las usuales hierbas para un té, coloco unas plantas extrañas que llevaba en su pequeño bolso, así como polvos que Crowley no podía identificar.  Una vez hirvio, le sirvió una taza a Aziraphale.

—No planeas que Aziraphale se beba eso. ¿O si? —Crowley aparto la taza y olió el contenido.

—De hecho, si. Confía en mí, será por su bien.

—Crowley, por favor. No creo que sea para tanto.

—Eres tan ingenuo. ¿Y si daña a nuestro hijo? Quizá funcione en mujeres humanas pero, ¡eres un ángel!

—¡Un ángel que está esperando a tu hijo y se siente terrible! —Se puso de pie y tomó la taza para darle un buen trago. Anathema rió por lo bajo.

—Con calma, Aziraphale, es algo amargo. —Dijo la joven al ver que bebia la taza demasiado rápido. Al terminar, la dejó en la mesa y volvió a sentarse. Crowley miraba a su ángel, esperando que todo estuviera bien. Al verlo sonreír se alivio

—Es como mágico. —Murmuró sorprendido. —¡El malestar se fue! — La bruja se sintió halagada. — Al fin, me estaba muriendo de hambre.—Dio un bocado a su ya frío platillo y pareció derretirse ante la sensación de tener por fin algo en el estómago. —Te lo agradezco mucho, Ana, no se que haría sin ti.

La sonrisa de Crowley se borro.

A unexpected miracle. //Innefable Husbands//Mpreg//Where stories live. Discover now