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El silencio reinaba en la pequeña cocina, ni si quiera el chocar de los cubiertos característico de un desayuno podía escucharse. De vez en cuando Newton daba un sorbo a su vaso de jugo, pero su novia sólo miraba con preocupación al ángel.

—Debes comer. — Insitió la joven.

—Ya lo se. — Murmura, dando un bocado a su desayuno. Estaba hambriento, pero había un dolor en su vientre que no lo dejaba tranquilo. 

Era un dolor que lo paralizaba. Algo, estaba terriblemente mal.

*

—¿¡Como que no estaba ahí!?

—Pues ese demonio te engaño. Aziraphale no se desincorporo, no estaba en la oficina... Esta vivo y esa cosa también. — Gabriel se veía bastante irritado. Era una maldita broma, todo estaba saliendo jodidamente mal y los del alto mando no iban a tolerar más errores.

—¿Y ahora que? Podría buscar a Crowley, será sencillo enviar unos malditos sabuesos y que lo encuentren. 

—¿Y por qué carajo no lo han hecho?

—Por qué... ¡No lo se, maldición! Esto debía ser fácil, solo, evitar que esa horrible cosa nazca y...

—Ni lo digas... Solo, hagamos esto. De esto depende...

—El plan inefable.

—Precisamente.

*

Cuando Crowley llegó a Tadfield se sintió asqueado. Tenía el plan de no regresar a ese lugar, al menos no durante algunos cientos de años.
Arrastró los pies, caminando sin un rumbo fijo.

Entonces lo sintió. Bajo la mirada y vio al perro del infierno, que más bien había resultado un cachorrito manso del que el infierno se avergonzaria. Perro le ladraba, como si reconociera que ambos venían del mismo destino infernal.

—¿Por qué no estas con tu dueño? — Le inquiere sin mucho interés. Como si lo hubiese invocado, vio a Adan montado en una bicicleta.

—Tu, eres el tipo raro del otro día. —Dijo el niño de rubios cabellos al detener la bicicleta.

—Si, también me da gusto verte, niño demoníaco. —Adan no le dio importancia a como lo llamó el demonio.

—¿Que haces aquí?

—Estoy buscando a una niñita insensata. Me robo algo que me pertenece y lo quiero de vuelta.

—¿Pepper?

—¿Que...? ¡No! Claro que no. A la bruja, esa muchacha insolente que se viste con disfraces que seguro compró en una tienda de rebajas. —Escupe molesto.

—Ah, Anathema vive cerca de mí casa junto con su novio. Pero salió de viaje hace unos meses, no se si ya regreso.

—No me importa, niño. Llévame, quizá pueda torturar a su maldito novio y hacerla regresar.

—Pero eso no está bien.

—Cállate, casi acabas el mundo, no puedes juzgarme.

A unexpected miracle. //Innefable Husbands//Mpreg//Where stories live. Discover now