Capítulo I

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18 de Febrero de 2019, 9:41am

Una semana en libertad

Hay muy pocas galaxias que pueden contemplarse a simple vista y, técnicamente, es posible que cuando miras al cielo y detallas alguna estrella en particular, estés viendo una estrella muerta. Casi todas las que están vivas simplemente están ocultas, escondidas en la oscuridad. Con un telescopio la situación sería diferente, el panorama cambiaría, pero por muy extraño que esto pueda parecer, muchas veces es imposible encontrarlas a menos que haya ocurrido algún tipo de catástrofe cósmica.

En mi historia, la catástrofe cósmica ocurrió cuando escapé de un momento a otro de aquella oscuridad, era una estrella viva que simplemente se encontraba oculta sin brillo propio, invisible. Me encontraba sin duda tocada por la desgracia, y no sólo tocada, sino quebrada, herida, desgastada por una penumbra oscura tan profunda que había llegado a impregnar todo mi universo.

ㅡEs increíble que hoy esté sentada aquí, después de tantos años, señorita Williams ¿Cómo se siente hoy? ㅡinició diciendo el hombre que estaba sentado frente a mí con sonrisa falsa y se hacía llamar mi psiquiatra.

Era un hombre completamente formal y, a diferencia de todos los médicos y enfermeros del hospital psiquiátrico, él no llevaba un uniforme puesto, supongo que para inspirar confianza. Ni siquiera llevaba una bata con un reluciente broche de su placa colgando de ella como todos los demás, no conocía su nombre, no lo mencionó cuando lo conocí y, si lo hubiera hecho, seguramente lo habría recordado, así que, confianza es lo que menos me inspiraba. Llevaba puesta una camisa de cuadros pardos y azafranados abrochada hasta el último botón de su cuello y unas gafas que parecían pesadas sobre su nariz.

El no saber su nombre simplemente me generaba ansiedad, estaba obsesionada por lo desconocido, necesitaba con urgencia saber todo sobre las personas que recién acababa de conocer, pues no confiaba en absolutamente nadie luego de las cosas por las que había pasado los últimos años de mi vida. Mi nueva realidad estaba comenzando bastante mal.

En un hospital psiquiátrico la gente suele identificar primero tus trastornos mentales antes que tu nombre y apellido. Me llamaban "La chica con trastorno de estrés postraumático" y otras cosas que no quiero ni recordar. Nadie me llamaba por mi nombre, Cassie Williams.

Evidentemente, no me quedó más remedio que imitar una suave sonrisa falsa al enfocarme en la pregunta que acababa de hacerme el psiquiatra. Llevaba apenas una semana en libertad, si es que a eso se le podía llamar libertad. Tenía toda aquella semana sin salir de mi nueva habitación más que para ir de un consultorio a otro o ir a hablar con la Policía Federal en un salón aislado del hospital. Tenía la sensación de que había olvidado cómo se componía cada elemento de un rostro, incluso el de cada miembro de mi familia: nariz en el centro, boca en la parte inferior y ojos, aunque los ojos nunca los olvidaba. Tenía seis años viendo los dos mismos rostros: el mío en el espejo y el de mi secuestrador.

ㅡMe siento bien ㅡmentíㅡ. Un poco agobiada por las cámaras y la cantidad de personas extrañas que me rodea ahora pero, tomando en cuenta las circunstancias, me siento bien.

El psiquiatra enmarcó su cara apoyándola sobre sus dedos en forma de ele y dejó reposar el codo sobre su sillón de cuero que combinaba perfectamente con el horrible color de su camisa.

ㅡ ¿Qué se siente recuperar su libertad después de tanto tiempo encerrada en cuatro paredes? ㅡcontinuó con un tono extremadamente delicado en su voz.

ㅡYo siempre he sido libre ㅡvolví a mentir. Por supuesto que nunca me sentí libre, pero no creía que podía gritarle mis cosas personales a un desconocido a los cuatro vientos sin primero saber sus intenciones o, al menos, su nombre.

Buscando estrellas muertas © COMPLETA ✔️Where stories live. Discover now