Capítulo III

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19 de febrero de 2019, 9:41 am

Una semana y un día en libertad

Abrí mis ojos y tuve que pestañar unas cuantas veces para reconocer el lugar. No olía a tierra o a madera vieja, ni a aceite de motor o a metal soldado. Olía a lo mismo que huele el sutil aroma del color blanco, olía a absoluta pulcritud.

Estaba en la misma habitación en la que había estado desde hace unos cuantos días y aún no me resultaba familiar. Todavía no me acostumbraba, no sentía el desagradable aroma con el que me despertaba a diario, ni escuchaba el sonido del vacío mientras los trastos de un viejo ventilador opacaban el silencio. Escuchaba las voces de algunas personas en el pasillo y veía el movimiento de los coches en las afueras, detrás de aquel denso bosque que separaba al edificio del hospital psiquiátrico de la civilización.

Las persianas blancas completamente limpias se balanceaban de adelante hacia atrás y fue ese vaivén lo que hizo que recobrara la energía. Los trapos sucios y ahuecados que él colgaba en la pequeña ventana inalcanzable de mi vieja habitación jamás se podrían comparar con las cortinas de donde me encontraba ahora. Sentía como si me estuviese despertando de una pesadilla que duró seis años y que no había podido dormir en toda mi vida.

¡Vaya! Los somníferos sí que estaban haciendo efecto.

No estaba segura de las cosas por las que había pasado y era por eso que necesitaba hablarlo con el psiquiatra. Temía que, al pasar el tiempo, olvidara detalles importantes y necesarios para que, eventualmente, pudieran capturar y sentenciar a quien me secuestró. Tenía que soltar cualquier detalle sobre él ahora que lo tenía fresco y reciente. Tenía justo la sensación que se tiene cuando despiertas de un sueño que quieres recordar, sólo que, en este caso, me resultaba increíblemente doloroso tener que hacerlo.

Quería trasmitirle a alguien toda la información para luego poder borrar cada detalle con tranquilidad y seguir adelante como todos los demás, pero no sería tan fácil.

ㅡCassie ㅡescuchar mi nombre me hizo darme cuenta de que no estaba sola dentro de la habitación.

Robin, la joven médico residente que me había atendido desde el día que llegué al psiquiátrico, estaba de pie a mi lado ajustando algunos medicamentos en bolsas de silicona sobre mi cabeza. Era una chica radiante, fácilmente podía tener unos veintiséis años, la edad de Allie, mi hermana mayor. Quizás un poco más de veintiséis, pero no lo parecía.

Robin era de esas pelirrojas que no parecen pelirrojas. No tenía claro a cuál gremio añadirla, no sabía si distinguirla como una castaña rojiza o una pelirroja castaña. Llevaba el cabello corto, de tal manera que le rozaba los hombros. Levantó una ceja y me observó con una mirada dulce.

ㅡ ¿No me escuchaste entrar?

ㅡNo, lo siento. ¿Es posible que uno de los efectos posteriores a un secuestro sea quedarse sin audición? ㅡbromeéㅡ Sería una maravillosa noticia para mi historial, se venderían millones de periódicos con el titular: Joven que escapa de su cautiverio queda sorda por trauma, un nuevo descubrimiento que podría destruir a la comunidad de secuestrados.

Robin me sonrió. Era una sonrisa sincera.

ㅡPor supuesto que no es posible, pero si realmente fuera así, sin duda sería un total descubrimiento. Serías la única persona en el planeta en quedarse sorda por algo como eso. Tienes una fiesta en tu cabeza de recuerdos, nuevas adaptaciones, cosas nuevas por aprender. Estás un poco dispersa, eso es todo, pero no debes preocuparte por eso ahora, Cassie. Estás aquí y estás libre, no es momento de mirar hacia atrás.

Tenía razón. Desde que hui había hecho de todo menos disfrutar de mi libertad, pero, una vez más, mi orgullo lo arruinaba todo.

ㅡ ¿Crees que estar en un psiquiátrico es muy diferente a lo que había vivido antes? ㅡpregunté divertida, pero Robin me miró desconcertadaㅡ. Cierto, no fue un buen chiste, no tienes que decirlo.

Buscando estrellas muertas © COMPLETA ✔️Where stories live. Discover now