Capítulo XXXII

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Pensé que podía volar

Suspenso...

... Fue lo que sentí al entrar por primera vez a la inmensa sala de conferencias del Hospital Psiquiátrico Fergus Falls guiada por una de las enfermeras. Robin se había adelantado mientras yo me cambiaba de ropa. Mis pantalones aún tenían rastros de tierra húmeda y del aroma de Lorent tirado en el suelo horas antes.

El lugar poseía un color frío, triste y taciturno. Afuera me daba la impresión de que las hojas de los árboles estaban marchitas a través de la pared acristalada y hasta parecían llorar en silencio. Los árboles parecían decir cosas infaustas si en verdad te detenías a escucharlos. Estaba estúpidamente melancólica y todo a mi alrededor me hundía más en ese estado de ánimo.

Las manos me temblaban, quizás de frío, pero era más probable que temblaran por mis nervios. Mis pies se movían en un extraño compás de un ritmo consecutivo parecido a una marcha fúnebre y yo no hacía más que dejarme llevar.

Cerraron las puertas detrás de mí y todos los presentes voltearon buscando mi rostro, lo cual hizo que me sintiera intimidada ante tantos ojos. Pude ver al fondo a una mujer adulta muy bien vestida sobre el único escalón que formaba parte del escenario y que se erguía detrás de un podio esperando a que en la sala se estableciera el orden por sí sola. Detrás de ella pude reconocer a Robin, a mi psiquiatra y a una decena de médicos más. No se hablaban entre ellos y Robin siempre mantenía su cabeza abajo sin ni siquiera dedicarme una mirada.

Encontré los ojos asesinos de Sophie entre la multitud y yo miré a otro lado. Estaba sentada junto a Becca, Nasim, Aiden y Charlie. Lancé un suspiro al ver a este último, pues supe que se había recuperado. Al menos eso parecía. Habían pasado unas dos horas desde que comencé a buscar a Lorent por todas partes desesperadamente.

Tomé asiento lo más alejada posible de todos sospechando que algo malo había pasado o, tal vez, estaba por pasar.

ㅡBuenas tardes ㅡla mujer de cabello blanco ubicada en el podio no disimuló su tono cortante en el micrófono. Su cara no mostraba nada bueno. Mientras tanto, todos poco a poco atenuaban sus voces.

Suspiré soltando el aire que me presionaba los pulmones. ¿Qué había pasado con Lorent? ¿Por qué tanto misterio? ¿Por qué nos habían reunido a todos en ese lugar? Me sentía como una viajera en el tiempo que no estaba preparada para despedirse del peso fantasma que llevaba sobre sus hombros.

ㅡPara los que no me conocen, soy la Dra. Amanda Warren, directora del Hospital Psiquiátrico Fergus Falls y voy a hablar en nombre de todo nuestro personal médico ㅡse tomó un momento para observarnos a todos y continuóㅡ. No pongo en duda que cada uno de ustedes son seres inteligentes, con un gran futuro por delante que pronto les espera fuera de las paredes de este hospital y creo que, a lo largo del tiempo que han estado internados aquí, han aprendido que no importa la discapacidad que tengan, no importa lo indispuestos que estén ante la vida por sus condiciones, nunca se es demasiado pequeño para marcar una gran diferencia en el mundo. También creo que todos tienen la capacidad de saber lo que está bien y lo que está mal o, al menos, eso espero.

>>Puedo entender que sean chicos muy jóvenes en pleno desarrollo y que algunas de sus decisiones no sean correctas del todo para salir al mundo exterior; puedo entender que tengan ese espíritu juvenil a flor de piel; que tengan deseos, curiosidades y que sus hormonas estén rebeldes o deseosas de sexo ㅡse escuchó la risa interna de varios grupos aquí y alláㅡ. Sí, es verdad ㅡdijo al escuchar las risas burlonasㅡ. Es eso lo que sus cuerpos hormonales sienten y gritan ahora mismo. Es la naturaleza y, ¡por Dios, soy médico! No ando con rodeos ni pretendo esconder cosas que la naturaleza nos ha dado. Puedo entender todo eso y lo acepto.

Buscando estrellas muertas © COMPLETA ✔️Where stories live. Discover now