Capítulo 5

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Natalia se despertó media hora antes de que sonara la alarma. Los nervios ante lo que le deparaba el día habían sido más fuertes que el sueño. Pudo oír desde su habitación cerrarse la puerta de la calle; Santi acababa de marcharse. Observó en silencio la figura que dormía a los pies de su cama, esbozando una sonrisa tierna. Pipo respiraba con calma, ajeno a todo. Intentó levantarse de la cama sin hacer demasiados movimientos para no despertar al animal, ello en vano. Éste, al notar cómo su dueña abandonaba el lugar abrió los ojos de inmediato, decidido a seguirla hasta la cocina.

La semana había sido bastante rutinaria. Trabajo mañana y tarde en el taller, algunas cervezas con Alicia el viernes y un sábado repleto de juegos con Dani. El domingo se había despertado temprano para ir a dar una vuelta en moto con Pipo, volviendo a tiempo para disfrutar de la típica comida familiar que se montaba en su casa cada domingo.

Eduardo le había escrito el día anterior con la dirección del sitio al que tenía que ir, así como el resto de los detalles. La idea era bastante emocionante. Al fin y al cabo, iba a hacer algo que no había hecho nunca. Por otra parte, sabía que se iba a encontrar con la rubia de marras, algo que no le entusiasmaba especialmente después de su último encuentro.

-Tita Nat – oyó a su espalda. Dani estaba parado en la puerta frotándose los ojos, somnoliento

-Hola cariño – respondió dulce, dejando el café para agacharse junto a él - ¿Qué haces despierto tan pronto? – Se encogió de hombros, sin saber muy bien qué contestarle.- ¿Quieres que te prepare un cola cao?

-Sí porfa – asintió feliz

Una vez hubo terminado de preparar las bebidas se sentó, aupando al pequeño hasta sus rodillas. Dani bebía en silencio, dejando que su tía le acariciase el pelo con suavidad.

-¿Te vas a acostar un ratito más? – Dani negó enérgicamente - ¿Quieres que te prepare yo para ir al cole? O mejor, ¿quieres que te lleve yo?

-¡Sí! – Natalia no acostumbraba a llegar tarde al trabajo. De hecho, no lo había hecho nunca, pero teniendo en cuenta que ya que no iba a verle en todo el día, entrar en el taller cinco o diez minutos más tarde de lo habitual tampoco le parecía nada del otro mundo

Tras vestirse y hacer lo propio con su sobrino, entró con cuidado en la habitación en la habitación de Santi. Marina dormía plácidamente, sin percatarse de la presencia de su cuñada, quien apagó la alarma de su móvil a penas unos minutos antes de que sonase. A continuación, dejó una nota en la mesita de noche: No te asustes cuando veas la hora. He llevado a Dani al cole, así que no te preocupes. Hay café hecho. Natalia.
Volvió a su habitación, encontrando al pequeño tirado en su cama jugando con Pipo. Le miraba de frente, aguantándose las ganas de reír mientras el animal le propinaba un lametón tras otro.

-¿Nos vamos? – le dijo desde el marco de la puerta

-Sí tita – se giró en dirección a Pipo – Tenemos que dejar de jugar porque me tengo que ir al cole. Luego jugamos otra vez – explicó con seriedad. Pareció entenderle, pues le miraba con mucha atención. Dani cogió su mochila del suelo y se encaminó a la puerta sin reprimir lo feliz que le hacía que su tía le llevase en moto al colegio. Las contadas ocasiones en las que lo había hecho habían sido por tener vacaciones en el trabajo, o bien por ser festivo o haber cogido el día libre. Sabía que no era algo frecuente, y por eso lo disfrutaba tanto. Por eso, y porque le encantaba que fuesen en la moto

-Dani, agárrate bien fuerte. ¿Vale?

-Vale tita

Con suave acelerón, la moto se deslizó sobre el pavimento de la Avenida de España a las nueve menos diez de la mañana. A esa hora, el tráfico era poco fluido, y más de una veintena de coches avanzaban lentamente por uno y otro carril. Por suerte, el vehículo de la morena les proporcionaba una buena ventaja respecto al resto y no tardaron en llegar al colegio de Dani.

A cualquier otra parteWhere stories live. Discover now