Capítulo 21

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La palma de su mano surcó la clavícula de Natalia como si de un tesoro por descubrir se tratara. Sentía sus dedos naufragar en cada hueco, rozaba el pequeño precipicio con las yemas de los dedos. Había hallado un auténtico paraíso del que nunca nadie tendría la localización, salvo ella. 

Así, sin luchar contra la corriente de aquel naufragio corporal, se acercó con cautela hasta quedar sentada a horcajas. Natalia había echado la cabeza hacia atrás para brindarle barra libre en su pecho. Como si nunca hubiera sabido lo que era una caricia hasta ahora.

-Albi. Edu está…

-Edu se ha ido hace un rato – pronunció contra la piel de su cuello provocándole un escalofrío

-¿Cómo lo sabes?

-He escuchado la puerta. Además, no hay luz por debajo de la puerta. Está todo a oscuras

-Entiendo

-Nat, mírame – pidió, acunando sus mejillas con las manos. Lo hizo sin rechistar. No necesitaba luz para encontrar sus ojos. Eran su propio faro de Alejandría

-Alba, te quiero – pronunció con dulzura un segundo antes de que sus labios se posaran en los de Alba. Fue un roce tímido, el de dos bocas que se reencuentran. Varios besos cortos sucedieron a ese, separándolos finalmente para poder hablar -. Me di cuenta de lo mucho que me gustabas el día que fuimos a la galla de ELLE. Estabas impresionante con aquel vestido verde esmeralda .- La rubia la escuchaba con la cabeza escondida en su cuello y los dedos enredados en los mechones de su nuca -. Yo…tenía que bailar esa misma noche contigo. Me lo había propuesto. Porque sentía algo por ti, lo sabía, al igual que sabía que tú tenías que sentir algo parecido

-Tú también estabas guapísima, Nat – afirmó, dejando un tímido reguero de besos en su cuello que consiguió arrancarle un leve suspiro
Desabrochó uno a uno los botones de su camisa con lentitud y cuidado, disfrutando de la visión que le regalaba progresivamente su torso hasta dejarlo completamente al descubierto. Su índice descendía intrépido por el centro hasta llegar a la cinturilla del pantalón. Levantó la cabeza para mirarla, sin tener claro si necesitaba una confirmación para continuar o que correspondiera a sus tímidas caricias.

Natalia optó por la segunda. Posó ambas manos sobre sus caderas y comenzó a subirle la camiseta mientras dejaba un rastro imborrable de besos en su vientre, sonriendo contra su piel desnuda al oír el leve jadeo que escapaba de su boca. La rubia rodeó su cuello con firmeza, uniendo sus frentes. Podían notar a la perfección la respiración caliente y entrecortada de la otra.

-Eres…perfecta – musitó la rubia sin despegarse, recreándose primero en la afilada línea de su mandíbula para acabar en sus abdominales

-Bueno, tú no te quedas atrás Reche

Había cerrado los ojos, dejando que el resto de sus sentidos captaran todas y cada una de las sensaciones que le provocaba. Una sonrisa nerviosa adornó sus comisuras casi chocando con la de Alba, más tranquila y cargada de emoción. Cierto temor la invadía, pero no pensaba dejar que lo supiera; tenía miedo de hacerle daño, de no estar a la altura. De decepcionarla. Porque más allá de lo que sentía por ella, la admiración, el respeto e incluso la devoción que le profesaba a aquella hermosa criatura jugaban un papel determinante. La atrajo hacia sí, deleitándose con el sabor a gloria que desprendían sus labios.

Lo que empezó como un beso lento y tímido ganó intensidad. Las lenguas se enroscaron en una batalla sin tregua mientras sus largos dedos recorrían la espalda de Alba con urgencia. Ésta se enroscaba en los mechones azabache de su nuca a medida que la excitación crecía en su interior para atravesarla de norte a sur. No corras se repetía una y otra vez luchando contra el apremiante deseo de arrancarle los pantalones y abalanzarse sobre ella con voracidad. Su corazón exigía, muy por encima de las demandas de su hinchada entrepierna, que fuese lento. Que hicieran el amor.

Así lo quería también Natalia, que parecía haber entendido las pulsaciones de su desbocado corazón como si fuesen un mensaje encriptado en un lenguaje que sólo ella podía descifrar. Tras deshacerse de la camisa para empatar con Alba se tumbó en la cama sin cesar la sucesión de besos, dejando que fuera ella la marcase el ritmo. Para su sorpresa, la rubia giró con habilidad tirando de sus caderas hasta situarla encima. Sin vacilación cambió de objetivo, besando todos y cada uno de los lunares de su cuello que, a pesar de la falta de iluminación, podía situar perfectamente. Continuó descendiendo, transformando cada beso en una caricia letal para el alma. La primera parada del camino fue en uno de sus pechos, que succionó y lamió con maestría mientras su mano derecha partía hacia su cadera. La repentina humedad en el pezón sobresaltó a Alba, que en un acto reflejo elevó la cadera con cierta desesperación, notando su propia humedad con la presión del contacto. La morena se estremeció pero no se detuvo, cambiando de pecho con la misma soltura. La urgencia de la rubia la hizo sonreír con picardía y cierta ternura. Levantó la cabeza para mirarla, recibiendo un leve asentimiento por respuesta. Desabrochó hábilmente el botón de su pantalón, acariciando y besando deliberadamente sus muslos mientras se deshacía de las dos prendas que restaban.

Volvió entonces a trepar por su cuerpo, recorriendo cada centímetro de piel abarcable en su firme agarre. Enterró la cabeza en el hueco de su cuello asegurándose de tener acceso a él al mismo tiempo que su mano derecha rondaba ya el centro de Alba sin llegar a tocarlo, deshaciéndose en caricias que no hacían sino aumentar sus ganas. Besó de nuevo su cuello mientras deslizaba un par de dedos entre sus húmedos pliegues, provocándole una descarga que la hizo gemir y aferrarse a su cuello. Después de varios descensos buscó el clítoris, masajeándolo suavemente con dos dedos. Alba jadeaba en su oído, besando y lamiendo el lóbulo con extrema sensualidad, poniendo a prueba la capacidad de concentración de la morena.

Los movimientos de cadera junto con la humedad eran sinónimo de que podía continuar pero prefirió detenerse justo en la entrada. Alba empujó suavemente la mano de Natalia con la suya, y ésta no se hizo de rogar. Introdujo un dedo despacio haciendo que su espalda se arqueara ligeramente. Las acometidas comenzaron constantes y suaves, aumentando el ritmo progresivamente mientras la rubia buscaba su boca. Utilizó un segundo dedo, recibiendo un mordisco en el labio como respuesta. La presión en su cuello crecía conforme el vaivén de su mano se volvía potente.

-Nat – bufó de forma entrecortada – voy a… - se había mordido el labio

-Lo sé .- La presión en sus dedos y el aumento de los jadeos hacía rato que lo vaticinaban

Un poco más de intensidad en las acometidas bastó para que un potente orgasmo se apoderase de ella, ahogándolo en un profundo beso que Natalia sintió suyo. Las convulsiones cesaron y por fin se dejó caer junto a la modelo quien, instintivamente, se enroscó en su cuerpo.


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