Capítulo 23

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El clima y sus ánimos parecían haberse puesto de acuerdo pata teñirse del mismo color: gris, con el sol de las primeras horas del día intentando colarse sin éxito entre los nubarrones. No parecía que fuera a conseguirlo. De hecho, lo más probable era que el mes de mayo cerrara aquella semana con algunos chaparrones, como el que parecía avecinarse.

Se arrebujó en el batín sin dejar de mirar por el ventanal, suspirando cada cierto tiempo. Su cabeza estaba a muchos kilómetros de Madrid, en la costa del Levante. Una pesadilla un par de horas antes la habían hecho viajar hasta allí sin que pudiera evitarlo. El último bastión de sus ataduras a la ciudad de Valencia se resistía al olvido, transformado en la figura de una mujer que no conseguía visualizar con claridad.

-¿Por qué no vuelves a la cama? – escuchó a su espalda

Los largos dedos de la chica se aferraron a su cintura, encajando en ella a la perfección. Apoyó la cabeza en su hombro, contemplando con ternura el reflejo que le devolvía el cristal. Una joven de cabello corto y color azabache, en camiseta de tirantes, que se deshacía en gestos de ternura hacia ella

-Qué bien te queda ese pelo – apuntó, esquivando la pregunta. Lo revolvió con cariño, sin tener claro si intentaba peinarlo o dejarlo aún más desordenado

-Albi, cariño – dejó un beso en su mejilla - ¿has tenido otra vez esa pesadilla?

Alba asintió contra su pecho. Sin deshacer el agarre, se había girado hasta esconder la cabeza en el hueco de su cuello.

-¿Crees que debería ir a verla?

Natalia no necesitaba preguntarle a quién se refería. Tampoco se lo había dicho el día anterior, cuando se había despertado con las lágrimas amenazando con salir. El relato de las imágenes que se habían sucedido en el sueño era bastante esclarecedor. Tiró de ella hasta sentarla en la cama mirándola frente a frente.

-No soy quien para decirte lo que tienes que hacer, amor – comenzó, acariciándole el dorso de la mano – pero es evidente que el tema te preocupa, y yo quiero que estés bien. Sí quieres ir, ve. Quizás sea la mejor manera de cerrar el círculo, por así decirlo .- Y me gustaría acompañarte le hubiera gustado decir, pero sabía que no debía tomarse esa libertad. Era algo personal, y que debía afrontar sola a menos que le pidiera lo contrario -. Yo estaré aquí esperándote

No quería admitir que le daba miedo. Alba nunca había llegado a contarle si los sentimientos que había tenido por Virginia durante su adolescencia eran puramente amistosos o había algo más. Y en el hipotético de que fuese esto último, si aún sentía algo por ella. Eso sumado a su inseguridad formaban un cóctel tremendamente explosivo en su mente. Y a pesar de ello, no pensaba dejar que le ganasen la partida.

-Me encantaría que vinieras conmigo Nat, pero sabiendo que te tengo a lado para protegerme, no sería capaz – sonrió con tristeza. Era la verdad, y la verdad duele

-Lo entiendo, de verdad. Puedes con ello y yo estaré esperándote, independientemente de lo que pase. Para celebrarlo o para consolarte. Pase lo que pase, Albi

Alba cogió su mano, besando primero los nudillos. Pasó al dorso, repitiendo el gesto. Era su forma de agradecerle todo lo que hacía por ella, el empeño y la paciencia que depositaba día tras día para que todo estuviera bien. Su mirada se encontró con unos ojos brillantes rebosantes de cariño y preocupación. La amargura de sus comisuras se volvió dulce, mucho más a medida que la atraía hacia sí para besarla con lentitud, tratando de guardar en su mente un esquema preciso de casa sensación que Natalia era capaz de transmitirle con sólo un roce.

-Cogeré un tren hoy mismo. Me alojaré en un hotel e iré mañana por la mañana a verla. Estaré de vuelta por la tarde

-Tómate el tiempo que necesites – su tono se había vuelto débil, susurrando con dificultad cada palabra. Le estaba resultando duro por mucho que tratara de evitarlo. Y no quería que fuera así, porque probablemente lo era mucho más para Alba

-Nat – había unido sus frentes. Se miraban con los ojos cerrados – quiero hacerlo así. Cuanto antes me vaya, antes volveré. Quiero estar separada de ti el menor tiempo posible

La morena asintió, visiblemente más relajada, dejando escapar una sonrisa que contagió a Alba.

-Te tomo la palabra – admitió, haciendo un puchero

-Anda, fuckboy, cambia esa cara .- El comentario la hizo reír

-Fuckboy, ¿eh? – Empujó a Alba con delicadeza y determinación, colocándose encima  -. Pues tu fuckboy tiene unas cuantas ideas en mente para aprovechar la mañana – Sujetó con rapidez sus muñecas. La rubia se mordía el labio inferior por instinto

-Estoy deseando que me las enseñes – susurró con picardía junto a su oído, rozando el lóbulo con la punta de la lengua

***

Alba no tardó más de 15 minutos en dejar el tema cerrado con Verónica. Su asistente, tan correcta como de costumbre, le había enviado al móvil los billetes de ida y vuelta a penas un rato después de la llamada además de la confirmación del hotel. Tenía un total de cuatro horas para comer con Natalia, hacer la maleta y coger un taxi hasta Atocha.

Aunque acostumbraba a llevar bastante equipaje cada vez que salía de viaje (que tampoco es que fueran demasiadas veces), aquella fue la excepción. Con nervios y algo de pesadumbre, comenzó a guardar las pocas prendas que había seleccionado para la breve estancia en Valencia.

-¿Has averiguado dónde está?

Natalia estaba sentada en la cama, apoyada en el borde del colchón con ambas manos. La miraba cabizbaja, intentando procesar la situación y proyectando una tranquilidad de la que carecía en parte.

-Sí. Aún tengo contactos allí y me han dado la dirección – le explicó, rebuscando algo en la cómoda -. ¿Qué vas a hacer en mi ausencia? – cambió de tema, intentando disipar la rareza del ambiente

-He quedado con Villar y Victoria – respondió en un tono más bien bajo

-Ah mira – la rubia sonrió conforme – no está nada mal. Pero lo mismo terminas siendo Lumière – se burló, haciéndola reír

-¿Tú crees? Ya sabes cómo se pone María sólo escuchando su nombre. No creo que estando yo…

-Tienes razón. Entonces te reirás bastante

Cerró la maleta con determinación y mirando el reloj, celebrando mentalmente que aún le sobraba tiempo para pasarlo juntas antes de marcharse. A pesar de la conversación todavía notaba algo en la mirada de Natalia, algo que no sabía decir con exactitud qué era pero que sin duda la estaba comiendo por dentro.

Natalia estaba tan absorta en sus propios pensamientos que no notó cómo Alba se sentaba en sus rodillas, rodeando su cuello y acariciándole la nuca. Sonrió al volverse consciente del gesto, y Alba no pudo reprimir la suya en consecuencia.

-Nat, cariño. ¿Estás bien?

-Claro – mintió -. ¿Por qué no iba a estarlo?

-Porque tienes unos ojos demasiado bonitos como para que estén tan apagados

-Alba. Esto es muy importante para ti. Para bien y para mal, y me preocupo por ti. Además, yo no…no sé qué te pasó con ella realmente. Quiero decir, que  - se estaba  arrepintiendo de decirlo. Se había prometido a sí misma que no le preguntaría, que no se metería. Que sólo hablaría del tema a menos que ella le sacara el tema. Pero la estaba consumiendo, y prefería soltarlo antes de salir ardiendo – no sé si sentías algo por ella, o si aún lo sientes o si lo sabrás cuando la veas

-Natalia – comenzó, pero la morena la incitó a guardar silencio

-No dudo de ti, ni de que me quieres. Esto es por lo que viene mi problema. Al menos en parte.  Pero tienes que saber que no dudo de tu palabra ni pienso que me vayas a dejar ni nada. Es sólo que yo también tengo mis inseguridades - aclaró

Agachó la cabeza avergonzada, esperando que el silencio se volviera un aluvión de reproches. No tendría que haber dicho nada. Si es que soy tonta. Para qué habré dicho nada. Alba la sujetó por la barbilla, obligándola a mirarla. En la miel de aquellos ojos que tanto le gustaban sólo encontró ternura haciendo juego con una media sonrisa.

-Fue mi amiga antes que cualquier otra cosa. Y sí, estaba enamorada de ella, aunque ella nunca lo supo. Nos liábamos de vez en cuando y con eso yo era feliz – aclaró, acariciándole la mejilla con dulzura -. Pero cariño, tienes que saber dos cosas .- Vio cómo sus ojos dejaban la oscuridad para humedecerse -. Una persona que te quiere no te incita a drogarte y se cabrea si no lo haces. Quien te quiere de verdad se preocupa por ti, está en las buenas y en las malas, te respeta y quiere lo mejor para ti. Eso es el amor del bueno. Y lo he aprendido gracias a ti .- Asintió, asumiendo e interiorizando cada palabra que había escuchado. Alba limpió sus lágrimas con el mismo pulgar con el que la acariciaba

-¿Y la segunda?

-La segunda es que estoy completamente enamorada de ti, Natalia Lacunza. De ti y de nadie más. ¿Entendido?

Natalia volvió a asentir, esta vez con mucha más determinación.

-Te quiero – susurró, escondiéndose en su pecho

-Yo también te quiero, Nat – correspondió, besándola -. Y ahora debería ir tirando, o voy a perder el tren y todo este discurso romántico habrá sido para nada – ironizó, arrancándole una pequeña carcajada

-Te acompaño abajo

-Mañana a esta hora estaré llegando a Madrid – apuntó, colgada del cuello de Natalia



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