Capítulo 7

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Las puertas de Avalon

Morgana soñó que Arthur se ahogaba mientras una hermosa joven lo contemplaba con una sonrisa. Despertó gritando, empapada en sudor.

- ¡Morgana!- exclamó Diana muy alarmada, entrando en la habitación de la chica de cabellos negros como un bólido- ¡Morgana! ¿Te encuentras bien?

La princesa se echó en la cama y abrazó a Morgana, cuyo bello rostro aparecía transformado por el miedo.

- Di, las pesadillas regresaron, tengo miedo- manifestó temblando.

- No te preocupes- le tranquilizó Diana- Siempre voy a protegerte, Morgana, pase lo que pase- le besó la frente, ella regularizó su respiración agitada- Me quedaré contigo hasta que vuelvas a dormirte.

Morgana asintió más calmada y volvió a acomodar la cabeza en la almohada. Diana probó a cantarle hasta que logró conciliar el sueño, esta vez sereno, y luego se marchó.

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Mientras estaban de cacería en el bosque, Arthur y Merlín rescataron a una hermosa joven y a su padre del ataque de unos bandidos y los llevaron a Camelot. Estos se presentaron como Aulfric y su hija Sophia, unos nobles caídos en desgracia por culpa del bandidismo y el saqueo. El rey los invitó a quedarse en el castillo y aceptaron. Apenas Morgana vio a la joven Sophia, corrió inmediatamente hacia la habitación de Diana.

- ¿Qué ocurre, hermana?- preguntó Diana al ver su entrecejo fruncido por la preocupación. Ella solía llamar a Morgana "hermana" algunas veces, pues como tal la veía.

- La pesadilla que tuve anoche... Soñé que Arthur moría y que había una mujer mirándolo- habló con voz entrecortada Morgana- Ella está aquí, en Camelot.

- Hermana, cálmate- pidió Diana, tomando las manos de la joven- No le digas esto a nadie. Yo me encargaré de que Arthur esté a salvo.

Mientras, Arthur debatía en qué habitación dejar a Sophia. Finalmente, decidió que estaría contigua a la suya. También quería salir a dar un paseo con ella.

- Pero te toca patrullar con la guardia hoy- objetó Merlín.

- Voy a faltar. No puedo ordenarte que le mientas al rey, pero si me cubres, te lo agradeceré siempre- dijo Arthur.

- No querrás hacerla esperar- afirmó Merlín sonriente.

Sin embargo, Diana lo vio salir con esa chica y los siguió, logrando ver cómo Arthur era hechizado por ella haciendo que sus ojos se volvieran rojos. La joven ahogó un grito de espanto y volvió corriendo al castillo, donde el pobre Merlín había sido puesto en el cepo y apedreado con frutas por "olvidar" decirle a Arthur que le tocaba patrullar con la guardia real.

- Oh, lo siento tanto, Merlín, debí cubrirte yo- dijo Diana muy compadecida, limpiando los restros de frutas que permanecían sobre el delgado y bonito rostro del muchacho.

- No es culpa tuya- dijo Merlín, sonriéndole.

- No, es culpa del idiota de Arthur- dijo Diana muy molesta- Tengo algo muy grave que contarles. Vi a Sophie hacerle alguna clase de hechizo a Arthur.

- Iré a investigar a la habitación del padre- decidió Gaius, intercambiando miradas de alarma con Merlín.

Lo hizo, entró en la habitación de Aulfric y encontró un bastón con extrañas inscripciones; pero fue sorprendido por Aulfric quien, al enojarse, mostró sus ojos rojos.

Mientras, Morgana se topó con Sophia, a quien amenazó.

- Si algo le pasa a Arthur, te encontraré, lo juro- fueron sus palabras.

Una mano sobre su hombro la tranquilizó. Reconoció el tacto conciliador de su mejor amiga.

- Lo tengo todo controlado, herman- dijo Diana con seguridad, haciendo que Morgana asintiera relajada.

Al día siguiente, Arthur volvió a salir con Sophia, pero esta vez, Diana pudo ayudar a Merlín.

- Mi hermano tiene un terrible dolor de muelas, padre- explicó Diana.

- Espero que no sea grave- dijo Uther.

- Gaius ya lo está tratando- intervino Merlín- Necesita reposo.

- Bueno, lo veré más tarde- se encogió de hombros el rey.

- Gracias por salvarme- le susurró Merlín al oído a Diana.

Esa tarde, Arthur manifestó su intención de casarse con Sophia ante el rey, llegando incluso a desafiarlo, algo que alarmó tanto a Diana como a Morgana. Por suerte, el carácter imperativo de Uther y el poco juicio que le quedaba a Arthur lograron poner el orden.

Esa misma noche, Diana y Merlín siguieron a Aulfric hasta el lago Avalon, donde este recitó un conjuro que hizo surgir a muchos seres luminosos. Merlín enlentó el tiempo y escucharon horrorizados lo que Aulfric planeaba. Corrieron de vuelta con Gaius.

- Gaius, ya sabemos lo que planea Aulfric- habló Diana.

- Quiere sacrificar a Arthur para recuperar la inmortalidad de su hija- completó Merlín- Fuimos al lago Avalon.

- La tierra de la eterna juventud- dijo Gaius- Por las escrituras del bastón de Aulfric, pude averiguar que nos enfrentamos a los Sidhe, seres mágicos que habitan en la tierra de la eterna juventud y que los mortales solo pueden ver antes de morir.

- Pues los vimos y seguimos vivos- afirmó Diana.

- Increíble. ¿Cómo eran?- preguntó curioso el médico.

- Eso no importa ahora- cortó Merlín- Hay que salvar a Arthur. Diana, no vengas. No tienes magia y podrías salir lastimada.

- No te dejaré solo- negó Diana.

- Merlín tiene razón, Diana- apoyó Gaius.

La princesa se rindió y asintió resignada. Merlín corrió a la habitación de Arthur y confrontó a los seres mágicos, pero el príncipe estaba hechizado y sus ojos cambiaron de color.

- ¡Arthur, debes escucharme! ¡Son seres mágicos!- reclamó Merlín.

- ¿Permites que los sirvientes le hablen así a tus invitados?- preguntó con cinismo Aulfric.

- No dejes que nadie nos separe- dijo Sophia.

Los ojos de Aulfric se volvieron rojos y arrojó a Merlín contra la pared con los poderes de su bastón, haciéndolo perder la conciencia. Con la ayuda de Gaius, se recuperó y salió corriendo en busca del príncipe, a quien los dos Sidhes habían llevado a Avalon, donde iniciaron el ritual. Arthur ya se había hundido en el agua.

Merlín llegó a tiempo, destruyó a las criaturas con uno de sus propios bastones mágicos y sacó a Arthur del agua a duras penas, trayéndolo sano y salvo a casa.

Merlín y la Princesa del DestinoWhere stories live. Discover now