Capítulo 14

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La maldición de Cornelius Sigan

Los ruidos de los hombres que exploraban bajo el castillo, en una excavación ordenada por el rey, no dejaban dormir a Diana.

- Merlín- llamó en voz baja, saliendo a pasillo.

- ¿Qué pasa, Diana?- preguntó en un susurro el aludido, acercándose a ella.

- No puedo dormir- confesó Diana- Ven conmigo a la habitación.

Con una sonrisa juguetona, la princesa lo tomó de la mano y lo arrastró hasta su aposento.

- Si el rey o Arthur entran aquí y nos ven, soy hombre muerto- susurró Merlín nervioso, cuando Diana hubo cerrado la puerta tras ellos- Di, esto no es co...

Diana no quería escucharlo, solo ansiaba besarlo y olvidarse de las estúpidas clases sociales, las normas, Uther, incluso su hermano. Así que lo besó sin pensar, de forma apasionada, rindiéndose ambos ante lo absorbente de la unión entre sus labios. Olvidaron el tiempo, las circunstancias, simplemente no supieron cuántos besos se regalaron sus bocas.

- ¡Merlín!- un grito de Arthur acabó con la magia.

- Lo voy a matar- amenazó Diana frustrada, a lo que Merlín rió.

- Será mejor que vaya a ver qué quiere- dijo él y se dirigió a la habitación del príncipe, quien tampoco podía dormir por igual causa que Diana.

- Diles que dejen de hacer ruido- ordenó el heredero.

- Pero trabajan bajo las órdenes del rey- objetó Merlín.

- Y tú trabajas bajo las mías, así que ve- exigió Arthur.

Merlín fue hacia el lugar de excavación y tomó una antorcha. Al entrar, vio que los trabajadores corrían espantados y que habían descubierto lo que parecía ser una fabulosa tumba llena de oro y joyas, con un sarcófago que mostraba una gran gema de extraño brillo en su centro. Al pie de este, había un hombre muerto que Gaius se ocupó de examinar poco después. La tumba también tenía trampas en forma de dardos escondidos en estatuillas. Gaius activó una sin querer y hubiese muerto de no ser por la agilidad de la magia de Merlín. Poco después, el rey y Arthur llegaron al sitio para contemplar el hallazgo.

- Sabía que había tesoros por descubrir bajo Camelot- dijo Uther orgulloso- ¿A qué antepasado debo esto, Gaius?

- Estoy investigando, sire- habló el médico- Pronto podré decírselo.

Al día siguiente, con el nuevo tesoro bien resguardado, los rumores sobre este empezaron a aparecer. Un tipejo distrófico, mal encarado, ojeroso, con cara de anémico, se propuso convertirse en el sirviente de Arthur para robar las llaves que abrían las puertas que guardaban el tesoro.

Diana estaba en la plaza, viendo con desaprobación cómo Arthur utilizaba a Merlín como banqueta para subir a su caballo. Cuando el príncipe se cayó del animal, no pudo evitar estallar en carcajadas.

- Merlín, ¿estás bien?- preguntó la princesa, cambiando su risa por un gesto de preocupación.

- No te preocupes por mí- dijo Merlín con una sonrisa amable.

- ¿Yo soy el que se cae y a ti te preocupa Merlín?- bufó Arthur molesto y adolorido.

- Bah, te lo merecías. Espero que te hayas golpeado duro- soltó Diana con marcado desdén.

- ¡¿Qué!?- chilló Arthur.

- Señor, permítame el honor de ajustar esta chincha- intervino el flaco anémico, trayéndole de vuelta su caballo al príncipe.

Merlín y la Princesa del DestinoWhere stories live. Discover now