Wattpad Original
Te quedan 16 partes más de forma gratuita

| • Capítulo 2 • |

27.5K 1.9K 778
                                    


Me aliso la falda y cruzo una pierna sobre la otra. Intento parecer profesional y desenfadada, pero la verdad es que siento un profundo retortijón en el abdomen. Estoy a nada de vomitar sobre los felpudos de la sala de espera por puro estrés.

Al parecer la vida está tratando de compensarme por el mal rato que me hizo pasar hace algunos minutos, porque al llegar me han dicho que el jefe tuvo un percance y viene con retraso. Al principio me sentó bien, después de treinta minutos me pareció un poco pasado, pero ahora que llevamos dos horas esperándolo, me parece una falta de respeto.

La impuntualidad es un rasgo que odio con todo el corazón. No hay mayor muestra de indiferencia y poco respeto hacia tu tiempo que alguien que te hace esperar. Es no tener palabra, pero pienso pasarlo por alto solo porque ahora entiendo que algunos días sencillamente no son nuestros días.

Me miro en el espejo e intento verle el lado bueno a mi fatídico aspecto. Mi cabello castaño, teñido de un mal rubio ya no parece tan ordenado como lo dejé esta mañana. La carrera de camino a la empresa me dejó hecha un desastre y la peor parte es tener que admitir que, sí, el cambio de ropa había sido un desastre total porque ahora el sostén empapado de café se me pegaba a la camisa y la había manchado dejando la silueta completa de mi ropa interior.

Quizá debí ajustar la camisa hasta después de secarme.

Por fortuna, una dulce ancianita que aspiraba al mismo puesto en la entrevista, me prestó su chal y me dio algunos consejos sobre cómo usarlo para cubrirme adecuadamente.

—¡Ha llegado! —anuncia la secretaria que ha tenido que soportar el repiqueteo nervioso de nuestros tacones y nuestras constantes quejas sobre el tiempo de espera.

Seguro que está más feliz de librarse de nosotras que de ver llegar a su jefe.

—Pasarán en el orden en el que llegaron —indica la secretaria.

Tiene una bella sonrisa en el rostro, unas curvas peligrosas y un atuendo sofisticado y profesional.

Maldigo mi suerte y me hago a la idea de que llegar a mi turno va a tomarme una hora más, pero, luego de un par de respiraciones de relajación, me aseguro que todo saldrá bien y que no tengo nada mejor que hacer en casa con Beca y Kleyton. Al menos en la empresa tenía aire acondicionado.

El trabajo al que aspiro es al de niñera. No es el que he soñado toda mi vida, pero es el que me va a permitir costear mi último año en la universidad y pagar mis medicamentos. Tengo que conseguir este empleo. No hay muchas opciones para alguien como yo.

Aunque odio a los niños. Odio sus rabietas, sus vómitos, limpiar sus suciedades, hacerlos eructar después de comer, limpiar su nariz y su saliva, vigilar que no se metieran nada potencialmente mortal a la boca, pero también he pasado el invierno entero cuidando a mis primos, los mellizos, y si pude sobrevivir a eso, puedo con esto. Es lo que me recuerdo siempre que pienso en las vacantes que he intentado llenar.

No creo que sea tan complicado cuidar de un niño rico. Yo había sido una y no recordaba que mis hermanos y yo hubiésemos sido un gran problema. Nuestras niñeras nos amaban... O al dinero de mi padre, pero siempre nos trataron de maravilla. Es pan comido si esos niños son como yo.

—Danyanet Collins —llama la secretaria después de, lo que me parece, una eternidad—. Su turno.

Camino con paso firme y confiado por el pasillo por el que me guía la secretaria, hasta llegar la puerta de la oficina. Aunque intento aparentar seguridad, la verdad es que el pánico está comenzando a apoderarse de mis piernas y en cualquier momento me voy a ir de cara contra el suelo. Me apresuro a entrar, le agradezco a la secretaria con una sonrisa forzada y me adentro a los lóbregos confines de la oficina principal.

El Café Moka de ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora