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| • Capítulo 15 • |

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Tarareo una vieja canción de The Masks

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Tarareo una vieja canción de The Masks. Es imposible no estar obsesionada con la banda de chicos, principal.ente ahora que he tenido la oportunidad de conocerlos de cerca. ¡Soy Tercera Fila! Es un honor, si soy sincera, aunque todavía guardo la esperanza de que mi sobrenombre ti.e forma de nombre y me convierta en una persona normal y no en una psicópata que. Así deja sin ojo al baterista con las sobras de un pretzel.

Algún día, Danya, algún día.

—No cantas nada mal —me felicita Dany, con una sonrisa de oreja a oreja.

Le regreso el gesto y abro la boca para agradecerle el cumplido, pero mi teléfono suena sobre la mesa. El nombre de Kleyton aparece en la pantalla y respondo sin dudar.

—¡Scott está preso! ¡¿Qué demonios vamos a hacer ahora?! —grita alterado—. ¡Nos van a matar, Danya!

Me disculpo con un gesto hacia Dany y camino hacia afuera intentando parecer despreocupada.

Me aseguro de mantenerme bajo la sombra del pórtico, lo suficientemente cerca para huir si es necesario.

—¿Puedes repetirlo?

—¡Scott preso, nosotros muertos! ¡No es tan difícil de entender!

—De acuerdo, lo primero que debemos hacer es tranquilizarnos.

—¡Y una mierda con eso! ¡Estoy seguro de que el imbécil de tu jefe tuvo algo que ver! ¡¿Tienes idea de lo que eso significa?!

—¿Y él qué tiene que ver en todo esto?

—¡Pagó la deuda!

—¡Sí, de nada!

—Entiendes lo que intento decirte.

Suspiro.

Lo entendía. Lamentablemente las probabilidades de que alguien hubiese atrapado a Scott sin ayuda eran mínimas. Todo cobraba bastante sentido cuando pensábamos en un tipo con la influencia de un Adacher involucrándose en estas cosas.

—Hablaré con él —le prometo—. Pero estoy segura de que no tiene nada que ver en todo esto. Daniel Adacher sabe respetar mi vida y no se metería de esa manera... Sabe que me gusta mantener mis asuntos privados en privado.

Sé que es una gran mentira. Mentir es como una enfermedad que se propaga como gangrena, pero necesitaba creer lo que profería: Daniel Adacher debía ser inocente. De lo contrario Kleyton y yo estábamos sumergidos en un serio, serio problema.

—Daniel —llamo una vez que llegó a la puerta de su oficina. Como no responde decido que es mejor irrumpir discretamente. Algunas veces las personas centran su atención en las tareas y olvidan al mundo alrededor—. ¿Daniel?

Daniel tiene la mirada clavada en una computadora, cuando nota mi presencia de reojo, se retira las gafas, se masajea la sien y, con los ojos cerrados, dice sin rodeos:

El Café Moka de ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora