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| • Capítulo 6 • |

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Lo mejor de la oficina de Daniel Adacher es que tiene una puerta de salida. Y lo mejor de mi jornada laboral es que termina en unas horas.

Ah, no, pero no creas que soy una pesimista, en realidad tengo buenos motivos para desear estar en cualquier otro sitio, como en el jardín, por ejemplo, al lado de la ventana, inconsciente, rodeada de cristales y hormigas.

¿Por qué prefiero arrojarme por la ventana en un momento como este? Ya te cuento.

Daniel Adacher llegó exactamente cinco horas después. Dany apenas tuvo tiempo de explicarme el funcionamiento de un par de cosas y darme pequeños spoilers sobre lo que tendría que hacer en mi trabajo como niñera. Fui sincera y le dije que no tenía ni pitera idea de qué diantres hacía una niñera, además de evitar que los menores se bebieran el ácido muriático debajo del fregadero o se acuchillaran por accidente... Esa clase de cosas que les da por hacer a los niños cuando nadie los mira de cerca.

—Este es un manual que espero puedas aprender de memoria —indica Daniel, sacando una pileta de hojas engargoladas de un enorme librero junto a la puerta—. Te será muy útil. Cualquier pregunta que se te ocurra... —Deposita el manual sobre mis brazos debiluchos—. Está ahí.

Apenas puedo sostenerlo sin hacer una mueca. Son varios tomos que seguro voy a usar para dormir cuando tenga insomnio, porque ni de chiste voy a leerlos enteros. Espero que Dan lo haya hecho, después de todo, es un niño prodigio, esas cosas se le dan mejor que a cualquiera.

—¿Es todo? —pregunto con una brillante sonrisa sarcástica.

No espero una respuesta, pero la recibo, maldita sea, la recibo.

—Es la introducción. —Sonríe. Juro que puedo ver el placer que le ocasiona torturarme de esa manera—. El resto están en la biblioteca. No tendrás problema con encontrarlos, son los libros más gruesos de la habitación.

Veo a Dan en busca de ayuda, pero él solo asiente confirmando mis sospechas. Estoy perdida.

Cuando Adacher llegó, nos hizo llamar a todos. La mujer que me recibió por la mañana, resulta que se llama África; tiene mal humor y los fines de semana libres; Dakota odia a los extraños... y, por ahora, creo que a todo lo que respira; Dany no deja de mirarme con una sonrisa de oreja a oreja y es, en resumen, lo único que evita que salga pitando de esta casa.

—Estarás a prueba. Un mes. Si los resultados no son satisfactorios yo conseguiré una nueva niñera que se adapte a mis parámetros —le dice a Dany con una mirada seria, dejándome claro que no me quiere cerca, pero el niño ha insistido.

Dan y yo asentimos con firmeza, como si estuviéramos de pie frente al general.

—¿Cuándo llega su madre? —pregunto una vez que me da la espalda cerrando de tajo la conversación.

Cuando me llamó para darme "algunas instrucciones", realmente esperaba que me diera instrucciones, no una pileta de hojas con las indicaciones. No tenía ni veinticuatro horas trabajando para él y ya podía ver que él no me lo iba a hacer más sencillo.

Adacher se sienta detrás del escritorio y me mira sin mucho interés.

—¿Su madre?

—¿La rubia de la cafetería?

Él me mira confundido.

—¿Lexi?

Me encojo de hombros. En realidad, nunca conocí el nombre de la rubia, no me la presentó, pero, por la forma en la que intervenía con tanta libertad sobre la elección de la niñera, supuse que era la madre de los chicos.

El Café Moka de ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora