XXVII

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Aún sigo observándola cuando su respiración se torna más lenta y pesada y su pecho pasa a moverse acompasadamente, lo que me lleva a deducir que está dormida. No ha soltado mi mano, sino que la ha llevado consigo por encima de su pecho y ambas permanecen tan cerca de su rostro que siento su aliento en mi piel cuando respira. Todavía me cuesta creer la situación. Estoy acostada en la cama de Lauren, con ella estirada bocarriba al lado, un brazo descansando parcialmente sobre su pecho y nuestras manos agarradas. Es tan surrealista que la chispa de emoción que se ha encendido en mi interior no me deja dormir.

Sin previo aviso, noto cómo los dedos de la otra mano de Lauren, que descansa sobre su propio vientre, se mueven en sueños. Es un movimiento súbito pero ligero, casi maquinal. Parece que va a quedarse en un simple gesto inconsciente hasta que, con una respiración profunda, se remueve y acomoda la cabeza para volver a quedar estática. Entonces sus dedos viajan hasta nuestras manos y se posan sobre la mía, comenzando a estudiarla lentamente y acariciando cada milímetro de piel. Después de mi mano, recorre mi muñeca y, muy despacio, prosigue con su estudio. Sus caricias me erizan el vello del brazo y, automáticamente, se me cierran los ojos, como si mi cuerpo quisiera disfrutar por completo de ese sutil placer. Antes de llegar al codo, sus caricias son cada vez más lentas hasta que se detiene, abandonándose de nuevo a la inconsciencia del sueño profundo, como un juguete al que de pronto se le gastan las pilas. Yo ni siquiera me molesto en abrir los ojos.

Cuando despierto ella no está.

Me froto los ojos buscándola a mi alrededor y descubro que estoy arropada bajo las sábanas. No lo estaba cuando me dormí y mi subconsciente recrea para mí un recuerdo inventado de Lauren levantándose, mirándome, arropándome. El olor del café filtrándose por la puerta me saca de mi imaginación. Mientras me levanto me asalta el recuerdo de sus caricias involuntarias y una agradable corriente eléctrica me recorre el brazo como si, sólo ahora, éstas tomaran realidad.

Al llegar al salón la veo de pie en la cocina, de espaldas a mí, ojeando un periódico que descansa abierto sobre la mesa. Está aún en pijama por lo que deduzco que no se ha levantado mucho antes que yo y, con la luz del día, reparo en que no es negro en su totalidad, sino que incluye finas rayas blancas. Como voy descalza no advierte mi presencia y, antes de que pueda decir algo, un repentino chasquido rompe el armónico silencio de la cocina, haciéndola pegar un bote del susto. Ay, joder, murmura por culpa del gratuito sobresalto, dejando de lado el periódico para dirigirse a las tostadas que acaban de saltar de la tostadora. La escena me causa tanta gracia que no puedo aguantar la risa, y ella se gira sujetando una tostada entre los labios para encontrarme ahí plantada en el marco de la puerta. Se contagia de mi risa aún con el pan entre los dientes, probablemente sintiéndose ridícula, y se dirige a la mesa cargando los platos en una mano y el café en la otra mientras dice algo ininteligible.

– ¿Qué? –pregunto sin esforzarme por reprimir la risa ante una situación tan absurda como cómica.

Lauren deposita las cosas en la mesa y, por fin con las manos libres, se saca la tostada de la boca.

– Que dejes de reírte de mí y vengas a desayunar –contesta fingiendo sin éxito un tono autoritario.

– Has hecho café –digo mientras me siento frente a ella en la mesa. No es una pregunta–. Y tostadas. –Ella asiente distraídamente como un niño que sabe que ha hecho algo que no debe–. ¿No se supone que estoy aquí para hacer esas cosas?

– ¡Ah! ¿Eres mi criada? –replica ella con falsa sorpresa–. A ver si lo eres y yo no me he dado cuenta. Porque si es así igual quiero aprovecharme de ti –bromea y enseguida malinterpreta su propio comentario–. Para las tareas de casa, me refiero.

Una carcajada limpia sale de mi garganta. Me encanta ver flaquear la seguridad de Lauren, es la única forma de sentir que por un momento el control es mío y no suyo.

El arte en una mirada; CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora