LVIII

6K 391 90
                                    

3/3

******
Despierto al lado de Lauren. Aparentemente hace ya rato que ha amanecido. Me siento como cuando se despierta de un sueño profundo y reparador dentro de un pijama de franela, me desperezo y me voy ubicando en su habitación, esa que tan bien conozco porque tantas cosas han pasado. La cama que fue nuestro nido tantas noches y que siento vuelve a serlo. Recuerdo la noche anterior como si hubiera sido un sueño. Más bien recuerdo los meses anteriores como si hubieran sido un sueño, que tienen más de pesadilla que de sueño. Hicimos las paces y las firmamos con la proposición aceptada de quedarme a dormir. Aún puedo evocar el sabor de la mujer que duerme plácidamente junto a mí. Me pregunto si habrá dormido bien sin mí todo este tiempo.

Todo me parece más bonito, desde la forma de su cuerpo que dibujan las sábanas hasta las propias sábanas, e igualmente en este momento encontraría preciosas y delicadas hasta las cortinas de la ducha. Permanezco largo rato con una sonrisa de estúpida en la cara y sin atreverme a ejecutar el más leve movimiento por si eso rompe el aura de luz que flota sobre nosotras y brilla en todas las cosas que hemos tocado, incluida la ropa desperdigada por el suelo.

Lauren emite un gruñido gutural en sueños, parecido al de los bebés dormidos, y siento una oleada de ternura. En cuestión de segundos se da la vuelta y en la inconsciencia del sueño me echa un brazo por encima rodeándome la cintura. Quiero acariciarle el pelo pero temo despertarla. Entonces ella misma abre los ojos despacio y me encuentra mirándola con cara de boba. Improviso una sonrisa para disimular. Echaba de menos su expresión adormilada.

– ¿Te he echado mucho la zarpa? –me pregunta con la voz cortada de alguien que todavía no le ha dado tiempo a despertarse del todo.

Echar la zarpa es una expresión muy utilizada por Lauren que siempre me ha hecho gracia, me recuerda a la ternura de los animales nobles.

– No –respondo con una sonrisa–. No suficiente.

Ella sonríe de lado como siempre que algo le ruboriza, mientras cierra los ojos de nuevo y me aprieta más fuerte contra sí. Ahora sí le acaricio el pelo. También echaba de menos su pelo, ni yo misma sabía cuánto.

– Vente conmigo –dice ella de repente.

Por un momento me pregunto si ha vuelto a quedarse dormida.

– ¿Eh? –respondo como la educada señorita de altas esferas que soy.

– He dormido demasiado bien y estoy como drogada, así que no me hagas repetir mucho las cosas. –Ahí está mi Lauren.

Abre los ojos y se incorpora quedando sentada con la espalda en el cabecero de la cama y las sábanas enganchadas debajo de las axilas. Alcanza el paquete de tabaco que tiene en la mesilla con el cenicero y se enciende un cigarro de buena mañana. Me ofrece uno, pero le digo que no me apetece vomitar en ayunas.

– Entonces vamos a tener que desayunar.

Le da una larga calada al cigarro y se acomoda en la cama mientras deja salir el humo despacio de entre sus labios.

– Tengo fichada una casa lejos de aquí –dice–. No es la casa de mis sueños, pero se acerca un poco. Hay un bosque muy cerca. Quiero alejarme de todo esto, de esta casa en la que sigo viendo a Brad...

También a mí me asalta la imagen de los ojos marrones desorbitados, del bulto magullado en el suelo.

– Vente conmigo –repite.

A mí sólo me sale reírme.

– Estás loca –sentencio.

Ella también se ríe, pero no lo desmiente. Le da otra calada al cigarro. Lo apaga para después y lo deja en el cenicero, se coloca la sábana y se planta frente a mí.

– Lo digo en serio. Vente conmigo, Camila.

La sonrisa se me queda flotando en la cara.

– No me contestes todavía. Vamos a desayunar.

Lauren se levanta de la cama enérgicamente tirando de mí. Yo apenas puedo andar a derechas después de lo que me ha dicho pero me contagia su energía y me da la risa otra vez. En medio de esa especie de borrachera contagiosa nos vestimos.

***
Pasamos el día juntas, tan juntas como si fueran a separarnos a la fuerza al día siguiente. Me convenzo de que no hay motivo para pensar algo así; dentro de mí no cabe ya más que la luz que Lauren no puede contener dentro suyo, no hay rastro de resentimiento, es como si ella me hubiera hechizado y todo hubiera sanado. Lauren sigue siendo Lauren pero es una Lauren más dulce, más risueña, con más seguridad, con menos miedo. Con menos miedo. La clave de todo.

– Me gustaba el maquillaje que llevabas ayer –me dice al llegar a casa, como si fuera algo que tenía pendiente manifestar–, pero esa carita dulce tuya... Nunca va a poder parecer maliciosa. Ya lo siento –concluye divertida.

Yo me he quedado enganchada en "esa carita dulce tuya". Tengo que archivar mentalmente todas las cosas bonitas que Lauren se atreve a decirme, porque no es su método habitual de funcionar. Se me suben los colores a las mejillas, no puedo evitar ser tan obvia. A Lauren se le escapa una sonrisa. Entonces se acerca quitándose por el camino un zapato y, un paso después, el otro, hasta acabar muy cerca de mí.

– Aunque no puedo decir que no me ponía un poco –confiesa con algo distinto en la voz, un toque de picardía.

Si lo que quiere es dejarme en evidencia y la cara como un tomate, efectivamente lo está consiguiendo.

– ¿Te gustaba? –consigo decir, arrepintiéndome después de tan insulsa pregunta.

– Me gustaba de otra forma –dice bajando la voz, pues ya está a centímetros de mí, jugando con un mechón de mi pelo–. Esos ojos oscuros... Ese rollo de villana...

No puedo comprobar si pensaba decir algo más, porque la tomo de la cintura y en volandas la siento en la encimera de la cocina que estaba justo detrás. Ella emite algo parecido a un gemido involuntario cuando la dejo sentada, es casi inaudible pero yo lo oigo, lo oigo y me hace muchas cosquillas en el vientre. Sus piernas se enredan alrededor de mi cintura y tiran de mí hasta que nuestras caderas quedan totalmente pegadas y en el choque parece producirse un chispazo de electricidad. La beso como si no hubiera un mañana y parece que nuestros cuerpos quisieran fundirse y ser uno solo. Mi sensación es que casi lo conseguimos.

– Camila –dice casi en susurros sobre mis labios entre beso y beso.

Le miro a los ojos esperando que continúe.

– Te amo –dice rápidamente justo antes de seguir besándome. El corazón se me encoge y los labios se me paralizan.

– Lauren –tartamudeo.

Ella me manda callar y noto el aire caliente que sale a través de sus labios acariciando los míos.

– Te amo –repite, como diciendo, es mi momento, tengo que decirlo–. Te amo, te amo, te amo.

No puede seguir diciéndolo porque no deja de besarme y yo me siento en el paraíso, como si una bola de cielo me hubiera crecido en el pecho y se estuviera expandiendo en todas direcciones. Te amo, te amo, te amo.

Lauren me quita la camiseta y seguidamente se quita la suya, al suelo cae la camiseta y el sujetador. De nuevo me atrae con necesidad hacia su cuerpo, los pechos pegados.

– Me voy contigo, Lauren –decido con toda seguridad–. Me voy contigo a donde sea.

******

Y... El final llegó, gracias por leer!

El epílogo probablemente lo suba mañana por la tarde... y bueno, otra vez, muchas gracias por tomarse el tiempo de leer esta increíble historia, si quieren leer la original pasen por el perfil de Urnother que también está en proceso de otra historia muy genial. Nos leemos por ahí lol.

Por cierto, pasen a leer mi nueva historia, se llama "Don't forget me".

Bsos.

El arte en una mirada; Camrenحيث تعيش القصص. اكتشف الآن