LV

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Los primeros acordes del bajista del grupo vibraron a lo largo del local comenzando a caldear el ambiente. A esto le siguió una melodía que se desencadenó en el preciso instante en el que yo me encaminaba a la mesa de Dinah con la (quería verlo como la mesa de Dinah y no la mesa de Lauren) bandeja en mano. Me di cuenta a mitad de camino que no estaba preparada, pero ya era tarde para mentalizarse.

Quise rodear lo máximo posible a Lauren, de forma que pudiera evitar cualquier contacto con ella, así que aparecí por detrás de Dinah y comencé a servir las bebidas, bajo la mirada distraída de mis compañeros, que alternaban su atención del grupo que tocaba a los vasos que aparecían delante de ellos. Me fijé en que la mirada de Lauren era la más distraída de todas, pero a la vez la más tensa, como si algo le obligara a mirar a la banda pero esta misma fuera la única cosa de la que no se estaba enterando. Me fijé también en que me temblaban las manos y procuré terminar rápido. Pero algo me empujaba a observar a Lauren. Supongo que quería reconocer en ella algún signo del tiempo que había pasado, alguna cosa que me ayudara a entender que el cordel que nos unía se cortó, tal vez apreciar un resquicio de enojo, pero los meses que habían transcurrido me parecieron apenas un suspiro cuando la tuve delante.

Por otro lado, su indiferencia despertó en mí una rabia olvidada, y no por ser indiferencia sino por no serlo en realidad. Era una indiferencia falsa, fingida, escondida en el rabillo del ojo mientras me tenía a su alrededor. Fui a colocar su bebida en la mesa y se apartó más de lo necesario para que lo hiciera.

Volví rápidamente a la barra porque no quería enfrentarme a lo que su presencia empezaba a hacerme sentir. La vi de lejos. Bebió de su copa, más bien se mojó los labios, con la delicadeza de quien sabe que está siendo observado, y mantuvo su atención en la actuación. Decidí hacer lo mismo. Pero interiormente, repasé la historia de principio a fin, me conté con detalle selectivo el cuento que me había estado contando a mí misma en los últimos meses, y así conseguí que la sensación de falta de control que me dominaba se viera sustituida de nuevo por el rencor, por la ira contenida. Y me sentí más a gusto en mi autocompasión, repitiéndome una y otra vez que me dejó sola cuando más la necesitaba, que tuve que cargar con la culpa sola en todo momento, que no me valoró en absoluto.

No tardaron mucho en pedir otra ronda de bebidas. Lauren se ocupó de encargárselas a otro camarero y por una parte me alivió, pero por otra avivó más el fuego que me consumía. Sin embargo, para mi desgracia, el compañero que les había atendido me pidió que se las acercara yo mientras él se ocupaba de otros asuntos. Es lo que pasa siempre, cuando menos ganas tienes de hacer algo más factores se juntan para que lo hagas. Odié un poco a Murphy.

Ella tenía las piernas cruzadas y los dedos le descansaban sobre la falda. Había girado ligeramente la silla para poder ver mejor la actuación de los chicos, y tal vez por eso no me vio llegar a mí hasta que estuve suficientemente cerca. No sé si hice algún movimiento brusco, desde luego no fui consciente, pero creo que perturbé su tranquilidad, porque cuando casi había llegado a su mesa a ella le dominó el súbito amago de levantarse pero no llegó a hacerlo, sólo se removió en la silla como si estuviera incómoda. Ocurrió rápido, pero a mí me pareció que todo pasaba a cámara lenta. Su reacción fue demasiado confusa para mí como para poder reaccionar de otra forma; quise apartarme creyendo que iba a levantarse (huir), y cuando entendí que no lo haría, que simplemente actuaba como si la postura le hubiera resultado repentinamente incómoda, fue tarde para esquivar una silla de la mesa de al lado, con la cual tropecé a una distancia de Lauren demasiado inoportuna. En mi mente se desarrolló lo que creí que sería la escena que estaba por ocurrir, casi vi la gravedad actuando, mi cuerpo doblándose patéticamente para acudir a su hermosa unión con el suelo, la bandeja volando por los aires con sus vasos correspondientes, todos con vida propia para poder ir a parar cada uno a una persona distinta, probablemente uno de esas copas acabaría sobre la ropa de alguien, probablemente la de Lauren, probablemente la tierra no me tragaría por mucho que lo suplicara (y suplicaría), probablemente todo se convertiría en unos segundos en un caos de cristales rotos y hielos que atraerían las miradas ajenas hacia la camarera torpe que ya la había fastidiado en su primer día de trabajo. Probablemente sería el último día de trabajo de la camarera torpe.

El arte en una mirada; CamrenOnde histórias criam vida. Descubra agora