VIII. El manto de la oscuridad

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Cuando lo notaron, estaban a los pies del Olimpo.
En la entrada cercana al elevador del Empire State se sumían entre la multitud casas de dioses menores y mayores, en las nubes estaba una inmensa batalla entre relámpagos y truenos.
– Zeus está peleando. Si me disculpan.

Los bajó del maletín y salió volando en su ayuda a Zeus.
– Bien chicos. –Jason unió las manos.– ¿Qué hacemos?
– ¿No teníamos un plan? –Noam preguntó.
– ¿Qué es un plan?
Se miraron asustados y el rubio hijo de Júpiter suspiró.– Bien, este es el plan.
Se puso de puntas y señaló en el suelo figuras para formar el plan.

– Iremos por el frente, llegaremos a los tronos y trataremos de proteger el lugar como podamos.




Asintieron y comenzaron a subir.
Dando zancadas subían las escaleras, la oscuridad seguía latente en el lugar y las casas estaban abandonadas. Las criaturas mágicas no se hallaban por ningún lado, quizás escondidas en grietas o cuevas pequeñas.
Llegaron al penúltimo nivel de casas antes de la gran sala, ahí estaban ubicadas las calles que indicaban "Hécate", "Némesis".
Noam se detuvo contemplando la casa de su madre, no era tan especial, una construcción de estilo griego con símbolos de Némesis en las ventanas.
— Espero esté bien.

Siguieron corriendo hasta llegar a la sala principal, se sorprendieron al ver que no estaba sola.
En los tronos de los dioses menores se erguían Némesis, Hypnos, Circe y Eros.
Eros sonrió al verlos.
– ¡Hola chicos! ¿Cómo están?
– ¿Qué hacen aquí? –Nico lo miró con el ceño fruncido, aún recordaba cómo por su presencia tuvo que confesar que Percy era su enamorado pero en la forma de Cupido.
– Es de mala educación responder una pregunta con otra pregunta. –suspiró y se recargó en el trono.– Al ser dioses menores sin muchos poderes, no podemos hacer mucho. Así que nos quedamos aquí como plan de emergencia si llegan a la gran sala.
– ¿Hestia está en el combate? –Percy recordó sus experiencias con la señora del fuego del hogar.
– No, ella está cuidando el fuego. Al menos está avivado por nuestra presencia sobre los tronos menores.




Un silencio se armó en la sala, Noam tomó el valor de mirar a su madre y ambos cruzaron miradas.
Con el cabello negro corto y ojos verde esmeralda, una chaqueta de cuero y un cigarrillo entre sus dedos, la intimidación surgía de sólo verla pero Noam no la sentía.
– Hola, mamá.
– Noam... Un descendiente mío en una profecía. –tomó una bocanada de su cigarrillo.– Por fin un poco de respeto.
– ¿No se supone debes estar peleando?
– ¿Para qué? Sólo sirvo como plan de emergencia a los dioses mayores, pfff, ineptos. –apagó la colilla en el trono y la tiró por ahí, Eros la miró molesto dando a entender que la recogiera pero decidió ignorarlo.– Si tienes que dar equilibrio, debe ser por diferentes partes. Y más tú Noam, tu hora estará por llegar.

Jason conocía ese tono de voz.
"Oh oh". Sabía que pediría algo a cambio de saber su futuro, aunque esa no era su especialidad de todas formas tenía el poder de hacerlo.
– ¿M-Mi hora? –Noam sintió la boca seca.
– No hagas caso Noam. –Jason se acercó.– Nadie de nosotros necesita saberlo, ahora. –señaló con su daga a los dioses menores.– Ustedes no son todos los dioses menores, ¿Dónde están los demás?
– Escondidos, duh. –Circe tomó la palabra, sonrió para sus adentros. Había escuchado todo lo que sucedía entre Nico y Percy y era emocionante ver cómo acabaría todo ese juego.– No todos se aparecen por aquí, nosotros tomamos puestos solamente por compromiso.
– Circe, por favor. –interrumpió Hécate, su madre.– Sabemos que vienen para ayudarnos, pero no pueden hacer nada. La batalla está surgiendo en el cielo y no somos tan importantes con privilegios como carruajes mágicos. Incluso siendo la diosa de la magia, no podemos hacer mucho.

La Poción de Circe (Percico)Where stories live. Discover now