XII. Ahoga las penas en agua de mar

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Nico abrió una grieta en el suelo lo suficientemente espaciosa para entrar en ella y la cerró ligeramente, sabía que no podría aguantar mucho tiempo así a causa de su claustrofobia.

Entre los rayos de luz que entraban, se  veían las sombras de los campistas y después un fuerte olor a sal y océano le envió una señal de alerta a su cerebro.


— ¡Nico! Maldita sea Nico, dónde estás...

Su sombra desapareció y sus pasos se hicieron más lejanos, con un suspiro abrió las grietas y salió. Bajó corriendo la colina llegando a una parte del bosque que conectaba con el lago. La náyades jugaban y charlaban animadamente sin notar la presencia del hijo de Hades.

Dando pasos largos llegó hasta una de las orillas del río que cruzaba el campamento. Se sentó en la orilla poniendo las rodillas en su pecho y rompiendo a llorar.

— Demonios Perseo Jackson... —secaba sus lágrimas con la manga de su chaqueta y ahogaba los gritos que tenía por dentro.

— No llores di Angelo. —se sobresaltó al escuchar una voz femenina que no se parecía en nada a la de Hazel. Era alta e irradiaba un aura de amor y belleza, sus ojos eran verdes y de rasgos asiáticos con el cabello largo azabache y lacio. Su ropa era roja, se sentó a su lado.

— ¿Y tú quién...?

— Afrodita, querido. —rió.— Sé que lo que hicimos mi hijo, Circe y yo estuvo mal pero-

— ¡No hay excusas! —cuando notó su tono de voz, escondió la cabeza entre su chaqueta apenado.— M-Mi señora...

— Está bien gritarme, me lo merezco. Pero debes saber que lo que sientes por él es real, siempre lo ha sido.

— Pero él jamás me ha querido. —se cruzó de brazos el chico.

— Ay, pequeño Nico. —se acercó rodeándolo con un brazo sobre sus hombros.— Ciego el que no quiere ver. Annabeth y él sólo estaban destinados a ser amigos, él estaba destinado contigo, ¿Por qué crees que se preocupa tanto por ti? Incluso te buscó después de la muerte de Bianca y de tantos errores sigue contigo y te adora. Eres lo más importante para él porque realmente te quiere... Bueno, ama.

— Pero-

— ¡No hay peros Nico! ¡¿Quieres pruebas?!

— N-No mi señora...

— Así me gusta, ahora. —pasó una mano sobre el cabello alborotado del menor.— No niegues lo que siente tu corazón. Sabes que es real, síguelo, di Angelo.

— Lo haré. —sonrió de lado y para cuando volteó se había esfumado, dejando una ligera brisa con olor a perfume Channel del número 5.— G-Gracias...

Miró hacia el río, la luz se reflejaba por entre las copas de los árboles y parecían cristales sobre el agua.











(...)



8 PM


Percy llegó rendido a su cabina y se lanzó sobre la cama haciendo una rabieta.

La Poción de Circe (Percico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora