Capítulo N° 16

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Expresso

Henry se llevó las manos hacia el rostro, cubriéndose con ellas y frotando su cara una y otra vez no entendiendo lo que le sucedía, o más bien, fingiendo no saber que aquellos nervios, la sudoración y el pánico se debían a cierta chica linda que le esperaba afuera. No tenía ni la más remota idea de cómo lidiar con aquellas emociones tan extrañas que le causaban sonrisitas estúpidas y sin sentido.

Carajo, era solo una chica. Una linda nena consentida, se corrigió.

Exhaló, liberando rápidamente la tensión y salió del almacén con un nuevo frasco de café molido.

—¿Lo tienes? —inquirió Marie tan pronto le vio salir, encendiendo la máquina, Henry asintió y se lo pasó.

—Si, toma —lo abrió y ella le agradeció, vertiendo las cucharas precisas para su elaboración. Le miró impresionado de su capacidad, él había literalmente exprimido su cabeza la primera vez que había usado aquella cafetera del demonio, lo cual quería decir o que era muy imbécil o que ella era muy habilidosa. —¿Lo habías hecho antes? —preguntó, notando como la chica presionaba la tapa con trampa y guardaba el tarro de café en su gabinete correspondiente.

Marie solo atinó a asentir.

—¿Ya habías trabajado aquí? —se interesó en saber, luego de notar como Marie parecía saber en dónde se guardaba y encontraba todo.

—Sí —musitó ella, encogiéndose de hombros y restándole importancia, sin querer ahondar en el tema.

—¿Cuándo? —insistió el chico, notando la tensión en sus hombros.

Era muy temprano todavía y sin embargo, Marie ya había formado parte de dos interrogatorios, no quería ser grosera, quería ser su amiga, agradarle a aquel extraño chico, pero no podía no evitar repeler a su primo de su cabeza. A veces se preguntaba si le seguía queriendo.

Alzó la vista, separando su mirada de la barra de granito en donde apoyaba su peso con ambas manos y le miró directo a los ojos. Tenía que intentar hablar con naturalidad de aquello, tenía que avanzar y dejar de ver hacia el pasado, dejar de lamentarse por sus esperanzas rotas. Esperanzas que ella misma se había otorgado.

—Hace alrededor de medio año, creo.

—¿Y por qué lo dejaste? —Henry frunció el ceño, prestando atención ahora que Marie parecía ceder.

—No lo dejé—niega —. No era un trabajo realmente, fue cosa de un día. Gabriel necesitaba de alguien que se hiciera cargo de la cafetería mientras él se ausentaba por unas horas y yo le ayudé a cubrirlo.

—¿Así que tú y mi primo son muy amigos?

Gabriel no había mencionado aquello, ¿o sí? Se preguntó Henry, indagando en sus propias cavilaciones.

—No exactamente —musitó ella —. O al menos no por ahora.

Henry estaba a punto de preguntar a qué se refería con eso cuando un cliente ingresó al local.

Se guardó sus preguntas para más tarde, aún seguía teniendo dudas al respecto y no las dejaría pasar por alto. Atendió al hombre del edificio de enfrente y preparó con avidez el café Expresso que había ordenado.

Cuando terminó, buscó a Marie, quién se encontraba intentando subir a la barra de granito, apoyándose de sus manos. Se burló de ella y le ayudo a acomodarse, Marie se sonrojó pero no dijo nada, en cambio, balanceó sus pies.

—¿Qué quieres decir con...?

Marie le interrumpió, cambiando bruscamente de tema.

—¿Cuántos años tienes?

AgridulceWhere stories live. Discover now