Capítulo N° 20

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Pasta

A Henry le parecía adorable la manera en que Marie manchaba sus comisuras con la salsa de tomate de la pasta que estaban comiendo. Era un gesto tan genuino de la chica, que ni siquiera había mencionado el hecho de que estuviera toda cubierta, inclusive de la nariz. Le gustaba escucharla hablar y hablar sin un tema definido y no quería parar aquello.

—¿Que ocurre? —mencionó ella de pronto, limpiando su boca con una servilleta. Marie había notado que Henry llevaba mucho rato sin hablar y de pronto ambos se habían sumido en un silencio repentino, del que ninguno de los dos había hecho reparo de romper.

—¿Por que lo dices? —inquirió él, extrañado. Decepcionado de que la chica hubiese limpiado sus labios, había mantenido su atención toda la noche directamente en ellos y tenía una buena coartada para cubrirse de eso, ahora ya no.

—No has dejado de mirarme fijamente por un largo rato, ¿que tanto piensas? —Marie temía haberle aburrido tanto que ahora se encontrase en alguna clase de viaje astral, muerto del aburrimiento.

—Oh, disculpa. No me había dado cuenta —en realidad si que lo había notado. Se había quedado como un tonto soltando saliva ante aquel ser divino con quien compartía mesa.

Poco a poco Henry estaba cayendo bajo los encantos de la chica voltereta, era tan ella, tan genuina, tan dulce que le hacía sentirse tan bien, tan feliz y diferente. Y le agradaba, lo cual era sorprendente; Marie le estaba enseñando tantas cosas sobre sí mismo de las cuales nunca antes había reparado y lo mejor era que ella no se daba cuenta de que lo hacía, puesto que el cambio había sido gradual, Henry estaba haciendo un descubrimiento sobre sí mismo que nunca antes había hecho. Eso le hizo pensar sobre un asunto de importancia, pero no encontró conveniente soltarlo tan de pronto, aún faltaba tiempo para que llegase el momento de irse a la universidad, si es que lograba entrar. La esperanza era lo ultimo que moría y él tenía toda la suya puesta sobre de ello.

—Estaba pensando en lo hermosa que eres —respondió él a su pregunta previa. Notó como a Marie se le encendían las mejillas y sonrío abiertamente, provocando que la chica cubriera su rostro con ambas manos.

—¡No hagas eso! —chillo ella despacio.

—¿El que? —sonrío el, llevándose el tenedor a la boca burlón. Bien sabía lo que provocaban esa clase de comentarios en ella y se mofaba a su costa.

—¡Eso! Lo que dices, es adrede.

—Pero si solo digo un hecho —se encogió de hombros, dando un sorbo a su bebida —. Eres guapísima, lo sabes ¿no?

—Pues cuando lo dices de esa forma me haces sentir aún más especial —admitió Marie —. Siendo honesta... no me considero una chica con baja autoestima, pero siempre hay alguien mejor, alguien más linda, alguien que sobresale por sobre las masas, alguien a quien es imposible no ignorar y no darse la vuelta dos veces para poder apreciar el doble. Nunca me sentí esa clase de chica, a pesar de todo.

—Eres guapísima eso te lo digo desde ya, aunque supongo qué hay cierta razón en lo que dices; siempre hay alguien para cada persona, supongo. Quien llegue a voltear a verte dos veces habrá de confirmarlo —Marie meditó las palabras del chico frente a ella y achicó sus ojos, Henry parecía querer agregar algo más, pero se guardó el comentario para si. Le agradaba aquello, esa confidencialidad, esa forma de poder expresar todo lo que su mente formulara, sin tapujos.

—Gracias —susurró ella, volviendo la atención a su comida, con un ligero hoyuelo marcado en su mejilla derecha, intentando esconder su sonrisa.

—No hay de qué —Henry le miro fijamente, ¿cómo era posible que un ángel como ella no se diera cuenta de lo que era capaz de provocar? —. Tal vez sea muy pronto para admitir lo que voy a decirte, pero tú eres esa persona para mi. Me es imposible no girar y mirarte una sola vez, podría voltear a verte una, dos y hasta tres veces. Las que sean necesarias para confirmar que de verdad existes. Y no es un halago, es un hecho.

AgridulceWhere stories live. Discover now