Capítulo N° 23

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Ensalada

El lunes Marie llegó al café temprano por la mañana con una sonrisa iluminando por donde caminaba, había anhelado que fuera el día siguiente desde que se había acostado a dormir la noche anterior. Estaba tan ansiosa de volver a ver a Henry que su sonrisa se ensanchó aún más cuando lo visualizó desde el otro lado de la puerta detrás de la barra, sosteniendo su vaso humeante de chocolate, listo y a la espera de ella.

—¡Hola! —Marie le saludó entusiasta, lo cierto es que le había extrañado como no tenía una idea. Y el mensaje de texto que le había enviado él el domingo la habían puesto más feliz que de costumbre, a pesar de lo pesados que podían llegar a ser sus hermanos y sus bromitas.

Dejó los postres sobre la barra de vidrio y se regresó a por los que cargaba Jason detrás suyo, no sin antes haberle dedicado una dulce sonrisa en respuesta al guiño coqueto que le había dedicado su chico.

—¿Qué hay Zanahoria? —Henry le saludó al chico alzando la mano y cuando Jason se despistó, rodó sus ojos. Nadie más a parte de Marie le decía zanahoria por burla.

Una vez los pastelillos se encontraron en su lugar, Marie se despidió de su hermano y corrió hacia donde se encontraba Henry, entusiasta.

Alzó la mano, a punto de tomar su chocolate, pero Henry fue rápido y lo alzó sobre su cabeza y le mostró sus labios juguetonamente, Marie se rió y cedió, besándole gustosa.

Henry profundizó aquel beso lo más que pudo y finalmente suspiró, tendiéndole la chocolatada —Te extrañé —se sinceró con voz baja y Marie lo tomó como un gesto muy cursi de su parte.

Ella también le había extrañado, pero que él lo admitiera le emocionaba el doble. Quería decir que realmente todo aquello sobre sus sentimientos era real, realmente le quería y se alegraba de haber aceptado continuar adelante a pesar de los pocos meses que les quedaban juntos. Por ahora no quería imaginar qué sería cuando el tiempo se agotase, ¿para qué preocuparse por aquello teniendo tan maravillosa realidad delante? Debía disfrutar el momento lo mejor posible.

El día fue relajado a pesar de ser inicio de semana, el café no tuvo la cantidad de clientes que solía tener comúnmente, por horas llegaba más gente que otras, por lo que a eso de las doce del mediodía Henry decidió voltear el letrero de abierto a cerrado y se sentó junto a Marie en la mesa favorita de ella, la que daba una espectacular vista panorámica hacia la plazoleta, no se alcanzaban a vislumbrar personas, por lo que no se preocuparon en realidad de que alguien fuese a molestarlos.

Marie siempre cargaba con algo para comer, ese día había llevado una ensalada de pollo con verduras y le tendió el topper de tapa azul a Henry, quien lo recibió gustoso.

Nadie nunca se había preocupado por alimentarlo, Marie era una increíble cocinera. Aunque, sus temores comenzaban a ponerle inquieto, no quería aumentar de peso. Tenía que mantenerse impresionante para las chicas, o en este caso, para Marie, quien era la única chica a la que quería impresionar con su cuerpo de adonis en desarrollo.

Aún estaban en esa fase de... exploración y lo que menos quería era arriesgarse a perder su abdomen plano, por que sí, Henry no tenía una barra de chocolate como otros, pero se conformaba con no aumentar de peso. Y que no estuviese marcado no quería decir que fuese menos fuerte, es decir, tenía músculos, pero magros.

¡Que tormento el suyo, pero que delicioso era comer!

—Linda, te has superado a ti misma—dijo Henry, con ensalada aún en la boca, gimiendo de gusto —. Tú eres la elegida, definitivamente, cásate conmigo ahora.

Henry había analizado sus palabras, sabía bien lo que había dicho y no se arrepentía.

Marie sonrió, contenta de que le gustase. Su corazón se encontraba bombeando rápidamente por sus palabras y aunque no quería demostrar que se encontraba repitiéndolas una y otra vez en su cabeza, el ligero rubor desde su cuello hasta sus orejas le delataba.

—Así que es verdad eso de que se conquista a un hombre por medio de su estómago —Marie tomó de su barbilla, mirándole disfrutar de su almuerzo —interesante.

—Hazme aumentar quince kilos, ya no importa.

—Estoy segura de que aún y pesando de más, me seguirías resultando atractivo.

—Eso dices ahora, dame un par de meses y veremos si es verdad.

Aunque Henry quería demostrar que era un chico muy seguro de sí mismo, la realidad era que tenía complejos, como cualquier otra persona. Su tono de cabello le resultaba molesto y el contraste con sus ojos le hacían acreedor de diversas bromas, sus pecas, su tono de piel tan malditamente delicado. ¿Es que había algo que no estuviera mal con él? Bueno, si había una cosa, pero era una enorme cosa y no se podría describir su majestuosidad en unos cuantos párrafos sino en un capítulo entero.

Marie notó el cambio de su semblante, pero guardó silencio y continuó admirándolo a la vez que comía.

No había notado que sus ojos en realidad eran bellísimos, con esas motas de café claro en el centro, haciendo realzar el turquesa predominante de su iris y ese perfil delineado y varonil, con una nariz recta y labios delgados pero rosados, Henry era casi como una celebridad andante. Era guapísimo, quizá el chico más guapo que había visto en su vida se atrevería a decir y, además, por si fuera poco, el mejor vestido. ¿Quien usaba todos los días camisas de vestir? Nadie, solo Henry.

Esa ensalada tenía algo, definitivamente. Él quería casarse con ella y ella le creía el adonis más malditamente atractivo del universo. Esa ensalada debería volverse una fama mundial. ¡Un invento billonario!

Marie se levantó y recogió su lugar, a la vez que traía algo para limpiar la mesa y Henry le ayudaba a recoger del suelo las moronas de las galletas con las que habían acompañado su comida.

Aún no había mucho movimiento de clientes, por lo que mientras Marie se encargó de atender a un par de chicas, Henry revisó los mensajes que le habían llegado mientras se encontraban almorzando.

"—Hemos sido invitados por el tío al que le rogaste hace un par de meses tocar en su sitio".

"—Él que tiene un gato consigo todo el tiempo".

"—Dice Harry que se llama León. Ya veo de donde la manía por el jodido gato tío JAJAJA".

Henry carcajeó al leer los mensajes de Zack y en ese mismo segundo le entró otro más de él, quien se encontraba en línea y continuaba escribiendo.

"—Queríamos invitarte a venir, después de todo fuiste el que nos consiguió tocar. Puedes traerte a tu noviesita y a más personas si quieres y sino también, queremos ver tu cara de culo, princesita".

"—No hay no por respuesta, no seas aguafiestas, el viernes nos vemos, recuerda: North West, 9p.m".

"—Pdta: Dice Harry que el gato es el que se llama León, quedé como un idiota tío".

Henry miró a Marie sirviendo las tazas de café al par de chicas y sonrió, su siguiente cita ya estaba arreglada y solo faltaba que ella dijera que sí, lo cual, con unos cuantos besos —esperaba que se resistiera y fueran más —lograría convencerla.



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