Capítulo N° 26

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Agridulce

Henry intentó tranquilizarse, pero, ¿qué significaba aquello?

¿Qué a Marie le gustaba Gabriel?

Ella había mencionado haber sido amiga suya, incluso había trabajado en la cafetería antes, pero siempre se encontraba renuente a hablar mucho sobre el tema. Su primo no le daba más explicaciones de las estrictamente necesarias y en ocasiones, ni eso. Inspiró profundamente y se recargó sobre los lavabos frente al espejo de los sanitarios, alzó la vista y visualizó a Marie en el marco de la puerta, se giró aún apoyado contra el granito y la chica avanzó hacia él tanteando el terreno.

Marie le analizó, intentando descifrar qué era lo que pasaba por la cabeza del chico frente a ella, alzó su mano y acarició su mejilla —¿Estás bien?

Henry estaba muy confundido, pero no sabía si lo que quería realmente era saber qué había ocurrido, temía descubrir algo que le lastimase, después de todo, no era tan duro como aparentaba para esa clase de cosas. A veces es mejor vivir engañado.

Tomó la pequeña mano de Marie con la suya y le acarició con suavidad y delicadeza, Marie siempre había sido como una especie de ilusión para él, la pequeña niña que vivía enfrascada en sus fantasías, era en realidad el sueño imposible suyo.

—Ay, Marie —suspiró, dejando salir el aire lentamente entre sus labios, dejó caer la mano, deshaciéndose de la de ella al mismo tiempo —. No soy ningún estúpido, pero realmente no sé si...

El sonido de la cadena del baño le interrumpió, un chico pasó a su lado con premura y lavó sus manos con torpeza, una vez afuera, Henry verificó que nadie más se encontrase dentro, echó el pestillo de la puerta de entrada y prosiguió, más alterado que en un principio —. La verdad es que no sé si realmente quiera saber qué ocurrió entre tú y mi primo.

—Nada, nada ocurrió —aseguró ella, con el ceño fruncido —. Sólo éramos amigos.

—Si sólo hubieran sido amigos, Marie, no habrías puesto la cara de espanto que pusiste cuando tu amiga mencionó lo de ir a verlo todos los días al café.

—Es sólo que no sabía cómo lo ibas a tomar —murmuró ella, queriendo escapar de aquella conversación.

—¿El qué? —ironizó Henry, intentando mantener los estribos; jamás en toda su vida habían querido tomarlo por tonto como en aquellos momentos — ¿El qué fueras amiga de Gabriel? ¿por quién me tomas Marie? No soy así de mezquino, ¿es esa la impresión que tienes de mí?

—No —la voz de Marie tembló y Henry recompuso el tono de voz, no había cruzado más allá de los límites, pero para Marie era sencillo volverse sensible cuando las situaciones se salían de control.

—Sales conmigo ¿por cuál razón? —realmente quería conocer su respuesta, se moría por escuchar la razón. Si lo tenía en un concepto tan ruin, ¿por qué estaba con él? Al mismo tiempo, no podía evitar ignorar el hecho de que Gabriel recién se había marchado para cuando él ocupó la vacante de la cafetería, lo cual para Marie era relativamente corto de tiempo, ¿sería que él le recordaba en parte a su primo?

—Porque me gustas —confesó Marie, intentando solucionar su propia maraña de pensamientos.

—¿Te gusto yo o te le recuerdo a él?

—¡No! Por supuesto que no —ella también comenzaba a salirse de sus casillas y, el sonido de unos nudillos golpeando la puerta le colmaban la paciencia—. ¡Me gustas tú! Estoy contigo ahora, porque estamos juntos, ¿no?

—Sí, estamos juntos —respondió él en voz baja, recuperando la respiración que no sabía había perdido.

Marie le envolvió entre sus brazos y él correspondió al abrazo, cerrando sus ojos con fuerza, inhalando el aroma del shampoo que desprendía su cabello.

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