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MinHo miró medianamente sorprendido como YongBok devoraba esa comida, de vez en cuando se relamía los labios antes de llevar otro bocado a su boca. Hacia exclamaciones como si un alimento gourmet estuviera a su disposición que hubiera sido especialmente preparado para él por el mejor chef del mundo.

Esperó pacientemente hasta que terminara de comer pensando en lo que pasó solo minutos antes. Las molestias habían iniciado a tan solo días de lo ocurrido con su pareja, pasando primeramente solo dos veces al año, luego cuatro hasta llegar al punto actual, una o dos veces al mes esa angustia y ese dolor lo visitaban.

Lo odiaba profundamente, alguna que otra vez le había implorando a su pareja que lo dejara en paz, si en verdad lo amaba tanto que le dejara vivir su vida.

El sonido de los palillos contra la mesa lo trajeron a la actualidad, la imagen del omega portando una linda sonrisa mientras terminaba de limpiar sus labios era algo que calentó su maltratado corazón de una manera que le descolocó ligeramente.

— ¿Te gustó?

— Muchas gracias, alfa —agradeció sinceramente YongBok.

— Solo llámame MinHo... o hyung, como te sientas más cómodo —respondió el alfa, ser llamado de esa manera no era de su agrado— ¿Puedo hacerte algunas preguntas, Lee YongBok?

— Claro hyung.

MinHo se levantó para limpiar los platos, pensando en que preguntar, el omega por su parte jugaba con sus palillos luchando por evitar pensar en lo que había pasado horas antes.

— ¿Cómo llegaste aquí? —preguntó sin rodeos.

YongBok empezó a mover su pierna debajo de la mesa como si con esa pregunta se desbloquearan todos los recuerdos que tenía guardados bajo llave; su mirada fue directamente a sus manos y su labio inferior fue apresado por sus dientes.

El alfa nuevamente liberó feromonas para tranquilizarlo, logrando su cometido en segundos; todo eso sin dejar de limpiar los platos.

Lee YongBok es un pequeño omega originario de Daegu, a varios kilómetros de su posición actual. Nacido en una familia tradicional, donde apenas y podía respirar sin ser mandado a hacer algún quehacer. Hijo más pequeño de cinco hermanos, todos estos siendo alfas.

Nunca se había sentido cómodo en ese lugar, sus hermanos siempre lo trataron mal por tener una estatura un poco baja, y a pesar de su voz, el chico era muy tranquilo.

No le gustaba jugar a las peleas, en verdad no le gustaba salir de esos «juegos» con moretones en todo el cuerpo y un dolor increíble, no le gustaba ir de caza. Aunque lo que en verdad odiaba era tener que matar a animales salvajes solo para tener un mejor status.

Cuidaba de su madre como su padre no lo hacía, la ayudaba en todo lo que ella le dejaba siempre escapando de la mirada de su padre, ese asqueroso alfa sin neuronas que solo pensaba con el orgullo y con el pene.

Ese hombre era el causante que el joven omega se encontrara en las calles, no podía consentir a la idea de que uno de sus hijos fuera omega. Para él eso significaba la deshonra más grande posible y por ello apenas pudo echó al joven fuera de su terreno.

Yong estaba seguro que si su padre llegaba a saber su más profundo secreto nunca lo hubiera echado.

Parecía una estupidez, pero así se regía esa sociedad, los omegas sufrían todos los abusos posibles, ser un hombre y ser omega para muchos significaba un problema al cual debían aniquilar causando que la tasa de omegas machos en las calles o prostíbulos fueran altas sin contar la tasa de suicidios.

YongBok rondó Daegu por algunas semanas, luchando por no gastar el poco dinero que había podido ahorrar en su vida. Comía poco más de lo necesario, sus gastos no eran mayores a los cinco mil wons diarios.

Llegó a Seúl dos semanas después, durmió en autobuses fríos, comiendo de máquinas expendedoras de las paradas, bañándose en lugares públicos y cuidado lo mejor posible de su ropa disponible.

Ya en la cuidad buscó algún lugar de trabajo, quizás si podía tener un trabajo de medio tiempo podría ganar un poco de dinero y de esa manera dejar de vivir de una manera tan decepcionante para él mismo.

El universo el cual parecía no querer dejarlo descansar le negó cualquier oportunidad, cada vez que pasaba el tiempo las cosas se complicaban y su dinero empezaba a escasear. Llegó a recoger latas con el fin de ganar un poco de dinero y así comer un día más.

Con el paso del tiempo se acostumbró a esa vida, olvidándose de todo los que había llegado a tener, extrañando cada vez más a su madre y rezando por ellas todas las noches, rezando porque su padre la dejara de maltratar día a día.

Quería verla feliz.

El mejor trabajo al cual pudo aspirar fue de paseador de perros, un chico llamado HyunJin junto a algunos amigos le pagaban los pasear a sus perros tres veces a la semana, días en los que por alguna razón estaban ocupados.

Con ese dinero comía e iba a la lavandería para limpiar sus ropajes, incluso si ahorraba durante los meses de intervalo podía darse el lujo de comprar algunos supresores para poder aguantar sus celos.

Todos los días podías ver a un pequeño lobo de pelaje maltratado y sucio dormir acurrucado junto a un transformador, el fuerte aroma de la gasolina cubría su presencia de cualquier alfa que se quisiera acercar a él, también aquel enorme objeto creaba un calorcito suficiente para sobrevivir las noches más desoladas.

Sabía que los arrendamientos en Seúl eran carísimos, lo que gastaba para comer y sus cositas necesarias por dos meses se iba en solo una quincena de pago, prefería llevar la vida que llevaba por muy deplorable que fuera.

Dentro de un rango, había tenido suerte. Buscando en la basura había encontrado varios envases plásticos con restos de comida en un buen estado, los lavó lo mejor que pudo con el agua lluvia de esa semana y los utilizó para guardar su ropa y los alimentos que compraba para que se alejaran tanto de ratas como de insectos y de la madre naturaleza en general.

Pero un día en particular uno de los amigos de HyunJin no tenía dinero suficiente para darle la paga completa a aquel adorable omega que paseaba a su bebé, le prometió que la próxima vez le entregaría el doble de la paga, sin saber que por esa violación al estricto presupuesto del omega causaría que no pudiera comprar sus supresores.

El celo lo golpeó con fuerza en medio de uno de sus paseos nocturnos, teniendo la mala suerte de que dos alfas que venían saliendo de una fiesta se fijaran en él.

— Y el resto de la historia ya la conoce —terminó de hablar el omega, levantando la mirada por primera vez en todo ese tiempo.

MinHo se encontraba con los codos apoyados en la barra, sosteniendo a su cuerpo con ellos, mirando hacia el omega con una mirada extraña, casi como si quisiera entender todo en un solo instante.

— Supongo que te gustaría tener tus cosas devuelta —fue lo único que dijo, causando un pequeño brillo en los castaños ojos del omega.

— Había algo muy especial en esas cajas.

— Dame la dirección y... —el teléfono del alfa lo interrumpió— Dame un momento.

MinHo se alejó del menor al contestar y el omega por mucho que no quería escuchar la conversación terminó entendiendo algunas palabras sueltas.

Hasta donde pudo entender tenía que ver con alguien a quien habían estado siguiendo por unas cuantas semanas.

— Me tengo que ir, pero si me dices dónde están tus cosas las buscaré —apresuró MinHo tomando su chaqueta del sofá, apenas siendo capaz de escuchar la respuesta de YongBok— Está bien. No sé si volveré temprano, es un lugar seguro. Lo juro.

Mientras el policía salía del lugar casi corriendo, el pequeño omega mirando la puerta preguntándose si podía creer esas palabras, esa promesa.

Broken TieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora