Extra I

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— ¡Lee SooYoung!

La niña de casi quince años se encogió en su lugar al escuchar la voz de su padre alfa, pensando en una manera de escapar mientras los pasos del hombre se acercaban cada vez más a su puerta.

Lee MinHo se asomó por la puerta, manteniendo aquella mirada fría que usaba al momento de hablar de algo importante. La chica no estaba muy familiarizada con esa mirada de su padre y a pesar que amaba a ese hombre con demasía esta siempre le había asustado un poquito.

En la gran mano del hombre se encontraba un trozo de papel, el cual se trataba de un ejercicio que habían hecho días antes en la escuela. MinHo caminó en silencio hasta poder sentarse en el borde de la cama de su hija.

— Soonie ¿Qué pasó aquí? —habló el hombre, mostrando la hoja.

Clase de matemáticas, una nota muy baja en comparación a su promedio normal.

— Papá —tartamudeó la chica bajando un poco la mirada. No quería que él la mirara de esa manera.

— Soonie, te he dicho muchas veces que, si necesitas ayuda en algo, solo tienes que pedirla.

— Appa Yong ha trabajado mucho en su empresa y tú también, ambos llegan cansados a casa y no les quiero molestar —susurró la chica jugando con sus manos.

Sabía que appa YongBok había logrado montar una empresa sólida en el mercado, pero aquello le robaba mucha energía y la gran parte que sobraba terminaba invertida en su desastroso hermano pequeño, MinHyuk.

Appa MinHo por otro lado había subido de rangos junto a tío ChangBin, seguían siendo compañeros, pero cada vez llegaba más cansado a casa.

Simplemente no les podía pedir ayuda viendo cómo ambos hombres luchaban por mantenerse en pie.

Un suspiro escapó de los labios del alfa, sintiéndose repentinamente mal por los momentos que había estado viviendo su hija en un punto de cierto abandono. Dejó la hoja con resultados en el escritorio de la chica, palmeando su lado en la cama como invitación a que se sentara.

— ¿Recuerdas lo que te decía de pequeña? —preguntó el alfa, mirando con cariño a su hija.

— Qué estarías a mi lado hasta que yo soltara tu mano.

— Sé que appa y yo hemos estado muy ocupados y te prometo que será una temporada, podremos volver a hacer nuestras noches de juegos y de películas. A tu hermanito le hace falta correr un poco y llenarse de lodo —rió junto a la joven, quien asintió a ello sabiendo que el alfa era el padre más divertido y liberal del mundo, no podía pedir un mejor padre— Soonie, cada vez que necesites ayuda en algo de la escuela pídeme ayuda a mí o Bokkie. No importa que tan cansados estemos, tú eres una prioridad.

Extendió los brazos hacia la chica, recibiendo un fuerte abrazo solo segundos después. Con una sonrisa nostalgia recordó inconscientemente momentos de cuando era una niña pequeña y siempre le pedía abrazos cuando volvía del trabajo. El sentimiento nostálgico solo creció al recordar que hubo una época donde podía llevar a su pequeña en uno de sus brazos mientras con el omega fingían que se encontraba volando.

— Te amo, papá —escuchó decir, haciendo que el hombre sonriera y diera un suave beso a la sien de la chica.

Pasado el abrazo MinHo peinó un poco el cabello de SooYoung, levantándose de la cama y extendiendo su mano para pedir que lo acompañe. Había escuchado la puerta principal abrirse y la escandalosa risa de MinHyuk llenar la silenciosa sala de estar lo que significaba que su otra mitad había llegado a casa.

Compartieron una mirada cómplice acercándose a la puerta y saliendo silenciosamente por esta. Caminaron por el pasillo hasta poder ver a MinHyuk y a YongBok sentados en el sofá.

— A las una, a las dos... ¡Ya! —contó SooYoung entre susurros antes de correr junto a su padre hacia los otros dos.

YongBok pegó el grito al cielo cuando el gran cuerpo de MinHo saltó sobre el sofá cayendo a su lado mientras que SooYoung aparecía a un costado, haciendo que su hermanito saltara del sofá al tiempo que gritaba asustado.

Ambos alfas se echaron a reír segundos después, sujetándose sus estómagos que empezaba a doler por las carcajadas. MinHyuk miró a su padre alfa con un puchero en sus delgados labios mientras que YongBok intentaba controlar las ganas de pegarle a su marido.

— Ustedes nunca van a cambiar ¿Verdad? —preguntó YongBok soltando un suspiro cuando sus nervios bajaron.

— Nunca cachorro —sonrió el alfa, abrazando por los hombros a la adolescente que seguía riendo a su lado— MinMin —habló en dirección al castaño niño de diez años— ¿El reporte de hoy?

El cachorro se levantó del sofá con una sonrisa en sus labios, tiró hacia atrás el largo cabello que, por petición propia no habían cortado, este ya casi le cubría los ojos. Empezó a contar con lujo de detalles cómo había sido su día en la escuela. Haciendo dramatizaciones sobre situaciones que le habían parecido chistosas como con el paso de los años sus padres le habían permitido hacer, quedándose como una costumbre de la familia.

Al final entregó su cuaderno de tareas, revelando que aquel día no tenía ninguna asignación por lo que luego de conseguir el permiso de YongBok, salió corriendo hacia su habitación para poder jugar con su videoconsola.

— SooSoo —habló esta vez YongBok, sonriéndole a la chica— ¿Nos darías el reporte de hoy?

SooYoung asintió emocionada hacia su padre, separándose del alfa y levantándose para empezar a hablar, contando cómo había sido su día en el instituto y copiando a su hermano a la hora de dramatizar cosas.

— Y tengo tarea de matemáticas y me preguntaba si alguno me podía ayudar... —murmuró insegura.

— Yo ya cuidé del terremoto por mucho tiempo, yo te ayudo, que tu padre se encargue de él por la tarde —expresó el omega levantándose del sofá, haciendo que su pareja le mirara con las cejas levantadas— Vamos a hacer tarea.

MinHo negó con la cabeza cuando estuvo solo en el sofá, las pisadas rápidas de MinHyuk hacia la sala de estar. Observó cómo su cachorro conectaba su consola al televisor para jugar, cuando este se sentó a su lado pudo ver por unos segundos que sobre su ojito derecho se empezaba a ver una marca muy similar a la que su padre tenía.

— ¿Jugamos, papá? —el niño le extendió el control al alfa, quien lo tomó sin dudar dejando que su hijo buscara el videojuego que quisiera jugar.

Podían correr con confianza y soñar libremente que cuando cayeran él se encontraría ahí; sabía que llevaría el momento donde ambos soltarían su mano y volarán lejos. Solo esperaba que cuando el mundo los desgaste, no olvidaran que tenían un lugar donde volver.

Esa es la promesa que había hecho cuando sostuvo a cada uno entre sus brazos por primera vez y esta no se rompería hasta su último día. 

Broken TieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora