#134

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No sabes bien quien puede ser esa niña...Pero ciertamente confías en ella mucho más que la señora Muñoz.

Sin decir palabra alguna, dejas que las manos de aquella muchacha desconocida te guíen de vuelta hacia tu departamento, sitio en donde no tardas en encerrarte con llave.

Desde afuera, te llegan una serie de exclamaciones rabiosas proferidas por la señora Muñoz, quien de inmediato comienza a llamar a tu puerta repetidas veces:

— ¡Sal de allí! ¡Sal de allí ahora mismo! —ordena ella con voz furiosa, mientras que la chiquilla misteriosa se abraza de ti, claramente asustada.

— ¡No la dejes entrar! Por favor, mami... ¡No la dejes entrar!

—No la dejaré hacerte daño, pase lo que pase... —afirmas, apoyando tu mano derecha sobre el hombro de la pequeña—. Pero... ¿Podrías al menos decirme quién eres tú?

—Mami, ¿No me reconoces? —Responde la aludida—. ¡Pero si soy tu hija, Mariana!

— ¿Te llamas Mariana? ¿Eres tú la muñeca, acaso?

— ¿Qué muñeca?

Es entonces cuando la señora Muñoz vuelve a arremeter contra la puerta, esta vez con mucha mayor fuerza que antes, pronunciando una retahíla de frases extrañas, pronunciadas en alguna clase de idioma extraño, el cual no eres capaz de identificar, pero el tono siniestro en el cual tales palabras son pronunciadas, basta para ponerte en estado de alerta.

—Quiere embrujarnos a las dos... —advierte Mariana con ojos llorosos—. ¡Nos convertirá en muñecas y nos encerrará dentro de cajas!

— ¿Eso fue lo que te pasó Mariana? ¿Fuiste convertida en una muñeca por la señora Muñoz?

La aludida asiente, sin dejar de mirarte fijo.

— ¡Es una bruja perversa! ¡En cuanto nos haya convertido en muñecas nos dejará encerradas en su departamento para siempre a los dos!

— ¿No hay nada acaso que tú y yo podamos hacer para evitar que eso ocurra?

— ¡Nada! A menos que...

Antes de que Mariana pueda completar aquella última frase, ella profiere un intenso quejido de dolor, comenzando a sangrarle la nariz de un momento a otro.

— ¡Mariana! ¿Qué te ocurre?

—Su hechizo ya está comenzando a hacer efecto...—suspira la aludida débilmente—. Lo único...Lo único que podemos hacer es pedirle ayuda a mi ángel de la guarda... ¡Sólo él puede salvarnos!

Lee la parte #138.

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