Capítulo 16

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Después de haber vivido con Marinette durante algunas semanas, Adrien había aprendido algunos hábitos suyos. Siempre se quitaba los zapatos y los calcetines en el momento en que entraba por la puerta principal, siempre andaba descalza por el apartamento. Por alguna razón, ella siempre ponía azúcar antes de la leche en su té, esperando hasta que se disuelva por completo antes de removerla. Siempre dejaba las galletas en un plato antes de irse a la cama, en caso de que Tikki tuviera hambre durante la noche, y le gustaba trenzar su cabello después de lavarlo para que se agitara al secarse.

Y a ella siempre le costaba mucho despertarse por la mañana.

Es por eso que cuando, a la mañana siguiente, Adrien salió de su habitación para encontrar a Marinette acurrucada en el banco del piano, envuelta en una gruesa manta, la preocupación se apoderó de él al instante. Estaba agarrando una humeante taza de té en sus manos, mirando por la ventana. La melancolía estaba llenando sus ojos, obviamente pesando sobre sus hombros, haciéndola parecer pequeña y vulnerable en el banco.

El joven se sentó a su lado, lanzando una mirada inquisitiva a la kwami ​​que dormía profundamente en el hombro de Marinette, buscando en vano una explicación de su sombrío estado de ánimo.

- Buenos días, Mari. ¿Qué pasa, Tikki todavía no te transformará? -

Ella volvió los ojos cansados ​​hacia él, con el cansancio claro en su rostro, y se encogió de hombros ligeramente.

- No hasta que me retiren el yeso, no está segura de que sea seguro. Pero está bien, no es como si realmente lo necesitara de todos modos. Ya no -

La miró con ojos preocupados.

- ¿Cuál es el problema entonces? Te ves muy triste en este momento. Háblame, Mari, sabes que soy tu amigo -

Hubo un largo y pesado silencio en el que ella apartó los ojos de él. Podía sentirla temblar a su lado mientras esperaba, dispuesto a abrir sus defensas, y casi no la oyó cuando suspiró suavemente.

- ¿Cuánto tiempo ha pasado, Adrien? -

Su aliento se le enganchó en la garganta porque supo de inmediato exactamente de qué estaba hablando. Las pesadillas habían empeorado mucho últimamente, era muy consciente de ello, pero hasta ahora siempre se había mantenido algún tipo de elefante en la habitación entre ellos, reconocido pero no abordado. Sus ojos estaban llenos de preocupación por él, y la culpa se acumulaba en su estómago desagradablemente. Odiaba hacerle eso, ser la causa de este ceño en su hermoso rostro.

- Oh. ¿Te desperté de nuevo? Soy so... -

- Hablaste mientras dormías esta vez - lo interrumpió, su voz temblando con lágrimas no derramadas - Y dejaste bastante claro que soy la causa de las horribles pesadillas que te acosan -

- Oh Dios mío, Marinette, lo siento. Yo ... - Adrien tartamudeó, el miedo pesaba mucho en sus entrañas.

Ella no lo dejó terminar sus disculpas innecesarias, sino que se movió en el asiento para mirarlo, sus manos vacilantes encontraron las suyas en su regazo.

- Adrien, esto es simplemente horrible. ¿Por cuánto tiempo ha estado ocurriendo? -

Adrien dejó escapar un largo suspiro. Su acuerdo de ser francamente honestos el uno con el otro siempre estaba en la vanguardia de su mente, pero lo último que quería hacer era preocuparla aún más. Por otro lado, ella era la que se despertaba cada noche por sus desesperados gritos de agonía y se apresuraba a su lado a pesar de su propia lesión que afectaba considerablemente su movilidad. Le debía la verdad, no importaba lo molesto que fuera.

- Las pesadillas volvieron desde que dejé de tomar mis pastillas para dormir -

Su pulgar acarició suavemente el costado de su mano en círculos reconfortantes y el corazón le dio unos latidos en el pecho. Cómo no podía ver el efecto que tenía sobre él, el poder que siempre había tenido sobre él, no podía decirlo. Volvió a mirar por la ventana y preguntó suavemente.

Llévame a casa (Bring me home)Where stories live. Discover now