Llévame a casa (Bring me home)

Capítulo 21

Pasaron las estaciones y pasaron los meses, y Marinette pronto se dio cuenta de que no sabía cómo habría sobrevivido a sus años escolares sin que Adrien permaneciera fielmente a su lado. No había precio en el tipo de apoyo inquebrantable que le dio. Todas esas innumerables sesiones de estudio que mantuvieron a su sala como rehén de libros de texto y bebidas energéticas. Todas esas noches sin dormir donde Adrien se quedó despierto con ella para poder ayudarla de cualquier cosa que pudiera, incluso si todo lo que podía hacer era sentarse en silencio y apoyarla o abrazarla mientras lloraba por otro proyecto que se negaba a hacerlo. cooperar. Todas esas lágrimas que limpió de sus mejillas y todas las galletas que le trajo para que sus días fueran un poco más brillantes. Todos los nombres y tipos de faldas, cuellos y puntadas que él la ayudó a aprender, la multitud de pequeñas cosas que hacía por ella a diario sin siquiera darse cuenta, e incluso su única presencia constante a su lado.

Eso fue lo que la mantuvo a flote todo este tiempo, la ayudó a sobrevivir a través de los peores momentos y la hizo volar más alto a través de los altibajos.

Cuando estaba a punto de entrar en su cuarto semestre, Marinette ya no podía imaginar su vida de otra manera. Adrien fue una gran parte de su vida, el hombro en el que podía apoyarse contra viento y marea, y si era la estudiante más prometedora de ESMOD de su año, sería mucho gracias a su constante apoyo y su invaluable ayuda.

Durante los últimos dos años, Marinette había salido lentamente de su caparazón. Se reía a menudo otra vez, le había gustado burlarse sin piedad de su compañero. Había comenzado a correr, amando la sensación de liberación que tenía cada vez que corría por las calles de París. En general, se sentía más segura, más en control de su vida.

Después de años de obstinado silencio, volvió a hablar con sus padres, hablando sobre la escuela con ellos, los amigos que hizo en el campus, sus esperanzas, sus éxitos y fracasos. Era como un soplo de aire fresco para sentirse cerca de ellos otra vez, para ser honesta con ellos por fin. Marinette comenzó a pasar por la panadería todos los martes por la noche para cenar con sus padres, que era lo máximo que los había visto desde que se mudó. En algún momento de su segundo semestre, Adrien fue arrastrado a la fuerza por una muy convincente Sabine Cheng, y ahora, a menos que hubiera una emergencia, estaba presente todos los martes en la cena.

- Ahora eres parte de la familia - solía reírse Tom.

Uno de los nuevos pasatiempos favoritos de su madre era preocuparse por Adrien.

"¡Un hombre adulto necesita un poco de carne en sus huesos, Adrien! Aquí, come un poco"

"Aquí hay un poco de té para ese resfriado, hijo"

Y Marinette sabía que su compañero secretamente lo amaba en pedazos. De hecho, era lo más parecido a una familia que había tenido desde la muerte de su madre, y ella nunca se atrevería a desear quitárselo.

Alya y Nino fueron otra constante en su nueva vida diaria. La pareja se detuvo en el apartamento todos los viernes por la noche sin falta, y rara vez salían hasta altas horas de la madrugada. Su sala de estar había sido testigo de innumerables noches de cine, juegos de Monopoly o Scrabble, interminables torneos de Mecha Strike y Mario Kart, largas y sinceras conversaciones sobre su futuro, sus esperanzas y sus sueños, incluso la ocasional fiesta de pijamas.

Marinette y Alya estaban más cerca que nunca, salían a tomar café varias veces a la semana, compraban telas o alguna que otras compras juntas, apoyándose mutuamente en sus respectivos campos. Después de unas pocas semanas de estar fría como el hielo hacia Adrien, después de enterarse de que sus supuestas palabras duras y borrachas habían sido la causa de la depresión de su mejor amiga, Alya se animó nuevamente cuando presenció de primera mano cuánto estaba siendo un buen amigo para Marinette. Yendo tan lejos como para dejarle almuerzos en el campus cada vez que no volvía a casa a cenar.