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Capítulo uno.

Lucía apretó el celular entre sus manos. Agitada, con miedo. Pero no lo demostraba. Soltó un suspiro. Sus cuatro mejores amigas al cabo de una noche habían desaparecido, y si el instinto no le fallaba, ella podría ser la siguiente.

◇◇◇

— ¿Quién carajo sos? — Hablé al teléfono. Nadie me respondió. — La concha de tu madre, me estuviste llamando toda la puta noche. — Grité desesperada. Tenía dieciséis llamadas perdidas de este número y no tenía ni puta idea de quién era. — Vos.. vos.. vos te las llevaste. — Tartamudeé. No podía más.

— Yo sé dónde estás ahora. — Por fin, una voz salió desde el parlante de mi celular. Era una voz masculina. Habló mecánico y relajado. — Te estoy viendo.— La concha de mi madre. Al decirme eso, logró ponerme más nerviosa de lo que estaba. Miré para todos lados de la habitación. Estaba totalmente sola. — Escuchame chetita, necesito que salgas de la habitación en la que estás. — Indicó él.

— No lo pienso hacer. — Respondí nerviosa.

— Mira linda, tenes dos minutos para salir de ahí. ¿Estamos?. No me hagas entrar ahí y tener que sacarte a la fuerza. Bah, si es que no nos quedamos un ratito a probar la cama. — Su voz, tranquila como siempre.

— ¿Me vas a matar? — Susurré a punto de derramar las primeras lágrimas de la noche.

— Salí de la habitación. — Dijo serio, sin escrúpulos. — O te juro que mato a una de las putitas que me traje conmigo. — Rió a través del celular. — No, disculpa. Quise decir a tus amigas.

Salí fugaz de la habitación, casi corriendo. Jadeante y con pánico en todo el cuerpo. — Muy bien. — Dijo él. — Ahora anda a la cocina.

Una ligera idea se instaló en mi mente. Corté la llamada y corrí con todas mis fuerzas hacia la puerta principal de la enorme mansión en la que vivía con mis viejos en Buenos Aires. Llegué con la respiración agitada, con miedo, angustia. Pero cuando quise abrir la puerta para pedir ayuda, era demasiado tarde.

— No, no. — Negó él. — Te dije que vayas a la cocina. — Sentí las manos de este tipo apretarme la cintura, sintiendo el contacto de su piel contra la mía, tibia, temblorosa, suave. Un desliz jodidamente provocador y sensual, pero que a la misma vez me consumía de salvajismo ante sus brazos. Tenía un pañuelo en sus manos, que de un segundo a otro lo llevó hacia mi boca, y antes de inducir mi desmayo, habló. — Resultaste ser muchísimo más linda que las demás. — Delicadamente hundió su nariz entre mi pelo. Me estaba dejando sin consciencia, y poco a poco este desconocido comenzó a sentirse dueño de mi cuerpo.

💥💥💥

Medio cortito pero bueno, primer capítulo y tengo que ir viendo que sale, comenten  ver que les parece, sino se borra altoke

Secuestrada.- WosWhere stories live. Discover now