Capítulo siete.

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Autora POV.


Al llegar a las puertas del reino, Lan WangJi bajó de su yegua y cogió sus riendas. Una vez caminó por el puente y pasó las grandes puertas, uno de los soldados más recientes de la guardia real corrió hacia él.

—¡H...Han Guang-Jun! —dijo entre jadeos.— No puede ser... ¡Pensé que había muerto!

Lan WangJi miró al soldado e hizo una leve reverencia.

—Pensé que no volvería a verle... ¿Se encuentra bien? —dijo mientras se limpiaba las lágrimas.— ¿Quiere que avise a los demás guardias reales de su llegada? Puedo ir ahora mismo...

—No hace falta. —pronunció serio.— Primero debo hablar con el rey.

Sin decir nada mas caminó adentrándose entre la multitud.

Al ser las primeras horas de la mañana, las calles del distrito PinQuiong estaban repletas de gente. Las tiendas empezaban a abrir y los ciudadanos ya estaban preparados para comprar y al notar la presencia del Guardia real había todo tipo de reacciones.

Algunos ciudadanos lo saludaban respetuosamente, mientras que otros intentaban que sus miradas no se encontraran y se echaban hacia un lado, seguramente por que habrían cometido algún delito o simplemente por la gran autoridad que emanaba el mayor.

Por otro lado, Lan WangJi había estado caminando con la mirada posada fijamente hacia los grandes muros dorados del palacio. En su mente, las preguntas no dejaban de surgir y la sonrisa del cultivador aparecía de vez en cuando.

De repente, sintió cómo algo chocó contra sus piernas, haciendo que toda su concentración se posara en un pequeño niño de ojos grisáceos. No llevaba zapatos y su ropa estaba desgastada y sucia, al igual que su cara. Sus ojos no tenían vida y al ver al soldado su expresión cambió a una aterrada.

Su mano llevaba un trozo muy pequeño de pan que soltó nada mas ver los ojos fríos y dorados del Guardia real.

—¡Vuelve aquí maldita basura! 

El cuerpo del niño tembló al escuchar la voz del hombre mayor, quien corría hacia su dirección con un palo de madera dispuesto a pegarle. El pequeño estaba tan asustado que no pudo reaccionar y cerró sus ojos deseando desaparecer.

Pasaron los segundos y lo único que escuchó fue un quejido por parte del panadero. 

Lan WangJi había agarrado el brazo del hombre, deteniendo su ataque. El panadero miró al guardia real e intentó golpear de nuevo al niño, pero al hacer más fuerza en su agarre el dolor se volvió insoportable y el señor soltó el palo.

—¡Soldado necio! ¿¡No ve que esa maldita rata me ha robado!?

El menor se cubrió su cabeza con sus pequeñas manos.

—¡Bien, bien! ¡Suélteme!

Lan WangJi soltó su brazo.

—E...Encárguese de ese mocoso, si vuelvo a verlo juro que seré yo quién le... 

Al ver la expresión del soldado, la valentía del panadero se esfumó.

Loyal Knight.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora