Capítulo Cinco

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CAPÍTULO CINCO

MORGAN

Lo escucho reír por mi comentario. ¿Acaso se cree que es broma? Porque no lo es; sé algunas llaves de kárate y sé, con un 99% de probabilidades de acertar, que a la primera lo tendría noqueado contra el suelo. Tampoco te flipes, karateca.

Lo sigo hasta el coche, me monto en el asiento del copiloto y espero a que se acomode y arranque. Mi maleta descansa en el suelo entre mis piernas, la suya la ha dejado en el maletero. No sé por qué, pero ese hecho me molesta, porque para mí el maletero del coche solo se usa cuando hay maletas grandes. Cuando no, me parece un verdadero sinsentido.

Mientras juego nerviosa con el asa de la mochila, repito en mi mente la escena anterior. ¿Qué está mal conmigo? ¿Me invitan a un seminario súper exclusivo y yo me preocupo porque voy a tener que dormir con Mason Dwin? Es normal que te preocupes por tener que dormir con un extraño. El caso es que Mason no es un extraño. Ese es el problema. Si fuera a dormir con un extraño pues simplemente lo ignoraría o tendríamos las típicas conversaciones que suelen tenerse cuando conoces a alguien. Pero con Mason no puedo hacer eso: no puedo tener ese tipo de conversaciones con él porque sus respuestas me importan una mierda, y no puedo ignorarlo porque... ¿cómo coño se ignora a Mason Dwin durmiendo a tu lado? Teniendo en cuenta que el cabrón me pone a mil sin siquiera intentarlo. Realmente voy a necesitar todas mis energías cargadas para aguantarlo. Tanto su rancio sentido del humor, como lo cachonda que me pone.

—¿Qué tipo de música te gusta? —A este tipo de conversaciones me refería. ¿Qué le importará si me duermo con One Direction, Muse, o Clairo?

—Mi gusto musical es muy variado —Me limito a responder, evitando reflejar mi taquicardia cada vez que noto que su mirada para en mí unos segundos—. No tengo ninguna preferencia.

—Alguna tendrás.

Lo observo disimuladamente mientras conduce. Siempre me he preguntado qué es lo que hace que la gente se vea tan sexy conduciendo. Con Mason la respuesta está en la misma pregunta: es Mason, está así de bueno haciendo cualquier cosa. Seguro que cagando está igual de guapo, ¿eh? Bueno... así es como termino en el coche de Mason Dwin imaginándome a Mason Dwin haciendo de vientre y estando igualmente guapo.

—No —niego con la cabeza, sacudiendo la imagen anterior a la vez que le respondo—, ninguna.

—Así que... ¿te da igual follar con una canción de The Neighbourhood que con una de Demi Lovato?

No me esperaba ese comentario. Lo miro de repente, justo cuando para el coche en un semáforo en rojo y una pareja de setentones pasa con su perro. Intento perder la vista en el perro que camina dando saltitos. Casi me sale una sonrisa tierna. Casi. Casi se me escapa una exclamación vergonzosa cuando noto su mano en mi barbilla, girándome la cara para que lo mire a los ojos.

—¿Qué haces?

—Estás tensa todo el rato a mi alrededor, ¿por qué no lo dejas?

—¿Para qué? ¿Para que te sigas mofando de mí a tu antojo? —Su ceño se frunce, parece que no entiende mi actitud— No me gusta estar a tu alrededor. Me pones... incómoda.

—Ajá —dice. 

Su mano sigue en mi barbilla y las yemas de sus dedos me acarician el cuello. Suelto un hilo de aire por la diminuta rendija que hay entre mis labios. Estoy tentada a acabar con esta gilipollez y comerle la boca. Creo que lo sabe, porque sonríe muy, pero que muy lentamente. El sonido del claxon del coche de atrás me sobresalta y él ríe por mi absurdo grito. Aleja su mano, que parece pesarle varios kilos y el coche comienza a andar de nuevo.

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