Capítulo Diez

331 35 10
                                    

CAPÍTULO DIEZ

MASON

    Lantana pasa sus manos por todo mi cuerpo. Me lame, se ríe por mis gemidos y me muerde. Yo respiro a duras penas, intentando abrir los ojos para verla, pero se me hace imposible; los mantengo cerrados, a veces los aprieto para contenerme de gritar y no despertar a toda la ciudad, porque el vecindario se queda corto.

    —¿Quieres más?

    —Ajá.

Mi respuesta suena como un ruido, bastante ronco e intenso. Me estremezco cuando siento que avanza por mi cuerpo y llega a mi boca. Me besa moviendo sus labios con técnica y con intención de dejarme sin conocimiento. Por lo pronto  he olvidado quién soy... No es importante cuando la tengo a ella encima haciendo delicias con su lengua en mi cuello mientras juega con sus manos a acariciarme entero. Intento tocarla, pero no puedo. Lo vuelvo a intentar: levanto con extremo esfuerzo mi mano derecha y la coloco en sus espalda baja... No, no puedo. ¿Por qué no puedo moverme? Repito el movimiento en mi cabeza millones de veces, pero mis extremidades no responden. Solo hay una parte de mí que está respondiendo por todas las demás. Voy a morir aquí, con Lantana encima. Pero qué bonita forma de pasar mis últimos suspiros.

    —Mason... —La escucho decir sensualmente— Mason. Mason. Mason—frunzo el ceño—. Mason. Mason —Mierda, no.

    —¡Mason! —Me sobresalto cuando siento cómo alguien me sacude.

Miro aterrorizado a Robert, que se ríe sin remedio y se aleja lentamente del pie de mi cama, con un vaso medio lleno de una cosa verde.

    Lloro por dentro. Otra vez he soñado con Lantana, otra puta vez he despertado con una erección más grande que yo, y otra vez voy a pasar el día con un humor de perros porque hoy no la veo. Es todo su culpa: Morgan lleva calentándome todo el mes y pico que ha pasado desde aquella noche estelar en la que cumplí mi puto sueño. Nos mandamos mensajes subidos de tono y parece que le va eso del sexo telefónico, cosa que he descubierto con ella y tengo que admitir que me pone bastante cachondo. Cuando susurra a través del teléfono... Joder, tengo que hacer acopio de todas mis fuerzas para no acabar gritando en el baño mientras me machaco la polla. Pero todavía no he podido tocarla otra vez, porque hemos estado con los exámenes amenazando y no nos hemos permitido ni media horita en el baño de la facultad. Una pena, la verdad.

    Vuelvo a la realidad y miro con los ojos medio cerrados a mi amigo.

—Joder, tío —Me incorporo. Alboroto el pelo que ya ha crecido y noto que estoy sudando—. Podrías despertarme de manera más sutil...

    —¿Con besitos en el cuello? —río falsamente de su broma y me levanto caminando a paso lento hacia el baño— ¿Qué soñabas? —Lo ignoro, aunque siento y veo por el rabillo del ojo cómo sigue mis pasos— ¡Vamos, M! ¿Qué soñabas? —Al ver mi cara de obviedad, abre la boca en una sorpresa silenciosa y se lleva la mano libre a la cabeza— ¡Claro! La pregunta adecuada es: ¿Con quién soñabas?, ¿verdad?

    Asiento. Abro el grifo y me desnudo delante de Rob, que se divierte diciendo nombres al azar, sabiendo ya de quién se trata cuando hablamos de mis sueños. Pensándolo mejor: la culpa la tengo yo. Ella no tiene culpa de que yo me haya encaprichado con su cuerpo, su cara, sus manos, su sonrisa, su pelo... Y tarde me doy cuenta de que aquello que pasó no me quitó las ganas de Morgan, sino que las elevó exponencialmente a un nivel bastante peligroso. Peligroso para mi salud, tanto mental como física; ¡no puede ser bueno que se te levante de esa manera durante tanto tiempo! Siento que la odio por hacer imposible que mis hábitos de sueño vuelvan a ser como antes: normales. Ahora rara es la noche —y el día— en la que no la encuentre en mi mente. Me está matando el leer y escuchar que me quiere encima y debajo suya y el sentirla tan lejos. Pero tendré que joderme y arreglármelas yo solito, porque por supuesto que ninguno de los dos está dispuesto a gastar tiempo de estudio en estudiar el cuerpo del otro... Miento, yo sí que lo haría, pero conocemos a Lantana, y si no se lo he propuesto ya es porque la cara de rechazo que se me quedaría sería un nuevo meme viral. No quiero ser un meme viral. Así que me queda aguantarme con mi mano, sus mensajes, llamadas y fotos hasta que pueda lamerle los labios.

Derecho a másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora