Capítulo Veintitrés

200 25 11
                                    

CAPÍTULO VEINTITRÉS

MORGAN

    —Antes que nada, entregadme los trabajos.

    Jadeo. Mierda. El trabajo, el que tenía que hacer con Mason, del que nos quedaba poco más de la mitad. Mierda, mierda, mierda. ¿Cómo se me ha podido pasar? Ah, no sé, ¿quizás porque te estabas hundiendo en tu propia miseria y no has hecho más que llorar hasta dormirte, ignorar tu teléfono, y esconderte en tu habitación? Sí, quizás ha sido por eso. Le lanzo una mirada alarmada a Mason, que se acerca a mí con una carpeta en su mano, esquivando a los que bajan y suben.

    Verlo me ha hecho querer volver a la semana pasada, hace justo siete días, cuando todavía veía la luz. Lo echo tantísimo de menos. No solo el besarlo y estar con él, sino el escucharlo, que me busque, insultarlo, que me lleve a la playa, que me riña porque no puedo insultarlo porque teníamos un trato. Una apuesta que ya ha vencido. Insertar cara triste. Me ha partido el corazón tratarlo como lo he tratado cuando se ha acercado a mí. Dice que me echa de menos... How sweet is that. Pero el enfado que tengo conmigo misma, la rabia que siento, no me deja acercarme a nadie. No quiero a nadie en mi radar, no quiero hablar con nadie, no quiero que nadie me ayude, no quiero nada de nadie, y mucho menos de alguien tan bueno como Mason.

    —¿Has traído lo que llevábamos?—asiento en automático, ahora con una actitud mucho más pasiva que la que le he demostrado en el pasillo. Me tiende la mano para que se lo de—¿Está todo?

    Vuelvo a asentir.

—Se me ha olvidado, no lo hemos terminado.

—Se te ha olvidado a ti, yo sí lo he terminado.

Abro la boca para decir algo, pero se va. Lo veo hablar con Pollock, decirle algo que lo hace mirarme con el ceño fruncido, y luego vuelve a su puesto. ¡Será...! ¿Qué le ha dicho? ¿Que lo ha hecho todo él y no me ponga nada de nota a mí? Joder, me lo merezco, por haberme olvidado y por estar dándole la espalda a alguien que me cuida. Pero no me los merezco, igualmente, así que no importa. Ya me buscaré la vida para recuperar la nota del trabajo. Mientras, sigo mi vida huyendo de Mason Dwin. De momento me va mal.

Yo solo... No quiero ser más que yo. No quiero arrastrar a nadie a lo que llevo encima, no quiero manchar lo que es Mason con lo que soy yo ahora. Si tan solo hubiera habido alguien en casa... Cierro los ojos con fuerza, intento no recordarlo. Pero es imposible, la escena, como la primera, se repite en mi cabeza cada día, en bucle:

Cuando lleguo a casa con Son después de pasar la noche con Mason, me siento una persona nueva. Una persona con un propósito: ducharse y tratar de dejar de pensar por un minuto en el chico que le gusta. Es lo que le dije que era: perfecto. No tiene más, quizás no lo haga todo bien, pero cómo actúa luego de haberlo hecho mal, es lo que marca la diferencia. Dejo a Son en el suelo nada más entrar, para que corra a su arenero o a tumbarse en la parte del sofá en la que da el sol.

—¿Hay alguien en casa?—grito.

Parece que estoy sola: no están las llaves de nadie, y el silencio no me da a entender lo contrario. Respiro hondo, sintiéndome segura en casa, sintiéndome en completa paz, en adición a la noche que he pasado. Mason tiene  influencia en eso.

    Con el ritmo de una canción que no termino de  saberme, y con una sonrisa al ver a los peces aún vivos, aunque yo no les esté echando mucha cuenta, me meto directamente al baño: me lavo los dientes, la cara, y luego me meto en la ducha. El agua caliente me desestresa, agua ardiendo. Froto el champú en mi pelo y paso los dedos por los enredos, para evitar tener que usar el cepillo, que está fuera y no quiero salir, lo voy a encharcar todo y tendré que limpiarlo luego. A veces suspiro, recordando la escena de anoche, las palabras de Mason, sus manos, su abrazo, su camiseta, su olor. Su beso en la nariz de esta mañana, la forma en la que no le ha importado acercarse a mí de manera cariñosa delante de su hermana y su mejor amigo... Su mejor amigo, que se supone que es alérgico al gato, pero que no mostró ninguna reacción cuando estuvo a menos de 50 centímetros de él. Frunzo el ceño. Creo que alguien tiene algo que explicar.

Derecho a másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora