Capítulo Once

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CAPÍTULO ONCE

MORGAN

    ¿Qué cojones ha sido eso? Eso no acaba de pasar. Ha sido mi mente, no ha pasado. No ha podido pasar, no. Pero al ver que vuelve a pasar por mi espalda y vuelve a restregar su paquete contra mi culo, me doy cuenta de que no estoy teniendo una puta pesadilla, sino que el novio de mi amiga se me está insinuando.

    Joder, ¿por qué tienen que pasar estas cosas? Debería estar prohibido iniciar una relación con alguien sin antes haber hecho algún tipo de test científico para mostrar tu grado de  fidelidad. ¿Qué problema tiene la gente con poner los cuernos? Oh, pero, Morgan, solo se ha rozado contra ti dos veces, la cocina es pequeña, no tendría espacio. Vale, la cocina es pequeña, pero... ¿era necesario también que se agarrara de mi cintura? Es que no lo entiendo, de verdad que no: ¿no vas a ser fiel? No tengas un puto compromiso con nadie.

Un escalofrío recorre mi cuerpo cuando siento que se aleja. De repente ya no tengo hambre. Una presión me inunda el pecho. Dejo el bol de cereales a medio comer en la encimera y me alejo lentamente de ella, mirando con cierto temor hacia donde Kirk se sienta. Junto a él está Connie, recién levantada pero extasiada de amor. Se lo veo en sus ojos: brillan todo el tiempo, y la mayoría de las veces que está sonriendo es porque Kirk está cerca o pronto lo estará. Iugh. Me dan verdaderas arcadas, no de verla a ella feliz, sino de tener que compartir mi piso con una persona tan despreciable como él.

Porque, sí, por supuesto que Kirk, como novio formal de una de las tres encargadas de pagar el alquiler, pasaría la mayor parte de su tiempo viviendo entre nosotras. Ivy ni siquiera se pronuncia sobre ello, ella ni siquiera me habla desde que la regañé por lo del  videito de su amiga. Decidió hacer voto de silencio para que yo entrara en razón. Para que yo entrara en razón. Pero, ¿qué se supone que debiera de haber hecho? ¿Dejarlo pasar? ¡Se pasa abusando de las cosas ajenas! No se puede usar algo que no es tuyo como si lo fuera. No puedes darte esa atribución sin consultarlo. No me hubiera importado dejarle la cámara a esa amiga suya, pero lo mínimo que podría haber hecho era preguntarme antes.

—Hey, ¿no te lo vas a terminar? —Connie mira confusa cómo intento escabullirme hasta mi habitación sin que se note mucho mi ausencia. Pero no me ha salido bien.

Niego con la cabeza llevándome la mano al estómago, poniendo una cara de malestar.

—No, no me siento muy bien.

—¿Estás bien? ¿Por qué no te tomas algo para el dolor?

—Si quieres puedo llevarte al médico.

Ni de coña. Antes de montarme en un coche a solas con este tío le confieso a Mason que estoy enamorada de él. Cosa que no es verdad, pero sería capaz de decírselo incluso siendo mentira.

Corro hacia mi habitación y cierro la puerta con prisa. Son se sobresalta, hecho un ovillo en la cama deshecha. Se baja y se tumba debajo de la mesa cuando me tiro a su lado. En una de mis mesitas de noche el trabajo impreso y encuadernado que Mason y yo tuvimos que hacer juntos. De hecho, aún no lo hemos terminado, nos queda una buena parte.

Muerdo mi labio inferior con una fuerza innecesaria mientras recuerdo la última vez que lo vi. No podía quitarle los ojos de encima, mientras se acercaba a la salida con las mejillas encendidas y una sonrisa boba en la cara. Estaba babeando. Babeando por él, babeando por lo que acabábamos de hacer en el baño y babeando por el hecho de que llevaba esa sonrisa de tonto por mí. No, no, Morgan, ¿qué estás haciendo? ¿Vas a ignorar el  hecho de que te pusiste celosa? Ay, tenía la esperanza de olvidarme de ello después del viaje al cielo que me dio. Pero no, no lo he olvidado... Y al recordarlo, una sensación de temor trepa desde mis tobillos, instalándose en mi pecho y creciendo ramas hacia mi mente. ¿Qué está mal conmigo? ¿Me toqueteo con alguien y ya empiezo a sentir algo? No, ¿qué estoy diciendo? ¿Sentimientos? ¿Por Mason? No, no, me niego rotundamente. ¿Qué estás haciendo conmigo, Dwindiota?

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