Capítulo Catorce

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CAPÍTULO CATORCE

MASON

    El avión parecía hacerse de nubes a cada segundo. Se podían tocar, incluso. Y luego el avión ya no era un avión, sino que estábamos volando en una puta nube. Lo siguiente que recuerdo es estar en un jardín enorme un montón de gente que no recuerdo conocer,  y Jay a mi lado, dándole la vuelta  a unas salchichas que asábamos sobre su skate...

    —¿A que tú sí lo harías?

    Levanto la vista de mi libreta y miro a Cara. Desayuna con una sonrisa impropia de ella a estas horas de la mañana, y parece no darse cuenta de que me ha interrumpido en algo que es importante para mí. A ella le da igual. A mí no, porque no son muchas las veces que me acuerdo de mis sueños, y siempre trato de escribirlos para leerlos luego, e intentar buscar el significado. ¿Qué querrá mi subconsciente decirme con salchichas con sabor a suelo? 

    —¿El qué? —pregunto, porque no tengo idea de lo que hablan.

    Carson está sentado a su lado, frente a mí, en la barra de la cocina. La mira con una sonrisa que me hace entrecerrar los ojos. Jay acaba de entrar por la puerta, envuelto en una manta y con el pelo desordenado. Robbert está a mi lado, frente a Cara, ignorándonos a todos y sin despegar la vista de su móvil.

    —Acampar en la playa.

    Me encojo de hombros y vuelvo la vista a mi cuaderno.

    —Sí, por qué no.

    —Podemos hacerlo —lleno mi boca de aire ante la proposición de mi hermana. Ya está volviendo a todos locos—. Este fin de semana.

    Quiero a Cara, lo hago, pero a veces me da muchísima pereza su exagerado entusiasmo por las cosas y, a pesar de que no quiero aguarle la fiesta, no se me da nada bien seguirle el rollo.

    —Tengo planes —Mentira.

    —Pues cancelalos —La veo fruncir el ceño. De la nada comienza a sonreír, insinuante—. O tráete a tus planes también.

    Cara se cree que porque ella no tenga nada que hacer, yo también dispongo de todo mi tiempo para seguirla en sus idas de cabeza. Pues no, la verdad. No tengo planes, me lo he inventado para escaparme de ella y así poder quedarme en casa estudiando... O invitando a Lantana a dormir, claro. Pero... ¿y si la invito? A la playa, digo. A mí me encanta la playa, y es una lástima, porque no voy mucho. Y el imaginarme a Lantana con el pelo rizado de la sal del mar, los cachetes rojitos por el sol, el bikini atado a sus caderas, y su risa cuando la pille alguna ola, o acercándose a mí mientras duerme por el frío de la costa... Cerebro llamando a Mason, te has ido demasiado para la zona derecha del pecho.

    Sé que dije que no era plan de introducirnos en los planes del otro, pero todo en lo que puedo pensar es en Lantana en la playa, boca abajo, mirándome con los ojos somnolientos, sonriéndome y pidiéndome que no la deje dormirse para que no se queme. Te mantenía despierta para siempre, la verdad. Mi lado racional no puede competir con la urgencia de tener esa imagen haciéndose realidad, lo siento.

    —Vale —termino aceptando, pero la que me ha convencido ha sido Lantana, no la mirada insistente de mi hermana.

    —¿Yo puedo ir?

    —Pues claro, Carson —pasa uno de sus brazos finos por los anchos hombros de él—. Eres el que me ha dado la idea.

    Le doy un codazo a Rob, que ni siquiera me mira ni me reclama, sino que directamente dirige su mirada al par que tenemos delante, que se miran sonrientes y muy fijamente, con sus caras demasiado cerca para mi gusto. Lo miro extrañado, y me devuelve la mirada con sus labios apretados en una sonrisa y las cejas alzadas.

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