Capítulo 4

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- Enroque Iracundo -

Vegia era consumida por la preocupación de qué le podría pasar al pequeño Artemiz, incertidumbre, perdida, sus lágrimas salieron cual fuente de plaza, como cascada de un arrollo. Cayó arrodillada, impotente, cubriéndose el rostro mientras gritaba al compás de las centellas, era una escena horrible de ver e incluso describir, el cómo sucumben años de tranquilidad seguida de la perdida de un ser amado. Hasta aquellos que se odian, no desearían tal fin para un adversario.

Escuchó galopes de caballo yendo a ella, y al levantar la mirada vio un gran centauro con una gran hacha de guerra corriendo hacia ella, dispuesto a acabar con su pesar, pero antes que siquiera se le acercase, algo le interrumpió, un golpe entre metales se oyó, cubrió su vista del horror, apuñaladas, cortes y relinchados.

Al descubrir su rostro se fijó en Legyona, imponente, victoriosa, extrayendo su arma de cadáver recién caído, miró a Vegia y esta estaba horrorizada, no podía creerlo, alarmada gritó despavorida al ver el cadáver del centauro, pero Legyona se puso a su altura y tomó sus hombros, sacudiéndola para que saliera de shock.

- ¡Vegia! ¡Soy yo, Legyona, calmate! ¡Ya pasó! - Exclamaba Legyona con preocupación, sabía que era una escena difícil de ver.

- ¡T-tu lo!.. - Vegia, en shock, apenas respondía pero no articulaba bien las palabras por el horror y tensión de la situación.

- Lo mate, sí, debía hacerlo... eras tú o él. - Dijo Legyona viendo el cadáver luego a Vegia. - ¿Estás bien? - La inspeccionaba de pies a cabeza.

Vegia, respiraba cada vez más lento, calmándose, y así responder. - Sí, estoy bien, pero Artemiz... - Fue interrumpida.

- Lo sé... esos bastardos planeaban algo, desde hace semanas llevan armando este plan... destruir Ryhonell desde dentro... - Legyona veía las centellas caer, eran más frecuentes cada vez, entonces vió las lunas, y estas emanaban luz al punto de brillar tanto como el sol. - Nunca he visto tal cosa... - Murmuró para sí misma.

- ¿Qué hacemos ahora? - Preguntó Vegia, aun con los ojos llorosos.

- Tú, irás a un puesto de mando del cuerpo policial, no saben enfrentar estos enemigos, pero tienen armas, y te protegerán... - Legyona se interrumpió mirando a su alrededor y habían muchos habitantes del imperio mirándola, así que alzó la voz. - ¡Escuchen todos, vayan inmediatamente a los puestos de mando del cuerpo policial lo más pronto posible, y corran la voz! -

- ¡Cuidado! - Exclamó un hombre.

Legyona volteó y un enano la embistió tumbándola. - "Ahora verás cabrón chaparro" - Pensaba levantándose enojada.

- ¡¡A Fine Aeternum!! - El enano gritó la dichosa profecía.

- ¡No sé que demonios me dijiste!... - Bramó Legyona cargó contra él con su égida y bloqueando el ataque de éste, se agachó para girar como tornado y rebanarle las piernas, para luego atravesarle la garganta desde atrás antes que siquiera tocase el piso. - Pero, a tu madre, por si acaso... bastardo. - Murmuró al oído del recién difunto.

Los habitantes gritaron y aplaudieron, ovacionando a Legyona.

- ¡Viva el ejército imperial! - Exclamó un hombre.

El Ende Of Eternity: El Linaje Perdido [©]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora