Capítulo 17

3 0 0
                                    

- El Alba de un Paladín -

Artemiz despertó exhausto. Estirándose hasta oír su columna y cuello tronar, así como sus brazos. Era la primera vez que oía tal cosa en su propio cuerpo.

- Buenos días, señor. - Entró Yazira con su típico desdén. Trayendo consigo algunas prendas al dormitorio. - Espero que las prendas que se le hizo honradamente le gusten. - Dejó la ropa en un escritorio.

- Me duele todo el cuerpo... - Quejó mientras se levantaba. Haciendo tronar su espalda a su punto máximo. - Mis huesos truenan... creo que no estoy bien... - Hizo una mueca de preocupación.

- Es lo obvio, señor. Durmió por más de cuatro días. Su cuerpo estaba cansado, y es normal que sus huesos truenen de ese modo debido al sueño prolongado. - Aclaró con certeza levantando un dedo.

- ¡¿Cuatro días?! ¡Es un chiste, ¿cierto?! - Exclamó con incredulidad.

- Hacer chistes sobre su salud o su estado no va con el servicio que ofrezco, señor. - Fue cuando ella decidió ir a hacer la cama. - El cansancio y la falta de sueño, lo habían inclinado a tanto que se podía decir que estuvo fuera de este mundo. Una especie de hibernación. - Terminada su labor fue a la puerta a esperar preguntas de su contrario.

- Ya veo... esa ropa... - Señaló las prendas.

- Para usted, su armadura había sido pulverizada, además que necesitaba ropa decente para el entorno en que usted se encuentra, señor. Acéptelo como un regalo. - Respondió servicialmente.

Al joven le sonaban las tripas que estaban en huelga de hambre. Artemiz sufrió tanta vergüenza que se puso rojo como tomate. Yazira sólo alzó una ceja, extrañada y repugnada.

Yazira carraspeó. - Bien, señor, vaya al gran salón, allí le esperan el Rey y Kilen. Además que es hora del desayuno, señor. - Apuntó a la ropa. - Vístase, lo llevaré al gran salón. -

***

Cuando llegaron, encontraron al Rey y a Kilen comiendo y hablando sobre temas distinguidos. Al sentarse, Artemiz sintió una gran vergüenza al volver a escuchar otra huelga de sus tripas.

Yazira, junto con otras siervas, trajeron platillos extravagantes y llamativos, a la par de exquisitos. Las siervas vestidas casi del mismo modo que Yazira (sus vestidos eran de sirvientas clásicas, así como sus placas), servían las delicias al Rey antes de servir al Alto Mando presente y posteriormente a los nobles aristócratas y burócratas.

- Me siento como ratón rodeado de tigres. - Pensó el joven sudado.

Cada asiento estaba ocupado por su respectivo personal. Los miembros del Alto Mando eran los más cercanos al Rey, y a ver sus silla, Artemiz se percató que estaba en la silla del Ejército Imperial. Eso lo hizo soltar unas lágrimas.

- ¿Que sucede, joven Artemiz? - Preguntó Kilen mostrando cierta empatía por el chico.

- ¿No te gusta la comida? - Inquirió Yujín. Devorando una pierna de pollo.

- No, no es nada... sólo recordaba algo... - Probo algo del puré de patatas con jalea de albaricoque. - Está bueno... -

El Ende Of Eternity: El Linaje Perdido [©]Where stories live. Discover now