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Al fin llega el martes, ansiosos cómo estamos, nos dirigimos a la dirección especificada en la carta. Durante todos estos días no hemos dejado de intentar adivinar de qué se trata la siguiente aventura. Al encontrarnos con la señorita Marlene y darle nuestros nombres, ella nos da dos tarjetas de plástico completamente blancas con letras negras que dicen: Pase VIP. Luego nos informa que en la mañana del día siguiente nos pasaran a buscar y nos pide la dirección.

—¿Tenemos que llevar algo? —pregunta Tomás.

—Nada, les proveeremos de todo, no se preocupen. Solo vayan con lo puesto —añade—. Y disfruten la experiencia.

Ambos salimos del sitio con mucha incertidumbre, tenemos que esperar todavía un día más para saber de qué va todo esto. La oficina no daba ninguna pista, era un sitio normal, con carpetas, escritorios, computadoras y máquinas de agua y café.

—Estoy comenzando a tener miedo —digo y él sonríe.

—Tu mamá no haría nada que te hiciera sentir mal —responde.

—Es cierto, pero no me gusta esto de no saber a dónde vamos ni qué vamos a hacer.

—Lo sé, siempre has tenido problemas con los temas de control.

—¿De qué hablas? —pregunto cuando regresamos a la camioneta.

—Siempre has sido una chica a la que le gusta controlar las situaciones, Sol. Es decir, eres una persona de cierta manera cuadrada, que no sale de los esquemas que ella misma ha trazado para su vida. Cuando pierdes el control sobre algo o alguien, no lo sabes manejar, y la primera reacción que sueles tener es enojarte. Te enojas con la otra persona, pero más que nada lo haces porque has perdido el control.

—¿En base a qué situaciones puedes afirmar lo que estás diciendo? —inquiero y él se encoge de hombros con diversión.

—Te solías pelear con todos los niños que no seguían las reglas de los juegos, y luego ya no los podíamos invitar a jugar con nosotros.

—Oye, teníamos diez años —me defiendo.

—Lo sé, pero sigues siendo así —afirma.

—¿Un mes y ya sabes cómo soy? —respondo con enfado.

—Ya vas a ingresar al túnel de la ira, simplemente porque estoy diciéndote algo que no te agrada...

—¡Me estás calumniando! —exclamo.

—Bueno... ¿Sabes por qué hemos sido amigos por tanto tiempo? —inquiere y yo niego—. Porque yo me he adaptado siempre a ti y a tus reglas, he hecho siempre lo que esperabas que hiciera... Bueno, casi siempre... No te he desafiado ni te he contrariado...

—¿Estás diciendo que por eso no tengo más amigos? —inquiero cada vez más molesta.

—No, solo estoy diciendo que no siempre puedes controlar a todos y todo lo que sucede alrededor, y que enfadarte no soluciona el problema.

No le respondo, él no dice nada más.

Cuando llegamos, voy a mi casa sin hablarle, me encierro en mi habitación y pongo traba a la ventana. Me quedo dándole vueltas a sus palabras y de pronto, me doy cuenta que tiene razón.

Intentar controlar las situaciones que me rodean ha sido lo que más estrés me ha producido porque siempre estoy en estado de máxima alerta. Pero yo no lo veo como algo malo, al menos no siempre, gracias a eso he podido ayudar a mi padre en este tiempo. Pero sí, en algo tiene razón, cuando algo escapa de mis manos me enojo, y eso hace que pierda la perspectiva de las cosas con algunas personas.

Hagamos un tratoHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin