EL CHICO QUE AMABA UNA TUMBA

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Era un pueblito aislado de la ciudad; era pequeño, pero contaba con una hermosura digna de un mundo mágico, bellos alrededores, pequeños riachuelos, y millares de preciosas florecillas silvestres que desprendían un agradable aroma, sin embargo, a pesar de tal belleza, en él también había un viejo y solitario cementerio en donde ya no se enterraban los muertos, pues desde hacía mucho tiempo yacía abandonado. Éste sacramental estaba rodeado de árboles sombríos mientras que la puerta de hierro oxidada la cual no siempre estaba abierta crujía cuando el viento agitaba sus bisagras simulando los lamentos de algún alma perdida condenada a vagar en aquel solitario lugar.

Era una tarde tranquila; las cigarras cantaban anunciando la llegada de la obscura y fría noche, miles de avecillas volaban en el anaranjado cielo buscando un lugar donde descansar, de repente unos pasos desesperados irrumpieron el sepulcral silencio que se había desarrollado, México corría como si su vida dependiese de ello, estaba harto de aquellas peleas, decir que sentía miedo era poco pues cada vez que las disputas comenzaban un terror irracional inundaba cada parte de su ser.

Ahí se encontraba temblando cual hoja en otoño mientras miles de cristalinas lágrimas se deslizaban sobre sus mejillas que se encontraban teñidas de un ligero tono carmesí, algunos de sus finos mechones tricolor caían sobre su fino rostro otorgándole un semblante indefenso, aquel dulce niño de no más de cinco añitos visualizó a la lejanía una pequeña tumba que a pesar de ser muy pequeña le atrajo más que todas las demás su atención. La misteriosa imagen de la salida del sol sobre el mar le producía asombro y sin duda alguna ese día se encariño con aquella diminuta construcción.

Y sin importar que fuera de día o de noche, cuando las crudas peleas de sus padres le hacían huir de casa solía dirigirse allí, sentarse sobre la maleza y pensar quien podría estar enterrado debajo de ella, pregunta que le seria resuelta muy pronto. Era verano y como era de costumbre el mexicano se encontraba tendido sobre la tumba abrazando aquella diminuta lapida, cuando de repente sintió como una presencia se posicionaba justo a su lado.

- привет – saludó el recién llegado soltando una risueña e infantil risa – mi nombre es Rusia, Rusia I, pero a voz querido amigo le concederé el privilegio de llamarme como usted desee.

- ¿Privilegio?, ¿Rusia?, jaja que gracioso hablas, yo soy México, pero llamarme Mex para entrar en confianza jaja

- ¿Qué os parece gracioso Mex? – Alex parecía asombrado por la reacción del tricolor el cual reía ruidosamente contagiando así al castaño quien en cuestión de segundos cambió su semblante serio a uno risueño y tierno.

Desde ese día con tan solo esa pequeña y extraña plática México y Rusia se volvieron los más grandes compañeros de aventuras, nada ni nadie podía separarlos, el viento soplaba y las estruendosas risas ya no hacían falta en ese sombrío cementerio, alegres los dos pequeños corrían imaginando ser valientes guerreros en busca de un temible dragón, el ruso con sus ágiles movimientos trepaba los arboles llenando al pequeño hispano de admiración, así transcurrieron los minutos y horas llenas de diversión y risas cargadas de felicidad. Tras caer rendidos al cansancio el par de infantes yacían tendidos en el ahora fino césped disfrutando de su compañía mutua mientras que del otro lado de la colina las risas de los otros niño llegaban a sus oídos; a veces alguno de ellos venía e  invitaba a jugar al latino  con ellos pero él lo miraba tranquilo y le respondía de una manera tan gentil y pacífica que no, pues preferiría pasar el tiempo con su  amigo; el muchacho boquiabierto por el comportamiento del menor se marchaba con sus compañeros para después comentarles lo sucedido, pues él no podía apreciar la presencia del eslavo.

Era cierto, él amaba aquel lugar más que cualquier otro. Se sentía muy a gusto estando ahí. Mex permanecía horas recostado boca arriba contemplando el cielo de verano junto a su mejor amigo "Rusky" como había decidido llamarle admirando la belleza de las nubes blancas y preguntándole si serían las almas de las buenas personas camino al hogar celestial, a lo que el el de ushanka contestaba de una manera muy amable y pacienciosa a su querido compañero con sus ideas erróneas y sumamente infantiles. Pero cuando las nubes negras de la tormenta se acercaban y el recuerdo de su casa y el de sus malos padres le invadía la mente se dirigía a la tumba en donde recostaba su mejilla en el regazo del euroasiático como si de hermano mayor se tratase, éste para reconfortarlo tímidamente acariciaba su cabecita.

RUSMEX (ONE - SHOTS)Where stories live. Discover now