1. la cabra se ha escapado

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Mimi daba un pequeño salto hacia adelante y se abrazaba a Patricio mientras este caminaba por el sendero con las manos en el bolsillo de la sudadera pero el hombre no le hacía mucho caso y la rubia soltaba su agarre entorno al cuerpo de su novio

Se separaba y bufaba sin dejar de caminar al lado del chico pero moviendo sus brazos para destensar la espalda.

- Joder Patri... tampoco ha sido para tanto...

- Mira Mimi... - no acaba la frase y la rubia sin quererlo volvía a encenderse.

- ¿Qué miro? - le soltaba sin elevar el tono pero visiblemente enfadada.

El hombre bufaba y se paraba en seco en medio del sendero haciendo que Mimi también se parase aunque un poco más delante.

- ¡Es que ya estás otra vez! Es que por cada cosa que hago o digo te enfadas Mimi, es que es agotador... - parecía más cansado que cualquier otra cosa.

- ¡No es que tu me haces enfadar todo el rato!

- Mira llevamos cincuenta y pico días metidos en esa casa juntos y hemos discutido por lo menos la mitad.

- ¿Y es culpa mía? - el hombre abría los ojos resaltando lo obvio - ya claro. Eres tú que nunca me dices lo que piensas y tengo que hacer maravillas para saberlo.

- No, para inventartelo y es que cualquiera te dice nada con lo de la malafollá.

- ¡Qué tendrá que ver! ¿Y desde cuando se supone que no me dices las cosas por miedo? - Mimi se cruzaba de brazos enfadada y Patricio se llevaba las manos a la cabeza moviéndose dandole la espalda - te estoy hablando.

- Ya te escucho gritar, ya - si que había levantado el tono pero ella no lo llamaría gritar precisamente.

- Pues dime, dime qué es lo que no me dices. Es que luego yo tengo que adivinar lo que te pasa y eso también te molesta. ¡Pues habla!

- Mimi es que parece que estas todo el rato buscando algo para saltarme al cuello, que voy contigo como en el buscaminas.

- ¡No me eches a mi toda la culpa!

- No, la culpa es mía por haberme venido a Granada contigo en vez de estar en mi isla tomandome una cerveza en cualquier terraza, que estas inaguantable, que saltas a la mínima y que estoy harto de estar todo el día pendiente de no enfadarte para poder pasar media tarde en paz en esa casa de los cojones - le respondió en tono calmado pero impasible.

- ¡Y tú pasas de todo Joder!¡Es que te da igual lo que digo o lo que hago!

- Mimi que estas imposible, reconocelo al menos.

- ¡No es verdad!

El hombre se volvía a llevar las manos a a cabeza y Mimi apretaba los puños enfadada.

- Mira... sigue tu con el paseo... yo me voy a casa... - se daba media vuelta y antes de que la rubia pudiera decirle que no se marchase ya caminaba de vuelta al chalet de montaña en sus llevaban encerrados casi dos meses.

- ¡Joder! - empezó a caminar enfadada por el sendero con los brazos cruzados en el pecho.

Habría avanzado apenas unos metros cuando ya cansada, enfadada y sobretodo saturada se salió del sendero y se sentó casi al borde de un campo de amapolas importandole muy poco llevar unos pantalones blancos.

Con los brazos apoyados en sus piernas y miraba la luna casi al horizonte de la sierra y pensaba.

- Agarrala por favor! - escuchó una voz de mujer que la sacó de sus pensamientos y cuando se giró para ver que pasaba apenas tuvo tiempo de abrir los brazos para coger una pequeña bolita de pelo marrón que iba hacia ella.

que lo que un cabritillo ha unido no lo separe el hombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora