14. una cesta-kit para gazpacho

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- Abuela pero que seguro que luego fueron a hacer la compra después - dijo Ana que estaba sentada muy cómoda en el sofá de la salita de la tele viendo una película de antena 3 con Sole cuando su abuela le dejó una cesta bastante grande en la silla a su lado.

- Que no, que seguro que no les dio tiempo además sino a mi se me van a poner malos. Tú también te llevas luego unos pocos, amor - Amparo se sentaba junto a su novia y se abrazaba a ella.

- Lo que tu digas - reía encogiéndose de hombros y mirando a Ana para que resignase igual que ella.

- Eres una cabezota, que entre Mimi y yo no va a pasar nada abuela - le decía fastidiada.

- No, si no lo intentas no.

- ¿La voy a enamorar llevándole tomates? 

- Mis tomates son buenísimos, perdona, y te dan la excusa perfecta para ir a verla. Pues no fui yo veces a desayunar de propio intento al café de Sole hasta que me hizo caso - la mujer reía al verse aludida y le daba un beso en los labios acariciándole la espalda con cariño.

- Abuela es que eres una cantosa, que te da igual si está el otro delante y encima te he dicho mil veces que no quiero saber ya más de Mimi para eso. Que amigas y ya - se cruzaba de brazos enfadada como una niña pequeña y Amparo desistía de decirle nada más y se acurrucaba en brazos de Sole para ver la película.

Ana se removió incómoda unas cuantas veces en su sillón y unos quince minutos después sin que nadie ya le dijera nada se levantó y bufando cogió la cesta de su abuela.

- Voy a ir porque sino no me vas a dejar en paz en toda la tarde - Amparo aguantó la risa hasta que salió de la casa pero en cuanto oyeron la puerta cerrarse ella y Sole tuvieron que reírse con ganas.

La morena cambió de mano varias veces la cesta pensando que su abuela se había pasado diez pueblos y con esa cantidad de tomates Mimi podría hacer gazpacho para una docena de personas. En verdad no tenía muy claro cual sería la casa de Mimi porque siempre se habían visto en la suya y ella nunca había bajado, solo siguió el camino por el que la rubia aparecía por las mañanas cuando salían a correr hasta llegar a un chalet de montaña bordeado por una hilera  de árboles que no dejaban ver el interior y pensó que podría ser el suyo.

- Pobre Lola, como la metería la loca esta ahí dentro - dijo pensándolo mientras llamaba al timbre. Tardaron en abrirla y pensó que se abría equivocado cuando escuchó una voz de hombre decirle que esperase un segundo.

- ¿Si? - la puerta no se abría pero Ana veía al canario justo detrás - ¿quien es?

- Soy em... Ana, tu... vecina - dijo algo cortada queriendo que la tierra la tragase en ese momento y pensando que porqué le hacia caso a su abuela, que si tan lista era no había previsto que con quien hablase fuera Patricio y no Mimi.

- Ah, sí. Perdona - abrió y la dejó pasar llevándose una mano al pelo - ¿en qué te puedo ayudar?

- Mi abuela em... - se moría de la vergüenza y se le debía de notar en los mofletes - bueno que como no os dio tiempo a hacer la compra y Mimi quería hacer gazpacho pues... - miraba la cesta llena de tomates que tenía en las manos queriendo que el hombre la entendiese y no tuviera que seguir.

- Ah, vaya. Que detalle - le cogía la cesta de las manos a Ana y la morena se lo agradecía - ¿pero cuantos tomates hay aquí? - rió con la morena. 

- No tengo ni la menor idea - se froto las manos viendo que las tenía un poco rojas y no sabiendo si decir que se marchaba ya porque si que quería ver a la rubia pero era una situación extraña. Si que se había ilusionado con estar un rato con ella según bajaba de su casa.

que lo que un cabritillo ha unido no lo separe el hombreWhere stories live. Discover now