37. Conmoción

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Narra Amy

El día de hoy es el cuarto día desde que nos marchamos de Mobius. He pasado estos días encerrada en casa, cocinando, entrenando en su gimnasio y escuchando los discos de música de Shadow.

También he tratado de interrogar a Rouge sobre lo que estamos esperando, pero ella no es fácil de convencer.

El día de hoy prometió traerme a desayunar otra vez al restaurante del edificio. Supongo que se siente culpable por la cantidad de cosas que ella y Shadow deben estarme ocultando. Agradezco que al menos trate de compensarlo.

Rouge acaba de irse al baño del restaurante y yo estoy esperando los platillos mientras tengo el rastreador en mis manos. Ella no se dio cuenta cuando lo saqué hace dos días de la caja fuerte electrónica de Shadow, donde la había guardado. Su contraseña era muy obvia: María. Sonrío ante ese pensamiento, es muy tierno aunque no lo parezca.

Me pregunto como se supone que encontrarán a Eggman. El rastreador ha comenzado a funcionar desde temprano pero no aparece nada en la pantalla. ¿Será que Tails no pudo mejorarlo lo suficiente? Espero que todos estén bien.

Un pitido me saca de mis pensamientos junto con una luz violeta que empieza a brillar en la pantalla. La veo detenidamente, parece moverse en una zona específica. ¿Acaso ahí se encuentra Eggman?

No resisto el impulso; me levanto y agarro mi bolsa para dirigirme a la salida. Los meseros humanos que se encuentran a los costados me miran con extrañeza mientras corro. Necesito ir ahí y ayudarlos. Rouge seguro no me dejaría, tengo que apurarme a llegar ahí.

Me detengo en la acera y detengo el primer taxi que pasa.

-Al portal hacia Mobius, por favor.- El señor asiente poniéndo el vehículo en marcha y yo giro a la ventana para ver que no venga Rouge. No hay nadie.

No podré regresar por el portal que me han traído ya que no tengo la insignia para pasar por ahí. Pero es mejor así, el portal para turistas no está demasiado lejos de Green Forest.

Cuando llego allí mi comunicador empieza a sonar, es Rouge, pero decido apagarlo. Me dirijo a la entrada principal y me formo en la fila para entrar al portal. Rebusco inútilmente mi identificación de habitante de Mobius en mi bolsa, debe estar en el cajón de mi buró en mi casa. Demonios. Doy un fuerte suspiro y pienso en qué hacer, espero que funcione.

-Su identificación señorita.- dice el guardia, un oso negro, que se encuentra frente al portal.

-Lo lamento señor.- Digo con fingida tristeza.- He perdido mi identificación esta mañana; un humano estúpido me ha robado mi maleta donde traía mis documentos.- empiezo a sollozar. Sé de la rivalidad entre los habitantes de Mobius y de la tierra, tal vez así lo entienda.

El oso me mira de arriba a abajo, obviamente una eriza rosa es una habitante de Mobius. Y la ausencia de maleta es un plus en mi historia.

-Le prometo que iré a la oficina de ciudadanía en cuanto este en Mobius. Por favor.- digo mirándolo con ojos suplicantes. Él me ve fijamente y suspira.

-Pero que sea lo primero que haga señorita, pase.- dice cediéndome el paso. -Y al regresar haga la denuncia por favor.

-Por supuesto.- Digo asintiendo y pasando por el portal, alcanzo a escucharlo maldecir por lo bajo a los humanos. Sonrío divertida.

Al cruzar veo a algunos otros mobianos que siguen por aquí; me apresuro a correr en dirección al Green Forest esperando que no sea muy tarde. Saco el rastreador de mi bolso y veo que la señal se encuentra moviéndose ligeramente en la zona del este. Me apresuro a correr lo más rápido que puedo hacia ahí.

Cuando estoy cerca puedo ver humo alzarse en el cielo y siento el calor que desprenden los árboles alrededor al incendiarse. Invoco mi martillo rápidamente y lo transformo. No veo enemigos, pero me centro en la señal, estoy cerca.

Sale de entre los árboles una criatura de lava que se abalanza sobre mí y yo me apresuro a cortarla con mi hacha. También puedo escuchar el sonido de robots destrozándose. Los chicos deben estar cerca.

Me detengo cuando escucho su voz maldecir y me apresuro a ir hacia esa dirección. ¡Shadow! Paso unos arbustos y árboles más cuando alcanzo a divisarlo.

El erizo azabache está en el suelo, sosteniendo una esmeralda con una mano y agarrando su costado con fuerza con la otra. Veo su guante manchado de un rojo oscuro. No, no, no, no. Está herido.

Me apresuro a su lado sintiendo mis ojos escocer y aguanto las lágrimas. Cuando me ve, abre sus ojos atónito y su rostro se transforma en uno lleno de furia.

-¡¡Vete de aquí!! - grita apartando mi mano cuando lo toco. Pero sigo insistiendo en acercarme.

-¡No! ¡estás herido! ¡Déjame ayudarte!- le espeto mientras aprieto su herida con mis manos.

-¡¡Lárgate!! ¡¡Ahora!!- espeta con furia.

De repente siento un escalofrío y el viento soplar fuerte justo antes de ver aparecer una figura frente a nosotros.

El miedo me invade.

No puede ser.

No puedo apartar mis ojos de la criatura que tengo enfrente.

Su cuerpo tiene incrustadas las esmeraldas cruelmente, su boca está cerrada como si estuviera cosida, tiene un aparato en un costado de su cabeza enterrándose en ella y el color de su cuerpo es de un azul sumamente oscuro.

Siento lágrimas rodar por mi rostro mientras veo esos ojos vacíos. Esos ojos de un inconfundible color musgo.

Learn to love again - A Shadamy StoryWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu